Géminis

Como el ciego que llora contra un sol implacable
me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos
quemados para siempre.
¿De qué me sirve el rayo que escribe por mi mano,
de qué el fuego si he perdido los ojos;
de qué me sirve el mundo?;
¿de qué me sirve el cuerpo que me obliga
si todo se reduce a palpar los placeres en la sombra,
a morder en los pechos y en los labios
las formas de la muerte?
Me parieron dos vientres distintos;
fui arrojado al mundo por dos madres
y en dos fui concebido,
y fue doble el misterio
pero uno solo el fruto de aquel monstruoso parto.
Hay dos lenguas adentro de mi boca,
hay dos cabezas dentro de mi cráneo,
dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos esqueletos luchan por ser una columna.
No tengo otra palabra que mi boca
para hablar de mí mismo,
mi lengua tartamuda
que nombra la mitad de mis visiones
bajo la lucidez de mi propia tortura.
Como el ciego que llora contra un sol implacable

Eliécer Lazo




Murió mi voz

Murió mi voz hace diez años, justo
no sé si fue en diciembre o en febrero,
si era luna llena o sol entero
o si llovía para darme el gusto.

Murió mi voz y ya nunca me asusto
ni con la muerte cuando no me muero
ni de la vida cuando muerte quiero
ni de esta muerta vida en que disgusto…

Una noche de invierno, una tristeza,
una noche sin luz o una tibieza,
una melancolía derramada.

Si me voy a morir y quizás muera,
moriré como muere quien espera
la muerte tanto tiempo acumulada.

Eliécer Lazo



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