A Panamá

¿Hasta cuando mi patria idolatrada
por la discordia te veras manchada
llenándote tú misma de baldón,
de tus hijos la sangre derramando
por un poder efímero luchando?
dice: ¿acaso te falta corazón?

¿Te falta inteligencia? no, mentira
que en tu alma brilla la celeste pira
que da a sus escogidos el señor
¿hasta cuando tu zaña que intimida,
hasta cuando esa lucha fratricida
que conduce a la ruina y al dolor?

¿Por qué no ves el desaliento impreso
en la faz bendecida del progreso
que tus luchas condenan a morir?
Levanta ya tu noble altiva frente,
pedazo de la América valiente
prepara tu granDioso porvenir.

Levanta ya tu noble, blanca enseña
y a la esperanza que tranquila sueña
despiértela tu alegre sonreír,
patria de grandes hombres, patria mía
luzca ya de la unión el claro día
manda tus puertas al progreso abrir.

Prepara tus laureles y tus flores
El canto de tus dulces trovadores
Para el que cumpla tu feliz misión,
Para el que logre levantar el vuelo
y remontar tus alas hasta el cielo
y allá batir altivo tu pendón.

Álzate Panamá, mira tu suelo,
mira tus campos que bendice el cielo
y tus montañas que tu adorno son;
une tus hijos con el eterno lazo
en un estrecho, fraternal abrazo,
sea tu divisa, libertad y unión.

Olvida el triste lóbrego pasado
y mira el presente desolado,
lucha y espera el porvenir con fé;
a las armas del ocio cabizbajo
sustituyan tus hijos el trabajo,
no más oculta tu riqueza esté.

¿Por qué vivir en inacción Dios mío
mirando en el hogar silencio y frío
cuando el oro se encuentra por doquier?
surcar la tierra con segura mano
he aquí el enigma, el misterioso arcano
que afianza de los pueblos el poder.

Luzca por fin el venturoso día;
que el labrador radiante de alegría
regrese a las delicias del hogar,
encontrando su alegre compañera
que a su consorte satisfecha espera
que llegue del trabajo a descansar.

Que leyendo el pedazo de una historia
que de niño ha ilustrado su memoria
encuentre el artesano su placer,
y al descansar de su fatiga, vea
que el trabajo se hermana con la idea
y hace del hombre venturoso ser.

Entonces de placer estremecida
¡mi patria floreciente y escogida!
yo escucharé los ecos de tu voz:
no más luchas ni lágrimas de duelo,
echa al pasado, del olvido un velo
que tus esfuerzos los secunda Dios.

Amelia Denis de Icaza


Al Cerro Ancón

Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.

Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?

¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.

Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!

Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.

Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.

Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo...
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!

Amelia Denis de Icaza


Amor de Madre

Amor inmenso, sin igual, profundo,
amor bendito que en el alma siento,
a quien le rinde adoración el mundo,
presta a mi lira tu celeste acento.

Presta a mi lira enlutecida y triste
el suave aroma que de ti se exhala,
que ha tu recuerdo el corazón se viste
para cantarte de vistosa gala.

Amor del alma, sentimiento santo,
blanca, entreabierta flor de la natura,
tú cubres la mujer de regio manto
y la colocas en sublime altura.

Que no hay ternura igual a tu ternura,
sentimiento purísimo y bendito;
ni hay para la mujer mayor ventura
que de un hijo escuchar el primer grito.

Compensación suprema que el Eterno
otorga a la mujer compadecido:
la gloria puso al lado del infierno
y al lado del dolor el bien querido.

Cuando entregada a dolorosa angustia,
una mujer padece sin consuelo,
como la flor abandonada y mustia
que rueda a la ventura por el suelo.

Cuando llora tal vez desesperada
teniendo en el pesar los ojos fijos,
cuando al bajar incierta la mirada
ve alrededor sonriéndole sus hijos.

Entonces ¡Oh gran Dios! cambiase en risa,
su supremo dolor, todo lo olvida,
con el materno amor se diviniza
y en su pecho los junta estremecida.

Perdón Señor! exclama arrepentida
yo debo bendecirte noche y día,
que tú quisiste embellecer mi vida
con ese amor, llenando el alma mía.

Amor de madre!.... el universo entero
se siente con tu aliento embalsamado,
único amor sin mancha y verdadero,
sin porvenir, presente ni pasado.

Amor que nada pide, nada espera,
que de si mismo satisfecho vive,
que la infeliz impúdica ramera
como sagrada redención recibe.

Amor de madre en la modesta choza,
en la humilde casita del obrero,
del rico en la mirada voluptuosa,
amor, amor del universo entero.

Ama la madre el hijo cuando siente
que su seno de un ser está animado,
lo idealiza, lo sueña, lo presiente,
mientras llega el instante tan deseado.

Nace, y al contemplarlo temblorosa,
en la embriaguez de su pasión inmensa,
lo abraza, lo contempla, lo reboza,
loca lo adora y en amarlo piensa.

Las noches pasa en inquietud constante,
olvidando su propio sufrimiento,
lo mueve, lo acaricia palpitante,
y se inquieta al más leve movimiento.

Pasan los años y el hermoso niño
crece, arrullado por su amor de madre,
y le forma un edén con su cariño,
y más le adora si le falta padre.

Si sola tiene que velar su suerte,
con que empeño tan tierno lo ha criado!
se juzga grande, se contempla fuerte,
y olvida su dolor y su pasado.

Con frente erguida en su morada pobre
a Dios le dice de esperanza llena,
Señor, Señor, que tu bondad le sobre
para él la dicha, para mi la pena.

Si el niño ingrato el abnegado empeño
de la madre infeliz olvida un día,
ella, intranquila, velará su sueño,
a Dios alzando su plegaria pía.

Y siempre lo amará!....bendito sea
el amor de una madre, sin segundo
sentimiento del alma, que campea
con todos los amores en el mundo.

Ama la madre al ser a quien da vida,
como la casta virgen a Jesús,
es el hijo la antorcha de su vida
su fe cristiana, su fulgente luz.

Hijo, dice la madre desgraciada,
hijo, dice también la noble esposa;
hijo, repite en la modesta choza
la ignorante mujer asalariada!

El mismo grito en toda la natura!....
grito que a Eva pobre y maldecida,
la hizo feliz en su morada oscura,
que fue con este grito embellecida.

Amor de madre religioso y santo,
sol que alumbra mi espíritu abatido,
por ti secóse mi ardoroso llanto,
y la tierra en Edén se ha convertido.

Con mis hijos la vida es tan hermosa!...
quiero vivir para gozar con ellos,
velar por su existencia cuidadosa,
y trenzar sonriendo sus cabellos.

Besar sus ojos, que mi ser reflejan
a mi pecho estrecharles conmovida,
llamarlos en la noche si se quejan,
y que me llamen madre: esta es la vida!

¡Gracias! ¡gracias! Señor Omnipotente
gracias porque me diste ese tesoro!
también mis hijos doblarán su frente
para adorarte como yo te adoro!

Amelia Denis de Icaza


Dejad que pasen

El poeta lucha, sin luchar, ¿qué haría?
Sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón del bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.

Paso a la juventud, dejad que vuele
alzando alegre sus primeros trinos
si le quitáis las alas, ¿cómo puede
sin esa fuerza abandonar el nido?

Dejadle sus ideas, sus ensueños,
larga es la lucha, ruda la batalla
tiene la inspiración muchos bohemios
que serán las lumbreras del mañana.

No olvidéis a Rubén al poeta niño
que al preludiar sus infantiles cantos
de zarzas le sembraron el camino
que atravesó con sus primeros pasos.

Dejad la juventud, sus gallas flores
necesitan la sabia de la planta,
no le quitéis sus bellas ilusiones
dejadla con su fe, con su esperanza.

No lanzéis vuestro dardo envenenado
sobre la juventud que ama y espera
dejad que goce en el festín humano
mientras la sombra de los años llega.

Yo me aparto dejándoles la senda,
por saludarlos al pasar me inclino,
y aquí en mi corazón tienen la ofrenda
de aliento, de entusiasmo y de cariño.

No penséis en la crítica del sabio
si hay luz y claridad en vuestra mente
yo también he tenido mi calvario
y el que puede luchar todo lo vence.

Heroica juventud, alzad la frente
el genio es luz irradiación divina
el que lleve esta luz será el más fuerte
para luchar en la sangrienta lidia.

No abandonéis cobardes el palenque
la gloria ofrece al vencedor el premio,
dichosos los que llevan en la frente
la corona simbólica del genio.

Amelia Denis de Icaza



Patria

¡Oh Patria idolatrada!, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independiente.

¡Oh Patria! yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.

¡Oh virgen!, yo soñaba tu porvenir de gloria,
mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, la noble víctima de odiosa tiranía.

¿Qué has hecho? no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada,
tu rico y albo manto con saña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.

¿Qué has hecho de tu gloria?, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido,
de mis doradas playas besadas por las olas.

De aquellas blancas flores que el cielo nos ha dado
que forman de la istmeña justificable orgullo,
‘la flor del Santo Espíritu’ de aroma delicado,
que lleva una paloma guardada en su capullo.

¡Oh! guarda Dios piadoso mis flores adoradas,
que nunca los extraños profanen su hermosura,
¡guárdalas Ser Supremo! que vivan ignoradas,
que no llegue a tocarlas ninguna mano impura.

Y tú siempre tan bella, tan noble, Patria mía,
de todos admirada, de todos pretendida,
aliento y esperanza mi corazón te envía,
mi blanca flor istmeña del tallo desprendida.

Qué triste, sí, que triste la fratricida guerra,
y allá en mi suelo ístmico, el drama sin segundo,
y el grito de exterminio lanzado en esa tierra,
en el hermoso puente por donde cruza el mundo.

Aquel mi pobre pueblo, tan noble, tan valiente,
tan grande en esa lucha y en desigual batalla,
y aquella triste historia de Calidonia el puente,
sembrado de cadáveres por la infernal metralla.

Desesperada lucha, Colombia, y tú tan fuerte
contra el pequeño pueblo, la perla de tus mares,
contra ese pueblo libre, y heroico hasta la muerte,
¿qué hiciste de tus hijos? ¡hay luto en sus hogares!

Y sin embargo lloro, flameando está orgulloso
el lábaro que alzaron allá en mi patrio suelo;
pero ese no es el mismo que conocí glorioso,
que como santa enseña, me presentó mi abuelo.

¡Oh pueblo de Colombia!, tú no eres responsable,
que fresca está la tumba del noble San Clemente,
de aquel anciano digno, patriota venerable,
que por el voto unánime, subió de Presidente.

Palacio de San Carlos, vistierónte de duelo,
con un crespón ataron tu liberal enseña,
un ángel te guardaba, tendió por fin su vuelo
y con sus blancas alas, cubrió la faja istmeña.

Escucha Ser Supremo, la súplica ferviente,
que mi alma de rodillas eleva ante tu altar,
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llegue a profanar.

Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva,
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza, cual sombra fugitiva,
ni su soñada gloria como la flor de un día.

Amelia Denis de Icaza



Un Ramo de Resedá

DEDICADO A MI QUERIDA AMIGA
CONCHITA PEÑALBA DE ARGÜELLO
               
 Concha es tu nombre, Concha nacarada
                que guardas en tu centro como don,
                una perla riquísima y preciada
                que puso Dios en ti, tu corazón.
Existe en el idioma de las flores
un lenguaje tan dulce y seductor,
que los ángeles mismos lo estudiaron
para cantar sus himnos al Señor.

Ellas encierran cuanto el mundo tiene
de sublime y grandioso en su extensión,
y en sus pétalos guardan un perfume
que aspira con delicia el corazón.

Y cuentan que en la noche silenciosa
las vírgenes del coro celestial
aéreas y vaporosas las visitan
y se van en la aurora matinal.

Cuentan que Eva en el jardín divino
entre las flores se solía dormir
y que el perfume de sus frescos labios
triste y llorosa les dejó al partir.

Y me cuentan que Adán viéndola triste
una flor delicada se robó
que al mirarla proscrita y olvidada
el hurtado presente le entregó.

Ella, en recuerdo de su amor soñado
esa flor en su seno colocó,
arrancó una semilla del regalo
y en tierra americana la sembró.

Seca la flor en el ardiente seno
un aroma divino conservó
ella lo unió de su ventura al ramo
y su existencia con la flor juntó.

Yo te mando una copia de ese ramo
en tus manos Conchita bien está
Adán se la robó del paraíso
y le puso por nombre "Resedá".

Amelia Denis de Icaza
















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