Adiós

Las aves pasan, doble fila de duelo,
sobre el sentir primero de la Patria.
Tú las miras pasar, oh Laura, amada mía
desde el árbol en flor que fue tu tumba,
y emblema de mi no saber vivir tiempos futuros
(este tiempo de adulto como de tales técnicas y fechas).
y el otro santo rostro que hay en vos, Beatriz,
se embelesa de reflejos en la tarde de nieve y sangre del Principio.
¡Oh, cuánto, cuánto amor aún en ti duerme, corazón,
probablemente destinado a tus cuatro puertas cerrar,
y tus alcobas cuatro, en el día de a la tierra retornar!
Con ironía se miran simétricos dibujos en cien partes del alma,
mas la verdad desemboca, de pronto, en el corazón de Pilar
desde la balaustrada del gran edificio sobre el monte,
dando lugar a las heladas, los vientos y las lluvias
en el mísero papel de este morir.

Alfonso Vázquez Alonso




De pronto en la memoria, al fondo del espejo,
al fondo del reloj,
en la verde cuadratura del tiempo
sobre mis colinas,
con el segundero de las aves haciendo venir
la cascada del cielo a mis pulmones,
he aquí la tarde antigua
en que mi corazón labró en ocaso
la figura del ángel de la nostalgia,
el paso de la divinidad
sobre los rosas apriscos consagrados,
el ropaje pardo y amplio de la olvidada soledad.
He aquí la tarde en que una gran corriente mítica
hilaba la distancia entre el cielo y la tierra,
sobre los jardines inundados
de durmientes blancas doncellas.
La tarde del mundo caído,
la tarde como un gran vacío en el ojo del Creador.

Alfonso Vázquez Alonso



El mundo frío en la noche con sus grillos de hielo.
Las demasiadas posibilidades para pensar cualquier cosa.
Este planeta en la noche; esta intemperie en la intemperie.
El calor del pecado, sin embargo; el rojo
color caliente del pecado, sin embargo.
El dorado dolor cálido de la memoria.
Nuestra juventud sin amada, únicamente llena
de la obsesión por la incógnita del ser.
El abatimiento ahora
por la relatividad del pensamiento.
La necesidad de tener ahora el amor
que debiéramos haber tenido en la juventud
y los grillos funerarios, la monotonía funeraria
de esta noche en que anoto, añoro, lamento,
la lejanísima juventud.
Esta noche se sepulta a sí misma
como en un cráneo vacío, inmenso, negro.

Alfonso Vázquez Alonso


Entorno mi ventana en la noche que llega.
Tan blanco y fantasmal ha sido el día que eternos
había ya creído la blancura, el vacío y el insomnio.
¿Qué hay entre nosotros, azul crepuscular, pájaro grato,
silencio que recuerda?
Eterno es aún el día insomne en mi interior.

Alfonso Vázquez Alonso



Henos

Henos aquí, oh Reina de los callados labios,
blanca Rosa en mercurio, andrógino planeta,
henos aquí bajo el augurio de tu rosa blanca,
de mi rosa roja, tantas veces la primavera,
tantas veces las nupcias del árbol de la plata,
del árbol ya del oro,
henos aquí en lecho del horno y de la tumba.
Marzo arrecia contra los tallos de la juventud
en el jardín de nuestro amor y nuestra Infancia.
El viento corre al Norte sobre veleros muertos.
He aquí la tumba. Tu corazón late
como habiendo conocido el amor
en una época ya lejana. He aquí las rosas.

Alfonso Vázquez Alonso


La memoria

Sólo en ti la sabiduría, sólo en ti la verdad.

Tu corazón derrama fuego

sobre la tarde en sombra de mi alma.

Al espejo de oro de tus puertas

llamo ahora cuando, como el sol que muere,

oigo el silencio de la tierra.

Todo se ha ido. He perdido el camino

que iba de tus ojos al país de las distancias.

Tu suave cuerpo huidizo duerme lejos.

¿Me has dejado por siempre

en lo presente oscuro?

¿No habrás de visitarme, y dar estancia,

firmeza, y largo nombre a lo esperado?

En ti desnuda el viento

el corazón amante de otros días.


Caer, callar, hundirse en lo perdido.

Cosas hay en tu pecho que en ningún otro se hallan.

No puedo llegar sino al borde

del rumor de tu frente.

La serpiente de mi mundo sopla en el barro

indiferencia y falta.

Repetido hasta el hielo

el ser nada por mi alma.

Sólo por ti y antaño fue la voz de lo sido;

olvidó mi deseo, olvidó mi esperanza;

hoy es olvido y vacío

sin ti lo que me resta.

 Alfonso Vázquez Alonso



Las llaves luminosas

En las orillas hablo de un ajado silencio.
Tiéndeme tu mano, Soledad, desde el corazón azul profundo
del Reino del Origen, desde el jardín secreto
y siempre vivo del que se nutre la memoria.
Señálame a los dioses de tan antiguo tiempo,
de tan lejano amor. Haz que en mí renazcan
el júbilo del sol de mediodía,
la paz de las praderas bajo el cielo,
el oscuro presentimiento de la mar hacia el Norte,
la melancolía indecible
de los vientos cansados en la tarde sin voz.
En un país de maravillas (¡mi pequeño país!)
donde todo crecimiento y toda naturaleza
eran la luz de lo sobrenatural.
Dime, hermana mía, única diosa presente conmigo
sobre el polvo desde antaño,
¿tras todo este camino llegaré algún día,
como el viejo viajero bajo un viejo arco iris,
al umbral de la mañana renacida en Infancia,
al nuevamente amado País de lo Perdido?

Alfonso Vázquez Alonso



Querida amiga: blanca eres, rosa blanca en el hogar;
en este mar de así las cosas ser o las cosas estar.
Tímidamente braceas, a mí te vienes o de mí te vas;
el barco que canta mío, el que llora barco mío
sin rumbo en quererte mar.
Dulcemente te despojas de tus ropas
en el silencio de las alcobas, que antes de ti
olían a madres descuartizadas, a jirones de su piel
del hacha colgantes del caminante.
Yo me recuesto en los caminos, tortuosos pero leves,
infinitos y simples, del pensamiento.
Tu pelo aspira a llegar a tus labios para besarte
(negro para te besar).
Pequeña y suave eres como el sueño de las palmeras.

 Alfonso Vázquez Alonso


Soledad

Que no son para mí las alegrías,
la compañía y el oro de esta tierra.
A veces tras el viento un eco vago
del rincón más profundo del olvido
como un bello navío a la mar ahora triste;
a veces un destello de muertas azucenas
en un mayo ya eterno; mas la sangre
de mi ser permanece y quedamente avanza,
solitaria,
sin música ni beso ni ganancia.
Saberlo en soledad y dar el paso
que año tras año pende hacia la muerte,
y la lluvia sin límite me oprime.
La claridad que resta en esta tarde
es insituable ya entre las del día.
De la frente del campanario cayó la pena y fuese
con el viento.

Alfonso Vázquez Alonso




















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