Imploración

Con cuanto amor la amé… lo sabe el cielo.
Testigo del frénetico delirio,
testigo fue mi voraz anhelo,
testigo fue de mi sin par martirio.

Yo la amé con delirio enternecido,
con el amor más puro y más profundo,
como yo se que nunca la han querido,
como no la amarán aqui en el mundo.

Pero ella mi pasión y mi cariño
los despreció como inútiles y vanos,
así… así cual despedaza un niño
un vaso de cristal entre sus manos.

Siendo después mi dolor testigo,
a pesar de la hiel que ha derramado,
a pesar del dolor que me ha causado
en mi vida, Señor, no la maldigo.

Elmar René Ayala

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