Para ser más de ti

Para ser más de ti
he querido estrenarme por la fiebre,
sofocar los aleros de tu risa,
reventar como un trueno.
Encenderme o morir
anónima en tu vértigo,
para ser más de ti.

Para ser menos mía y de las cosas
he querido velarme por tu anchura,
deshabitarme entera
por dentro de tu piel y de tu sangre
y anclarme donde el Mar
derrota sus fronteras.

He querido, escalando hasta tu vértice,
recorrer el oleaje de tu boca,
trazarme geometria
más allá del abismo y de la esfera,
circular por tu puño, exactamente,
hasta hacerme destino de tu mano.

Ceñido, como un tacto por la piedra,
me alcanza el alambique de tus ojos,
súbito y necesario como un rezo.
Desertora de venas transitivas
he querido vivirte, amor, para vivirte,
para ser más de ti,
para oficiarte, amor, sobre la Vida.

Carmina Casala




Puedes entrar, amor,
que ya es la hora
de hacernos corazón.

Músculo y labio
se curvan más allá de los insomnios;
turgencia, madera fresca
-fuerte, fuerte-
amárrame fuerte al gesto de tu boca.
Amárrame y después
desdobla mis embozos,
salva esta pausa de lágrima y ternura,
levántate en la piel
del sueño y el relámpago,
toma mi pan,
recoge mi equipaje
y dejemos que el alba nos devuelva
al origen del mundo.
Ya sin memoria.

Nuevos.

Por dentro de la vida.

Carmina Casala
Del libro “La Palabra Desnuda”




Son tus ojos planetas de la luna.
Portales que nos abren la vida al infinito.

No es por azar ignoto
que el Libro te nombrara
en la sura más larga y más intensa.

Bien mereces la música que ronda
tu silencio de siglos.
Gigantes, como tú, son las palabras
que en tu nombre pronuncian
los sedientos.

Vino el Cosmos despertando en tu sueño
y haciendo de tus ubres
el esperma del mundo.

Todos lo hemos probado en la mañana grácil,
en tardes temblorosas,
en los prados azules llenos de manchas negras
y de nieve ambulante.

Eres la madre, pues,
del hombre y la materia,
del animal y el árbol,
que se vierte gozosa
lo mismo que las olas cuando quiebran su espuma
herida entre las rocas.

Tú no quieres ahogarnos,
sólo darnos cobijo,
ofrecernos tesoros nacidos de sonatas
que proyectan tu sombra
humilde y manifiesta.
Pues no hay mejores sones
que los que puso Mozart
cerca de tu prudencia.

Hoy creo que has llorado
sobre tierra cuadrada.
¡Y aún gotean tus ojos!

Carmina Casala













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