Mi pálida

La virgen que los ojos soñadores
admiran en mis lienzos ideales,
no reza en las vetustas catedrales
ni danza en los alegres corredores.

No juega enamorada con las flores,
ni escucha tras las puertas ojivales
las zambras de las guzlas orientales,
el canto de los viejos trovadores.

La virgen de mis lienzos aletea
donde el bajel sin mástiles estalla,
murmura donde el ábrego vocea,

palpita donde choca la metralla,
sonríe donde el rayo centellea
y duerme sobre el campo de batalla.

Francisco Díaz Silveira


Prevención

Soplan vientos de próxima tormenta;
el legendario bosque se estremece
y al agitar sus vástagos ofrece
como rezos de virgen soñolienta.

En torno del hogar la sombra aumenta,
su calor por instantes languidece,
y en las almas viriles reaparece
la nostalgia de la época sangrienta.

Está el aire poblado de visiones;
detrás de mutilados esqueletos
maniobran aguerridos batallones...

Surgen descomunales parapetos...
¡Y hay racimos de blandos corazones
por el dolor de la orfandad sujetos!

Francisco Díaz Silveira

















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