Mía

No la mirada, amiga, me conmueve
de tu amor, sino un dejo de tristeza,
que en tu sentimental naturaleza
hace del corazón amarga nieve.

Me sorprende que cuando sueñas llueve:
tus lágrimas contigo, tu pereza;
todo al divino rango de tu alteza,
que por hoy, sólo a la oración se atreve.

¿Qué buscas de este mundo? Sino puertas.
¿Qué de esas puertas? Sino un mundo más.
Sabes que todas hallarás abiertas.

Mía, no dejes tu sentir jamás.
Ve al paso de las Ánimas despiertas,
que sólo en tal estirpe luz verás.

Enrique Floriano

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