Fue mucho el daño

Fue mucho el daño que tu amor me hizo;
Mis ojos agotaron la tibieza
De este lloro colmado de tristeza,
De este lloro sin pausa en que agonizo.

Si mis horas de luz las pulverizo
Removiendo su fruto y su corteza,
Se debe, solamente, a la crudeza
De aquel amor y su fatal hechizo.

Fue un daño irreparable, dueña mía,
Tanto te quise y te adoré tan hondo,
Que te sigo soñando todavía.

Fue tanto el mal por tu querer causado,
Que, aunque a veces mis lágrimas escondo,
¡No puedo amar después de haberte amado!

Eduardo Ritter Aislán


La Ola

Borra su afán bajo la densa bruma
un esquema de sal y de quimera
mientras sorbe el anchor de la ribera
las sensuales caricias de la espuma.

Es la espada del mar que se perfuma
con perfume de brisa lisonjera
y, sin exordio de piedad, lacera
la propia entraña que su ser esfuma.

Símil exacto de galante muerte
el destino menguado de la ola
cuando la gema de la orilla advierte;

ciégale el brillo de falaz aureola,
tiende sus brazos a la arena inerte
y, en gesto inútil, su pasión inmola.

Eduardo Ritter Aislán



Nostalgia

Brote de azul y castidad de aurora
cuando al llamado de mi voz acudas.
Eco de luz sobre mis ansias mudas
si ha de volver lo que en recuerdos mora.

Todo el dolor que mi existencia llora
-raro dolor que al corazón anudas-
resbalará sus quejas, ya desnudas
del viejo aroma que persiste agora.

Toda la angustia de la ausencia vieja
irá a apagarse entre el cantar del viento.
Toda promesa de reproche y queja
se irá enredando en espiral tan lento,
que cuando vuelvas por la senda añeja,
será ya entonces de cristal mi acento.

Eduardo Ritter Aislán


Octavo canto

El tiempo llega y pasa, anunciando                       
Horizontes, señalando combates, destruyendo               
Memorias. A veces lo sentimos casi eterno                 
Y luego, por contraste, más breve que el auge de una rosa.
Claudia Lars                                             
                                                         
Era joven entonces y el corazón tenía                     
Fulgores y rosales para una aurora larga.                 
                                                         
Hubo un nombre en la cima de mis sueños.                 
Después, las sombras lo absorbieron todo:                 
Era yo joven y el dolor no pudo                           
Cerrarles las compuertas al amor.                         
                                                         
Cien o más nombres en mi vida:                           
Cada uno dejó una estrella, un pétalo y un verso         
En el desván del corazón dolido                           
Que se habituó a la ausencia,                             
Que se habituó a la lágrima y la muerte. 

Eduardo Ritter Aislán



Patria Ausente

Rastros de arenas en fecundas playas,
huellas de sombras y perfil de estrellas,
franjan la luz de tu recuerdo virgen,
patria querida.

Eres el ritmo del tambor que gime,
eres el fresco divagar del río
eres la risa de la chola ingenua,
patria querida.

Llevo la voz de tu presencia verde
-ecos de mar y dialogar de palmas-
como el reflejo de infinitos cielos
llevan las olas.

Eres clamor que se columpia en ansias,
sangre que sangra su rojez adentro,
cerco de insomnes centinelas grises;
cálida espera.

Siento que esparcen sus cenizas leves
sueños de amor que la memoria oprimen;
siento que vuelven a tañer sus arpas
quejas de antaño.

Eres la rosa del primer cariño,
eres el beso que a la novia hurtamos,
eres la estrofa repetida y triste
hecha con lágrimas.

Mástiles fijos, velas prestas: nadie
rumbos precisos a mi sed viajera
porque en las playas de mi patria aguardan
seres queridos.

Patria de ausencia, de recuerdo y rosa:
déjame asirte a mi retina nómade
para que nunca el corazón cansado
pueda olvidarte.

Eduardo Ritter Aislán


Risueña como el cielo

Risueña como el cielo y, como el cielo,
Dueña del sol, las nubes y la brisa;
Delgada como el ala que, remisa,
Traza la espira de su limpio vuelo.

Orto y ocaso en mi puntual desvelo,
Aroma que en la rosa se improvisa,
Esbozo de la luz en la imprecisa
Sombra que invade y ciñe el desconsuelo.

Podrá pasar el flujo de los años
Sobre el helado yermo de un martirio,
Podrán cesar los grandes desengaños,

Pero estarán latentes, cada hora,
La firme certidumbre y el delirio
De quererte mañana como ahora.

Eduardo Ritter Aislán


Viaje

Se diluyeron en la marcha
los botones luminosos
de la orilla.
    ( Nave: punto móvil
entre paréntesis
de nubes y de ondas. . .)

Al compás de las horas
que se alargan,
mi silencio
se nubla de recuerdos…

¡ Ah!.. ¡si pudiera abarcar
los afectos que se quedan…!
… ¿serás siempre la misma
en la distancia?

… voy atado
a la frágil esperanza
del regreso…!

Eduardo Ritter Aislán









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