Vendimiando la luz de un sol morado

Se rasga el cielo gris como una lija,
siento tronar lejanas tus palabras,
la copa que sostengo tiembla y mana
un vino reposado de caricias.

El horizonte al este de mi vida
es luz que sedimenta y se derrama,
que contamina el cáliz que me sangra
y que obstruye la boca de mi herida.

Y acabaré desnudo y empapado,
perdido en el matiz de un sentimiento,
vendimiando la luz de un sol morado.

Pero allí en el poniente llueven cantos,
callan los estertores por momentos
y hay una paz que flota en lo esperado.

Francisco Javier Pérez Atanet

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