A la tierra

Sé entre todos los astros tú maldito,
triste planeta, por mi airado verso:
de un linaje infeliz cuanto perverso
¡patria fatal que por desdicha habito!

Entre el número de astros infinito
que pueblan el vastísimo universo,
eres, por culpa propia y hado adverso,
el astro del dolor y del delito.

Antes que suene del querub la trompa,
el ciego choque del cometa airado
tu frágil mole estremeciendo rompa:

¡Y siga, sin tu globo, lo creado
en concertada majestad y pompa
su eterno movimiento arrebatado!

Francisco Clemente de Althaus Flores del Campo


Deseo

Pláceme contemplar desde la playa
el infinito mar que me convida
a que del patrio suelo me despida
y a otras riberas venturosas vaya.

Del lejano horizonte tras la raya,
al umbral de otro mundo parecida,
tal vez más dulce placentera vida
y más felices moradores haya.

Oh naves que a la aurora, al occidente,
al sur partís y al septentrión, ¡quién fuera
con vosotras! Mas ¡ay! que solamente

me es dado vuestra rápida carrera
seguir con la mirada y con la mente:
¡Y la dicha tal vez allá me espera!

Clemente Althaus


El juicio final

Ya en el postrero universal juicio
Del Juez supremo a la presencia me hallo,
Y aguardo el justo inapelable fallo
Que eterno espera a la virtud y al vicio.

Mas ¡ay!, ¿adverso me será o propicio?
¿De Cristo o de Satán seré vasallo?
En duda tan cruel, temblando callo,
Más digno que de premio, de suplicio.

Ya las turbas el Juez ha separado,
Y el rostro favorable o enemigo
Al diestro vuelve y al siniestro lado:

Pero yo, justo Dios, ¿a quiénes sigo,
Cuando a la Virtud abras y al Pecado
Los palacios del premio y del castigo?

Clemente Althaus



Mis sueños

Cuando abrumado me siento
Con los males de la vida,
Y mi dolor la medida
Excede del sufrimiento;
Tú, dulce sueño profundo,
Ser mi único alivio sueles,
Pues traspaso los dinteles
Contigo de aqueste mundo.
¡Cuán dichoso soy, si duermo!
¡Cuán diverso el paraíso
Que mis dulces sueños piso
De este tristísimo yermo!
Y sus altos moradores,
¡Cuánto más bellos y buenos
Y afables que los terrenos,
Y en mente y saber mayores!
Luz que vista y alma alegra
Brilla, allí tan pura y clara,
Que con ella semejara
Triste nuestra luz y negra.
¡Donde quiera sin cesar
Blanda música se siente,
Que envuelve, cual nuevo ambiente,
Aquel sagrado lugar!
Flores mil veces más bellas
Que las de nuestros jardines,
Lirios de luz y jazmines
Que vencen a las estrellas
Cría ese eterno pensil,
Y libres corren por él
De dulce fragante miel
Y néctar arroyos mil.
Si os sucede vez alguna
Hallarme al sueño rendido,
No me despertéis, os pido,
Porque el vivir me importuna.
Y me acomete un pesar
Tan hondo, cuando despierto,
Que quisiera haberme muerto
Para nunca despertar;
Y por templar mi aflicción,
En convencerme me empeño
De que es la verdad el sueño
Y la vida la ilusión.

Clemente Althaus






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