A  Elena

Colúmpiase en el valle una azucena
tan pura y tan galana
como de abril la cándida mañana.
El zumbador que la enamora tierno
de su pudor y su beldad celoso,
no se atreve a libar en su corola
el néctar delicioso;
del sustento es priva
porque lozana y candorosa viva,
y muriera contento
gozando los perfumes de su aliento:
encantadora Elena,
yo soy el zumbador, tú la azucena.

Alejandro Tapia y Rivera


A monte Edén

¿Porqué al trepar la colina
que de ti fiera me aparta,
¡oh grata mansión! mis ojos
se llenan de tristes lágrimas?
¿Será que, ay de mí, no vuelva
hacia ti, mansión amada?
Quién lo sabe, que la muerte
do quier al hombre acompaña,
y acaso de este adiós tierno
un adiós eterno haga;
o tal vez quieran los cielos,
dulce mansión de mi infancia,
que allá cuando fiero el tiempo
mi cabeza vuelva cana,
venga a buscar en tu seno
una tumba solitaria.
Entonces tú, hogar querido,
con tus seibas y tus palmas
darás apacible sombra
a mi fúnebre morada-.
O quizás la dura mano
de la mísera desgracia
te haga pasar de los míos
a las manos ¡ay! extrañas,
y al volver yo peregrino
de mi fatigosa marcha,
no encuentre en ti los semblantes
que en otra edad me halagaban;
quizá el huracán impío
o el tiempo que ruinas ama,
te trueque en dolientes ruinas,
sin piedad para mi alma.
¡Ah! que entonces quiera el cielo
ya que a tu seno me traiga,
que tu nuevo posesor
o del huracán la saña,
respeten del desterrado
los recuerdos de la infancia.

Alejandro Tapia y Rivera



A unos ojos

¿Me preguntas, pintor, que como quiero
que pintes el mirar y la hermosura
de aquellos ojos do el Edén fulgura,
de aquellos ojos por que vivo y muero?

Copia el fulgor de matinal lucero,
de gacela apacible la dulzura,
de la tórtola amante la ternura,
el brillo del diamante lisonjero.

Los habrás de pintar grandes y vivos
donde luzca la antorcha bendecida
del noble meditar, muy expresivos.

Con dulce vaguedad indefinida;
¿quieres darles aun más atractivos
de apasionado amor? dales la vida.

Alejandro Tapia y Rivera



"Cada cual quería un puesto en la nueva, en la gran flota; unos por ambición del corazón, otros por ambición de su egoísmo; unos por servir verdaderamente a la república, otros por encadenarla en su servicio y alcanzar con buenos oficios aparentes, posición fuerte para el porvenir. El puesto del jefe, que debía mandar la flota era objeto también de controversias, aunque a la verdad, Honorio Morosini era el llamado y cuasi podía decirse el justamente elegido. Sin embargo no hay justicia para los intrigantes, y así no faltaba quien sin otros méritos que su audacia, osase pretender el despojo de su puesto. A decir verdad y para hacer justicia al consejo o Señoría, y aun al Senado, la mayoría estaba por Honorio. Se disponía pues este a la partida, pero no menos amante de Perla que de su patria, o queriendo al menos conciliar en su corazón entrambas cosas, habíase decidido a contraer el anhelado vínculo antes de partir para Levante. Por eso reinaba tanta animación en las moradas de ambas familias. Ora entraban los artífices a ornar de una manera digna el palacio del almirante que debía servir de nacarada concha a aquella perla peregrina: ora los mercaderes y joyeros se llegaban a ofrecer a ambas familias para los regalos mutuos, los opulentos brocados del oriente, las telas finísimas, los bordados primorosos, la plata, el oro, la preciosa pedrería.
Perla, sin embargo melancólica en medio de tanto alborozo y callada en medio de tanto bullicio, se detenía apenas a contemplar los primores que las modistas del mejor gusto y los mercaderes mejor reputados, anhelosos de que semejante ocasión contribuyese a llenar sus respectivas bolsas, presentaban con los mil encomios de costumbre, a su indiferente vista. El abuelo y nodriza de Perla (la orfandad había venido a hacer más interesante a este ángel) eran los que parecían más animados, proponiéndola mil adornos y galas a la vez, secundando el deseo y las ofertas de las modistas y fabricantes; a pesar de que no dejaba de preocuparles la tristeza de la joven, quien por otra parte había dado a conocer tanto en varias ocasiones su extremado afecto al héroe de la proyectada boda.
Deseoso Honorio de complacerla, aprovechaba los momentos que el arsenal le dejaba libres para estar a su lado contemplando aquellos ojos, buscando afanoso en los labios de la bella una sonrisa que siempre había para él, es verdad, pero que siempre se ofrecía velada como una triste aurora."

Alejandro Tapia
La antigua sirena



Guamaní

A mi buen amigo Andrés S.

¡Conoces la alta cumbre
que allá en el suelo
de mi Borinquen bella
saluda al cielo;
verde montaña,
que corona altanera
campos de caña.

En su cima se elevan
las palmas reales,
y en sus faldas se mecen
los cafetales,
cuyos jazmines
bosque y prados convierten
en cien jardines.

El sol allí se asienta,
también la aurora
así conto la luna
del sol señora;
y musas bellas
de aquel frondoso Pindo
son las estrellas.

Llamola el indio cima
de Guamaní,
y diz que allí su gloria
mostró el Cemí
y sus fulgores
la comarca trocaron
en fruto y flores.

A tan grata eminencia,
del porvenir
un blando ensueño unido
va a mí existir;
que mi ventura
se cifra de los campos
en la hermosura.

Como templo de dicha
en la montaña,
alzaré yo algún día
dulce cabaña;
y a ser testigo
de mi gloria te llamo
mi grato amigo.

Oh, tú que fiel comprendes
con tu alma pura
que en el ruido del mundo
¡ah! no hay ventura;
tú que desdeñas
vanidad cortesana
y cual yo sueñas.

Allí la fértil zona,
del corvo arado
esposa virginal,
dará colmado
es en vario fruto
de abundante primicia
rico tributo.

Y el dulcísimo néctar
darán mis cañas
al brazo del labriego
jamás hurañas;
tacho y molino
harán dorado grano
y aun argentino.

Al paso que esparcidas
las mugidoras,
sus lácteas fuentes sanas
y bienhechoras;
el espumante
coco rebosarán
vivificante.

¡Y ves como se acrecen
a la ventura,
y su prole amamantan
en la llanura,
la aún no tocada,
con el belfo buscando,
gramínea ansiada.

¡Salud tendremos
salud bendita!
riqueza es de la gente
que el campo habita,
y que sin queja
despierta con el alba
y el lecho deja.

A las plantas y arbustos
nuestros sudores
prodigaremos y ellos
nos darán flores;
nuestra ternura
pagarán con su fruto,
con su aura pura.

Y cuando el alba asome
por su ventana,
bendeciremos juntos
a la mañana;
la fresca rosa
cogeré, apenas abra,
para mi hermosa.

Mira el alba, se ostenta
grata y festiva
con su manto fulgente
de lumbre viva;
Marzo en el prado
la saluda galante
y enamorado.

A sus pies tiende bello
manto precioso,
en matutinas perlas
rico, abundoso;
con verde y flores
la forma una guirnalda
de luz y amores.

Rico dosel la ofrecen
las nacarinas
nubes, también las flores
más peregrinas
olor ameno
la dan dejando el prado
de aroma lleno.

Entonce atronador
o manso el río
prodígala su estruendo
su murmurío;
entonce el viento,
jugando entre bambúes,
la da contento.

Zorzales y pitirres
y zumbadores
de las alegres selvas
dulces cantores,
la hacen halagos
practicando en las ramas
su giros vagos.

Y parece que dicen
en su alegría:
Despertad, oh natura,
que viene el día;
y al grato hosana
se muestra ufano el rostro
de la mañana.

Andrés, mi buen amigo,
¿qué habrá más bello
si de amor este cuadro
orna un destello?
¡ah! ¿si mi Eva
colmando aquestos goces
a Edén renueva?

La de dulce mirada
tierna sonrisa,
que en virginal cariño
mi vida hechiza,
vendrá y las flores
esparcirán más vivos
gratos olores.

Ella, sí, de mi frente
tristes memorias
borrará con su imagen,
y serán glorias
las que a su lado
pasaré; de los hombres
siempre olvidado.

Ven y sígueme pues
cuando a tu puerta
te llame; la morada
no es ya desierta
cuando da abrigo
a un libro y a una hermosa
y a... Un dulce amigo.

Alejandro Tapia y Rivera


Los ojos de ...

¿Me preguntas, pintor, que como quiero
que pintes el mirar y la hermosura
de aquellos ojos do el Edén fulgura,
de aquellos ojos por que vivo y muero?
Copia el fulgor de matinal lucero,
de gacela apacible la dulzura,
de la tórtola amante la ternura,
el brillo del diamante lisonjero.
Los habrás de pintar grandes y vivos
donde luzca la antorcha bendecida
del noble meditar, muy expresivos,
Con dulce vaguedad indefinida;
¿quieres darles aun más atractivos
de apasionado amor? dales la vida.

Alejandro Tapia y Rivera


“Nací todo vida y actividad; mi país es todo hielo y negligencia. Yo idolatro la luz; él parece bien hallado con sus obscuridades; yo anhelo el volar del rayo; él camina a paso de tortuga; y, sin embargo, no he podido vivir sin él. Le huyo y me persigue la nostalgia; quiero no pensar en él, y me quita el sueño; si trato de no sufrir por su suerte, no puedo evitar que me atormente más; deseo no amarlo y se mete dentro de mi alma.”

Alejandro Tapia y Rivera



Sus ojos

Hay unos ojos divinos
fuente de dicha y dolores,
el cielo les dio colores
y el Señor su bendición.

Dioles la luna su encanto,
la palabra su armonía,
el amor su simpatía,
su elocuencia el corazón.

Aunque tiranos me miren
si los vela ingrato el sueño,
suspiro porque risueño
llegue el dulce despertar.

Si miran airados matan,
si suplican, enajenan
y si mandan, encadenan:
que es la gloria su mirar.

Brillan alegres, y es día
la noche: y ¡qué días bellos
son tales ojos si en ellos
miro el cariño lucir!

Miran tristes, y suspiro
en hondo y amargo duelo;
más si lloran... ¡santo cielo!
si lloran... quiero morir.

Soy el ave, tú la rosa:
diz que la rosa constante
del ruiseñor es amante...
yo seré tu ruiseñor.

Soy el verso, tú la musa:
Sin ti el verso no es poesía,
sin ti el son no es melodía,
ni da encanto al corazón.

Tú la miel y yo la cera
que te guarda; aquí en mi seno
de la existencia el veneno
truecas en miel y en pasión.

En el árido desierto
tú la brisa, yo la palma,
llega, oh brisa de mi alma,
con tu arrullo bienhechor.

Soy yo la tierra, tú el cielo,
bríllame siempre serena,
sé mi luna de amor llena,
sé mi cielo, yo tu amor.

Alejandro Tapia y Rivera


Triste la hermosa Borinquen...

Triste la hermosa Borinquen gemía
arrastrando la mísera pobreza,
ella que el don de perenal riqueza
en sus campos feraces contenía.

El cielo que amoroso la quería
no pudo consentir en su terneza
que sufriese tan bárbara dureza,
la que el yugo del mal no merecía.

De Power escuchó la alta plegaria
(del patriótico amor grato suspiro)
y ordenó que a cambiar la era precaria

en rico bienestar, fuese Ramiro…
Ramiro bienhechor, tu noble historia
grabará Puerto Rico en su memoria.

Alejandro Tapia y Rivera


Un ave errante

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?

Alejandro Tapia y Rivera


Un rayo del cielo

Tus ojos me miraron
y en bello oriente,
un astro me mostraron
resplandeciente.
Pagó tu labio bello
mi amor sumiso,
y el astro fue destello
del paraíso.

Más en vano encendiste
mi grato anhelo,
y a la tierra trajiste
la luz del cielo,
si en breve has apagado
mi sol querido
y en sombras me ha dejado
tu yerto olvido.

Alejandro Tapia y Rivera












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