"A los hombres no les gusta hacer nada que no hagan muy bien."

Andrés Neuman Galán


"Aquélla había sido una mañana áspera y nubosa. Demetrio había asistido a dos hechos que terminaron de convencerlo de que no pertenecía a la ciudad ni a su multitud, de que era decididamente ajeno a todos los males de incontables transeúntes, conductores, comerciantes, pordioseros, policías, colegiales, prostitutas. El Negro y él habían empezado puntualmente con la recogida al principio de la avenida Independencia. El viento helado que emanaba del puerto no corría como otras veces, sino que tropezaba empecinado con las cosas, haciendo que la calle se tambaleara de un modo indefinido en lugar de sacudirla de una sola vez; y así incursionaba también en los trajes fosforescentes de Demetrio y del Negro, circulaba por cada intersticio, penetraba por los tobillos o las mangas. La recogida había transcurrido monótona y en silencio hasta las cinco, hora en que mientras el Negro cargaba las bolsas en el compartimiento trasero Demetrio, que esperaba sentado al volante, divisó a dos tipos que manipulaban nerviosamente la puerta de un Ford Falcon gris. La escena transcurría en la acera opuesta y el Negro no podía verla, pero él, desde el asiento delantero, tenía una panorámica perfecta: uno de los sujetos se colocaba delante, tapando a su compañero, mientras éste lograba no sin torpeza forzar la portezuela y colarse en el interior del vehículo, donde permaneció ajetreado aproximadamente un minuto antes de avisar a su compañero para que subiera al Ford. Justo entonces Demetrio comprendió que debía haber alertado al Negro, o bajado él mismo, o al menos cruzar ahora que aún el coche no había comenzado a moverse, e intentar impedir la huida. Nada de esto había hecho, ni ensayó tampoco ningún movimiento mientras contemplaba las bruscas sacudidas del Ford, que se perdió finalmente calle arriba. Demetrio tuvo clara conciencia de lo que debía hacer: apuntar el número de la matrícula, que aún retenía en la memoria sin habérselo propuesto, y notificar el robo a la policía. Casualmente a pocos metros de allí, antes de la calle Defensa, estaba la comisaría de San Telmo. En una evocación involuntaria descubrió que recordaba perfectamente la cara y el físico y hasta la vestimenta del primer sujeto, y vagamente el físico y la cazadora del segundo. Pero Demetrio no hizo ademán de salir del camión y, cuando por fin el Negro subió por el otro lado tampoco sintió fuerzas para contarle lo que había visto.
El segundo hecho ocurrió cuando la recogida estaba a punto de terminar y la luz, grávida y perezosa, comenzaba a dejar tenues pinceladas. Una bonita muchacha de unos quince años o más, formada tal y como le gustaban al Negro, de esas que darían la sensación de ser plenamente mujeres de no ser por una suerte de alegre desconcierto al caminar, pasaba apresuradamente con un archivador contra el pecho. Demetrio estaba a punto de señalársela al Negro, que estaba distraído con las bolsas, cuando vio cómo un hombre salía de un portal y empezaba a caminar justo detrás de ella. Antes de doblar la esquina, después de haberle mirado las piernas y las insinuadas nalgas con evidente detenimiento, se pegó a la chica y le susurró algo al oído. Demetrio advirtió que todo iba sucediendo con irritante claridad, de modo demasiado verosímil: ella se ponía rígida y comenzaba a andar lentamente y con la barbilla un tanto alta; de pronto ambos daban la vuelta y desandaban el camino, él cogiéndola de la cintura y ella arqueando la espalda, intentando evitar el contacto con la navaja. Fue entonces cuando una voz lejana resonó en el cerebro de Demetrio, que permanecía sentado observando a través del cristal las facciones desencajadas de la chica. Y ya esa voz cobraba sentido y se configuraba como algo similar a un grito de alarma cuando el Negro, sudando, subió al camión y le dijo que arrancase rápido, dale, qué esperas, vamos. Durante días y semanas estaría Demetrio repitiéndose a sí mismo que no había sido él, no él sino sólo sus manos y sus pies, irreflexivos y mecánicos, quienes habían girado la llave y habían arrancado rápidamente para no perder la luz verde del semáforo."

Andrés Neuman
Bariloche



Aquellos dedos tuyos...

Aquellos dedos tuyos,
dormidos como en lana,
urdían la caricia y sus efectos.
¡Tocar era tan fácil
y tanto me abrigaba
desnudar esos dedos
para tejer muñecos temporales!
Ahora tejo tu sombra,
que no es poco tejer cuando se ha amado.

Andrés Neuman Galán


Caída de la nieve

Jamás ha sido blanca:
en su origen empuja
sedimentos y tierra,
los negros, naturales
residuos de la vida.
No hay ninguna inocencia que perder,
la inocencia está al fin de la escalada,
lo virgen es impuro, se construye.

La nieve necesita
del barrido interior de la palabra,
de su aguda atención, de su rastrillo,
para tratar de ser
y sostener el blanco cada día.

Andrés Neuman Galán



Canción del insomne

Todo se vuelve oscuro
y es mentira la luz que nadie ve.
Nos deslumbran, nos ciegan.
Un café.
Es lo que necesito.
No es la sed.
Podré tocar la noche
y no temer su beso de una vez.
Que acudan otros héroes a los sueños:
yo prefiero quemar la lucidez
mientras duren mis párpados. Café.

Andrés Neuman Galán


El paraíso literal

Brilla sin anunciarse.
Apenas hace falta alzar la vista.
Es un ofrecimiento
que la vida nos hace silenciosa
esperando que sean dignos ojos
y digna la alegría.

Sencillamente azul dentro del pecho:
qué dicha haber llegado
al lugar donde estaba.
Hoy quisiera
no añadir una coma
al cielo literal de cada día.

Andrés Neuman Galán



"Es curioso porque cuando nacemos siendo solo cuerpo y cuando tenemos lo que se llama uso de razón ya hemos tenido uso del cuerpo, es decir que en ese sentido llegamos tarde a nuestro cuerpo, es una paradoja.
Eso muestra hasta qué punto la construcción del cuerpo es cultural, porque, efectivamente cuando empezamos a pensar en nuestro cuerpo ya llevamos conviviendo con él bastante. De hecho, empiezas a pensar en tu cuerpo de manera bastante tardía. Hay gente que no empieza a pensar en su cuerpo hasta que envejece y le empieza a fallar. Desde ese punto de vista sería una buena pregunta cuál es el punto de inflexión. Muchas veces, creo que nuestro vínculo con el cuerpo, y esto es lo interesante, siempre es imaginario… Nuestro vínculo con el cuerpo es poco físico. Esto es una paradoja que se explica por la especie de océano cultural que media entre nuestro propio cuerpo y nosotros porque: primero, si pensamos en qué es un cuerpo bello inmediatamente nos remitimos a Grecia, y en Grecia todas las artes plásticas erigieron un canon  de belleza física que es muy anterior al conocimiento científico objetivo y material del cuerpo. La anatomía como ciencia se desarrolló cuando ya llevábamos mucho tiempo de representación de desnudos. Es muy interesante porque, en teoría, ahora que la ciencia conoce casi todo de nuestro cuerpo, nuestro canon de belleza de algún modo más o menos inconsciente se sigue remitiendo a la representación del cuerpo cuando no se le reconocía científicamente, es decir que todavía, siglos y siglos de ciencia después, nos imaginamos el cuerpo más estéticamente que materialmente.
Por otra parte, la forma de tomar conciencia del cuerpo, muchas veces, es el cine, la poesía, la fotografía, la pintura… Es decir que lo más a mano que tenemos es el cuerpo que, además, no lo vemos. De ahí la fascinación narcisista por el espejo. Curiosamente tomamos conciencia de nuestro cuerpo cuando lo vemos representado artísticamente y, entonces, hacemos un desvío estético, necesitamos verlo representado y problematizado en otro espacio para regresar y decir: “¿Y el mío qué? Ahí empieza el conflicto."

Andrés Neuman Galán


“Es verdad, el placer da esperanza.”

Andrés Neuman Galán



"Espejos anteriores, recibidme sin causar una herida, como el aguaque nos refleja el rostro al zambullirnos. Quiero saber quién va conmigo a cuestas y temblar al revés de la corriente igual que alguna vez entre las olas mi padre ahogaba todos mis temores adentrándose más, alzándome en sus hombros. Noto cómo bucean los ancestros que se me adelantaron y que iban a consumirse frente al horizonte. Así nada la sangre, errática, incompleta manoteando al borde de los cuellos. Sobre tu cuello me elevaste, padre, yo me aferraba a ti sin darme cuenta de cuántos más nadaban estirando los brazos con nosotros.
Padre, dame un espejo pero no los reflejos conocidos sino su voz ausente, obtengamos a flote una memoria, tú ve delante y yo te alcanzaré, sé que avanzas y nos consumiremos, vecino de la tierra, ancestro, padre mío."

Andrés Neuman
Mística abajo



“Hay hombres que hablan genial, conozco a muchos. Pero casi ninguno sabe callarse.”

Andrés Neuman Galán


"Hay mediodías como copas de radiante vino. Yo bebo de su cóncavo presente y fluyen los tejados, las antenas que enredan sus trayectos, los parques invernales donde orinan con bella simetría dos ancianos. El licor desmesura los colores. Pero más bien podría sintonizar mi olfato y adivinar la trama de la lluvia, un cierto hedor en la mañana que pronto manchará de amargo líquido el recipiente como un cráneo de la tarde. Entonces bajará turbia la atmósfera, se adherirá a los postes, los balcones a los que asomarán las brujas de mi casa con velos de plañir de 4 a 8, me arrastraré por las esquinas y encontraré a dos gatos mordiendo los collares de perros que han huido. El ánimo del día no es más que la figura de un cuadrado: uno recorre ingenuo su perfil sin esperar que un vértice depare el precipicio, una indolente línea recta y luego un breve ascenso a la alegría. Por eso ahora espero a que se rompa este instante en su vértice más claro. No ahora exactamente. Ahora río."

Andrés Neuman
Década



"Hay que poetizar las llamadas fealdades, repoetizarlo todo, empezando por el cuerpo."

Andrés Neuman Galán


"Identificar la escritura con la denuncia puede sin duda reducir al escritor. Pero también a las víctimas: el énfasis mecánico y monográfico en sus padecimientos contribuye a fijar su papel, a petrificarlas simbólicamente. En la novela El lugar del cuerpo, del joven Rodrigo Hasbún, el narrador se pregunta: «¿Debía mencionar el nombre de su país por primera vez? ¿Hablar por primera vez, desde su literatura, de las condiciones sociales y económicas de su país, lamentables, injustas, dignas de siglos anteriores? (...) ¿No era eso de lo que había huido siempre, desde su primer libro, la aborrecible tendencia de los escritores de país pobre de hacer sociología? (...) Para ella eran más reales las nociones sencillas, los temores a los que estuvieron sometidos los seres humanos desde el principio, pequeñas fobias y esperanzas. La necesidad de entender el juego propio, finalmente idéntico al de los demás: no lo que sucede en las calles sino en la habitación, en el baño, en la cocina."

Andrés Neuman
Como viajar sin ver



Jardín del cementerio

Una hoja resbala desde el árbol
y es tu mirada la que, vuelta mano,
detiene su caída unos instantes;
luego toca la tierra humedecida
por la blanca llovizna del verano
y se confunde
con un montón de hojas arrugadas.
Huele a calas, jazmines, crisantemos.

Das media vuelta y piensas
en cuándo serás tú, si caerá nieve.
Escribe un nombre propio el tiempo
en cada lápida
y sin embargo, hermosas,
cuelgan pequeñas flores del almendro.

Andrés Neuman



“La gramática no cree en la reencarnación. La literatura, sí.”

Andrés Neuman Galán


“La identidad es una frase que tiene su sintaxis, que avanza, se rectifica, se subordina.”

Andrés Neuman Galán



"La infancia es un lugar donde todos cantamos las mismas canciones y memorizamos los mismos anuncios de televisión. No sé muy bien dónde estuvo mi infancia."

Andrés Neuman Galán


“Las que saben lo que quieren nunca quieren nada interesante.”

Andrés Neuman Galán



"Me gusta pensar que cada idea pide inventar su forma. Como un asombro que sale en busca de palabras y estructuras que al principio desconoce. Siempre me ha atraído la posibilidad de transgredir los géneros como modo de acercarlos y mezclarlos. De residir más bien en las fronteras, que es donde suceden los intercambios más intensos. No podría vivir sin historias y personajes, pero para mí el punto de origen y retorno de cualquier temblor verbal será siempre la poesía."

Andrés Neuman Galán



“Me temo que existen dos tipos de alienación: la del trabajador explotado y la del trabajador de vacaciones. El primero no puede pensar, le falta tiempo. El segundo sólo puede pensar, y esa es su condena.”

Andrés Neuman Galán


“Mis nervios se calman con la lectura. Falso. No se calman: cambian de dirección.”

Andrés Neuman Galán


“No fue triste. Dispersé sus cenizas y reuní mis pedazos.”

Andrés Neuman Galán



"No hay nada más espléndido que las manchas color albaricoque de su cuello, que se estira y se pliega cuando atisba los flancos. Hace tiempo que la estudio y, de momento, lo único que he conseguido averiguar es que duerme por la tarde, se pierde por las noches y se asoma de este lado sólo al mediodía, cuando el sol le acentúa las franjas del lomo y enciende sus pupilas piedra pómez. Desde el día en que la encontré, distraída, clavándose un colmillo en el labio con delicadeza, no he dejado de imaginar la cacería. ¿Quién cazaría a quién? Desde luego su boca promete el vértigo, la sangre, el rito de la muerte ágil. Mi arma es esta pluma: suficiente al menos, para sucumbir con dignidad. Ese temblor del costado, de las rayas de su vientre al respirar, me salpica la vista, me obsesiona. Su dulce rugir de pequeña catarata me persigue cuando sueño. Al despertar, en cambio, sueño con perseguirlo. Ella tiene demasiado olfato como para dejarse sorprender en una página. Haría falta una novela, quizá varias, para poder albergar la esperanza de que bajase la guardia por un instante, en mitad de algún párrafo. Pero para hacer eso necesitaría estudiarla durante años. Al fin y al cabo, todo consiste en engañar al tigre. El hambre, algunas veces, la obliga a acercarse con encantador disimulo y relamerse. Si todavía no me ha atacado es porque, de momento, le agrada esto que escribo, o al menos le hace gracia a su coquetería. Por mi parte, estoy dispuesto al sacrificio: la supervivencia es tan mediocre... Sé bien que le importo poco, que para ella soy, básicamente, un curioso trozo de carne. Aunque también sé que, si transcurre un par de días sin que nos veamos, ella busca cualquier pretexto par regresar y rondar mi cuento. Incluso a veces me hace el honor y decide afilarse las uñas delante de mis ojos, frotándolas contra un árbol con una lentitud exquisita. Otras veces he notado cómo se demoraba al marcharse, mientras dibujaba hipnóticas ondas con su cola manchada. Y aún más. Estoy seguro de que en su guarida de fiera inconmovible, en las noches de luna clara, se siente sola. Y de que a veces, también, hace un esfuerzo y me recuerda."

Andrés Neuman
La mujer tigre



“Que me empuje a ignorar mis propios defectos. Eso es lo fundamental en la cama con un hombre. No lo que yo veo en su cuerpo: lo que él logre que yo vea en el mío.”

Andrés Neuman Galán




“Recuerdo que una vez, en una cena, un tipo le preguntó a mi hermana si vivía sola. En un gesto de humor no muy frecuente en ella, mi hermana respondió: Sí, estoy casada.”

Andrés Neuman Galán


Ropajes

Decirte que te amo es una historia
de mustias obviedades.
Sería preferible que leyeses
amores novedosos,
canciones que mitiguen por las noches
tus raptos de inocencia.

Mis trajes de soldado no son más
que miedo a la batalla.
Y peores mis trajes de turista,
como si la aventura de las calles
pudiera seducirme.
Por si no lo sabías nunca logré emigrar,
sigo habitando en sábanas, las mismas
que humedecí de niño
cuando aún no te amaba y todavía
no había mojado tus sábanas.
Mi única destreza es protegerme.

Decirte que me ames es un pleito
de lenguajes más hábiles que el mío.
No sé nada de espejos,
no entiendo una sonata,
callar es la virtud que no merezco.
Ojalá te bastasen las delicias
de los mundos y las tardes
que no me pertenecen.

Decir te amo suele ser asunto
de obvias melancolías.

Andrés Neuman Galán



"Siempre me falta algo: precisamente por eso sigo escribiendo. Por lo menos me sobra entusiasmo."

Andrés Neuman Galán


“Siempre me ha costado ir a los cementerios. Nos educamos creyendo que madre y padre hay uno solo, hasta que allí comprobamos que hay millones, y todos están muertos.”

Andrés Neuman Galán




“¿Tienen que ver con el amor, los celos? Tienen que ver: combaten. Probablemente se aniquilan. ¿Tienen que ver las fantasías con el matrimonio? Tiene que ver: conviven. Probablemente unas sostienen al otro.”

Andrés Neuman Galán



"Todos los mitos clásicos son un modo indirecto de expresar el asombro por el cuerpo. Ícaro, por ejemplo, hace un descubrimiento trágico de su cuerpo y es devuelto violentamente a la tierra, su cuerpo no era lo que él quería. Sísifo tiene una carga que habría que pensar hasta qué punto es distinguible de su propia vida o de su propio cuerpo. La mitología está llena de conflictos con el cuerpo. Por no hablar de Aquiles, incluo hasta el día de hoy hemos construido toda una ideología del photoshop que tiene que ver con no mostrar nuestro “talón de Aquiles”. Photoshopeamos nuestro talón de Aquiles. Por eso creo que la mitología es muy corporal."

Andrés Neuman Galán


“Un lugar para los muertos es un refugio para los vivos.”

Andrés Neuman Galán



Y que rápido vamos...

Y que rápido vamos,
ligera recompensa,
qué prisa iluminada.
El penúltimo paso es el más dulce.
Ojalá todos fueran el penúltimo.

Andrés Neuman Galán





















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