A un pajarillo

Canoro:
te alejas
de rejas
de oro.

Y al coro
le dejas
las quejas
y el lloro.

Que vibre
ya libre
tu acento.

Las alas
son galas
del viento.

Celedonio Junco de la Vega


Blanca como la luz...

Blanca como la luz que el alba arroja,
pura como la flor que el aura mece,
por ella oculto, pero noble, crece,
este amor que locura se me antoja.

Cuando en llanto su faz la pena moja,
¡Cuán hermosa a los ojos aparece!
¡Tanto el pudor en ella resplandece,
que, al ensalzar sus galas, se sonroja!

Pero su corazón amor no altera;
Yo del suyo soñando con la palma
juré adorarla con el alma entera.

¡Mas todo ve con desdeñosa calma!
¿Qué alcanzará? Que grande, hasta que muera,
guarde entero su amor por ella el alma.

Celedonio Junco de la Vega



¿Será preciso que al gentil Nazario
le dirija un soneto escrito en serio,
para que pueda yo en mi cautiverio
recibir el pedido numerario?

Que vivo de los frutos del salario
no lo puedo tomar como dicterio;
pues nunca para nadie fue misterio
que no soy opulento propietario.

No me atrevo a clamar a San Porfirio,
porque fuera pecado bien notorio;
mas clamo a San Honorio y San Saturio,

por ver si así, calmando mi martirio,
manda, por San Saturio o San Honorio,
Nazario el numerario a mi tugurio.

Celedonio Junco de la Vega




Soneto sin la letra a

El sol en el cenit tiene esplendores
tiene hermosos crepúsculos el cielo;
el ruiseñor sus trinos y su vuelo;
corriente el río, el céfiro rumores.

Tiene el iris sus múltiples colores,
todo intenso dolor tiene consuelo;
tienen mujeres mil, pechos de hielo
y el pomposo vergel tiene sus flores.

Tienen sus religiones los creyentes,
tiene mucho de feo ser beodo,
tiene poco de pulcro decir mientes,

todo lo tiene el que lo tiene todo
y tiene veinte mil inconvenientes
el escribir sonetos de este modo.

Celedonio Junco de la Vega



Soneto sin la letra e

Con ojillos oscuros, luminosos,
ambas tan blancas como dos palomas,
cruzando prados y salvando lomas
hoy las vi con dos pícaros gomosos.

Iban con ambas pollas orgullosos,
cortándolas aquí jugosas pomas,
dándolas más allá lícitas bromas,
pasando así las horas muy gozosos.

Cuando callaron todos los rüidos
y la pálida luz agonizaba,
los pájaros volaban a sus nidos.

Y sus hojas la flor mustia doblaba,
y los cuatro cogidos por las manos
tornaron a sus casas muy ufanos.

Celedonio Junco de la Vega









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