A julio

Hete ahora mudo,
mudo del gran silencio de lo inerte,
¡oyes como suenan a gloria, en tu escudo
yacente, los golpes hasta ayer contrarios de la muerte!
¡Anteayer andante, hoy subterráneo!
Hoy, emporio de larvas y vibriones.
¿Oyes aun, a la sordina de tu cráneo,
-cual los que te inmortalizaran-, maravillosos sones?

¡Oh alma, en la angustia y en el sonar, hermana!
¿Cordaje roto, sin plañir adiases!
¿Soñarás aún, con tu lira, domar la bestia humana,
y un instante, a los hombres convertirlos en dioses?

Álvaro Armando Vasseur



A un león

León de melenas rojas
y atronadores rugidos,
¿qué aguardas que no te arrojas
a los zarpazos prohibidos?

La jaula de tus congojas
custodian viejos bandidos;
tus cadenas están flojas...
y tus barrotes, podridos...

¡Oh, fiera de ojos sangrientos
que apuñalan los tormentos
de los hierros encendidos!

¿Qué sueñas, que no te enojas?
¿Qué aguardas, que no te arrojas
a los zarpazos prohibidos?

Álvaro Armando Vasseur


Cantos del otro yo

Cuando
hacia el alba o a la medianoche
algunas veces, repentinamente,
mi conciencia normal surge y despierta,
y fijando mis ojos en la sombra,
concluyo por sentir como Presencias
que rondan invisibles,
aunque no quiera,
tiemblo.

Así,
de noche en noche se prolonga
la misma expectación, igual misterio. 

Poetas
de la Sancta Simplicitas,
maulladores de idilios en los viejos
tejados de las rimas,
y vosotros, psicólogos sin alma,
merodeadores de las apariencias:
dejad
las aguas muertas del fastidio,
la falsa ciencia, el áureo pudridero
y aunque os tiemble en su carne la osamenta,
embarcaos conmigo
a medianoche
en busca de algo nuevo... 

Volver de algunos sueños
por pozos de conciencias sumergidas
más allá de los sueños habituales,
como buzo que cruza las corrientes
de hundidos archipiélagos,
buceando, con su antorcha,
entre flores y faunos de otros reinos,
las huellas o el tesoro de una nave,
y emerge al fin, exhausto, a flor de agua,
sin haber descubierto lo que anhela,
y le quitan el casco, y bebe el aire
libre de las presiones submarinas,
y mira el cielo, el sol, el mar, los compañeros,
mirándolos sin ver, mientras respira
la ansiedad de vivir en su elemento;
y se aísla en la proa, como absorto
en algo que le cala y ensimisma;
así retorno yo de algunos sueños
por pozos de conciencias sumergidas
más allá de los charcos habituales.

Álvaro Armando Vasseur


El miraje

Rival de las gloriosas Atalantas
inspiradoras de himnos sobrehumanos,
que mi imperial tristeza desencantas
al tenue roce de tus blancas manos.

Si vinieras a mí, como otras tantas
vinieron y pasaron –sueños vanos–
y lloraran, rus ojos soberanos
al ver mi corazón bajo tus plantas;

aunque mimaras mi orfandad esquiva,
como una joven águila cautiva
enferma de nostalgias indecibles,

vieras, en medio de los sumos goces,
absortas, las pupilas que conoces
en siderales mundos de Imposibles...

Álvaro Armando Vasseur


Helénica

En la noche sin fin de mi Odisea
resplandeció la luz de tus primores
oh, Musa de los últimos amores
de labios dulces como miel hiblea.

De la divina madre Citerea
heredaste los flancos seductoras,
la curva omnipotente, los rubores,
el gesto, y la sonrisa de la Dea.

Te juro, por los manes de Platea,
que la lanza de Palas Atenea
coronando la Acrópolis sagrada,
jamás resplandeció cual tu mirada,
en la noche sin fin de mi Odisea.

Álvaro Armando Vasseur


Memorial

A pensar aprendí y a comprenderme,
sufrir con goce, y a crear con fiebre;
sentirme estoico aunque estuviera inerme,
lírico siempre, sonador y orfebre.

Hoy canto en los clarines de mi estilo
las Marsellesas de la nueva hazaña:
mientras escalo, fúlgido y tranquilo,
el vértice interior de mi montaña.
Hoy como ayer me asiste la pobreza,
ayer como hoy maravillado vivo
de mas en más por la inmortalidad belleza;
de vez en cuando trovador cautivo...

Álvaro Armando Vasseur


















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