A la distancia

Me pregunto
cómo serás ahora a la distancia,
sin que te vean mis ojos.
Sin encontrarte a orillas de mi celo,
constante y requerida.

Si tendrás aún ceñidas a tu cuerpo
las raíces de mi ansia, su ternura
a rescoldos siquiera.

Si al entreabrir, los labios,
la lejana costumbre de los míos 
no te hiere.

La voz. Tu voz,
qué hace con mi nombre.
Cómo lo forma, vierte o no lo dice.

Cómo existes y piensas,
desasida de aquel ayer tan nuestro,
tan exaltado siempre.

Me pregunto
cómo vives mi ausencia,
y cómo vivo sin estar con mi fuerza
entre tus límites.
         
Alfonso Ulloa Zamora


Aquel beso

Por haber aquel beso despreciado
en busca equivocada de otro sueño.
Por oponerle muros a su empeño
y negarse constante a su llamado.

Por haber permitido y silenciado
el trágico rodar a su despeño.
Por ubicar su muerte en lo pequeño,
cotidiano, fugaz y no anhelado.

Por izar entre risas la bandera
cuando entraba hecho sombra a la agonía.
Por indagar otra ilusión en vera

y profanar su espuma muda y fría,
por todo eso, mujer, la primavera
no volverá a tu vida ni a la mía.

Alfonso Ulloa Zamora


"Aquel rapazuelo llegaría a figurón político."

Alfonso Ulloa Zamora


Canción

La ciudad era entonces muy de todos,
con limpias avenidas arboladas.
El color indeleble del canario
se bamboleaba lento en los tranvías.

Cantos amaderados de carretas,
aromas tibios de café y de panes,
sumándose a la brisa y al rocío
compartían con el sol las madrugadas.

Seguíamos partidarios de Sandokán
pero para alardear cigarro y noche
en las mesas de mármol de "La Eureka",
leíamos los pingüinos de Anatole.

Repartía don Joaquín su Repertorio.
La libertad jugaba en La Sabana.
Valentino bailaba en el Moderno
los tangos que Repetto le decía.

Con el reloj a la mano en las iglesias,
con cerros altos a la vista siempre,
ilesamente transitaba el tiempo.
Lo cuidaban don Cleto o don Ricardo.

Alfonso Ulloa Zamora


Éramos dos entonces

Éramos dos entonces, pero tú eras
ya un palpitar de pétalo y ternura.
Una esperada y tibia arquitectura
como la de la luz sobre las eras.

Éramos dos angustias camineras,
a veces caminando en piedra dura.
Mas tú, milagro en vilo, ya hermosura,
nos avisabas muchas primaveras.

Cual invisible duende tú ya estabas
palpitando como un presentimiento
en el callado lar de nuestro abrigo,

como están los diamantes entre lavas,
el poema en la raíz del pensamiento.
Y el cotidiano pan en nuestro trigo.

Alfonso Ulloa Zamora


No te encontré, mujer, un día cualquiera,
ni fue tu beso la ocasión de un día,
pues detrás de la luna te sabía
germinada en tu propia primavera.

No fue a rayo ni a espada aquella espera
para adentrarme en ti como quería.
No fue a espada ni a rayo la osadía
que me llevó a la fuente de tu era.

Imantada en albor y estremecida,
al norte fuiste de mi sangre en celo
hacia una latitud desconocida,

donde un cielo se ahogaba en el desvelo
y el beso terminaba siendo herida
indefinible, sin color ni anhelo.

Alfonso Ulloa Zamora


¡Qué soledad!

¡Qué soledad!
Hacia el este Barranca
enciende diminutas fogatas hogareñas.
Al sur el mar.
Al norte los manglares.

¡Orillando el estero camino
claridades!

El puerto contra la arena,
sueña bajo el peso del aire,
con la noche de América
en su cielo.

¡Qué soledad!
¡Qué luces!
¡Qué bahía!
¡Qué trópico silencio!
de Poemas de adolescencia

Alfonso Ulloa Zamora


















No hay comentarios: