Fue una mañana azul...

Fue una mañana azul, la linfa quieta
del infinito mar rasgó la nave.
¡Todo en silencio; ni el volar de un ave
turbaba aquella soledad discreta!

Fue una mañana azul, pasó coqueta
besándote en la faz la brisa suave
y en el instante aquel, solemne y grave,
te confesé mi adoración secreta.

Hubo en tu faz derroches de rubores
cuando en rapto fugaz de mis ardores
besé la fresca flor de tu mejilla.

¡Y a la radiante luz que el sol fulgura,
nos cubrió con rojiza vestidura
el palio bermellón de tu sombrilla!

Daniel Otero

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