Agacharse

Sentir el peso cálido.
Girar
previsora la vista, y saber
que no hay nadie.
Agacharse. Enrollar
el vestido, dejar en las rodillas
la mínima blancura
de la tela, su felpa
y el fruncido que abraza
la cintura y las ingles.

Mojar
con el chorro dorado,
tibio y dulce la tierra
tan reseca de agosto, el desamparo
sutil de las hormigas en la hollada
palidez de los henos.

Mezclar
su fragancia espumosa con el verde
vapor denso de mayo, sus alados
murmullos, la espantada
carrera de los grillos.

Y en invierno, elevar
un aliento de nube
caldeada, aspirando el helor
de hoja fría del aire.

Orinar
era un rito pequeño
de dulzura
en el campo.

Ada Barceló de Castro


Anunciación

Pues sí, he decidido que soy vieja
y he decidido además que voy a proclamarlo,
porque así no habrá malentendidos.

Soy vieja ¿pasa algo? Pasa
todo lo que ha pasado, todo pasa.
Ese momento clave
en que ellos se van con otra chica
y ellas se arman de lifting y armadura,
qué indecencia... Qué indecencia ser vieja
cuando sólo lo joven es valioso y se nombra.

Desde ahora, ya saben: Si no estoy
en la presentación o el cóctel no es por nada,
es por todo: por propia obscenidad,
es que soy vieja,
amo tanto ese hueco -mujer cóncava-,
de mi yo en la foto... Qué indecencia.
Si nadie es hoy viejo, ya me dirán ser vieja.

Perdón. Perdón por esta infame
desnudez a destiempo de los blogs
y el verano. Si no hay publicidad
que dé amparo a una vieja, me pregunto

a qué mi anunciación. Y en estas fechas.

Ada Barceló de Castro



Bienaventurados

Bienaventurados los conciliadores
que siembran armonías entre la gente,
en este mundo febril e indiferente
en que conviven las armas y las flores.
Los que conservan obrando con mesura,
la virtud elemental del optimismo,
y al mismo tiempo con las otras criaturas.

Bienaventurados los seres aquellos
que supieron encontrar el derrotero
hacia la gloria del triunfo con esmero,
sin dejarse deslumbrar por sus destellos.

Y bienaventurados los que abandonan
con donaire, la vana y necia porfía
en cuanto al caudal de la sabiduría,
cuyo valioso aporte jamás pregonan.

Bienaventurados por ser a toda hora
como aquel arrebolado despertar,
en que la enhiesta copa del ciprés dora
con sus rayos, la primer lumbre solar.

Ada Barceló de Castro



Dafne

Que tu luz no me busque, Apolo, porque soy una hoja
que vive con el viento.
Toda la savia es
una caricia blanda,
tengo verdes los brazos de besarme en las ramas,
de mirar en las sombras el cristal desvaído de mi cuerpo.
Los helechos me abren su corazón de agua,
poseo dos mil lunas ganadas al ocaso,
los tilos, el espliego, la frescura
de todos los diamantes que se mueren de frío,
las lianas que adornan
la libertad, el talle, las avenas,
mis pestañas, las rosas, los pedernales tiernos de los frutos,
las blancas mariposas donde beben su plata las raíces,
donde el bosque se espesa de semillas y muerte.
No deseo tu fuego, adoro la ceniza que es espora del trigo
y no quiero otro rayo que el resplandor redondo en las naranjas,
el cenit que atomiza la techumbre calada de los árboles,
los troncos como dioses,
las auroras cebadas en su vientre de polen solitario.
Es inútil que corras, porque este paraíso que fecundan tus ojos
me pertenece ya, es la textura
del fondo de mi carne
                                   y crezco vegetal
desde la dermis al vello más oscuro donde duermen los mundos,
es inútil que corras, inútil que me alcances,
porque tengo las plantas
vaciadas en la tierra
                               y el laurel
es ya un triunfo de oro en mi cabeza.

Ada Barceló de Castro


Meciendo

Duérmete en mis brazos
dulce niño mío,
duérmete pedazo
de luna de estío.

Si me haces caso
granito de trigo,
bajarán los duendes
a jugar contigo.

Ya se oyen sus pasos
¿sientes lo que digo?
duérmete en mis brazos
dulce niño mío.

Cerraron sus pétalos
violetas de octubre,
con besitos tiernos
mamita te cubre.

Yo te doy mi vida,
todito mi calor,
mis cosas queridas
mi mundo mejor.

Duérmete en mis brazos
dulce niño mío,
duérmete pedazo
de luna de estío.

Ada Barceló de Castro



Partirás de blanco toda

Cuando un día te vayas de mi lado
para estrenar de a dos tu propio nido,
algo de mí contigo se habrá ido
y algo de ti se habrá quedado.

Partirás vestida de blanco toda.
Y en la casa algo así como vacía,
habré de extrañarte desde ese día,
pasados los trajines de la boda.

Y cuando vuelvas feliz a visitarme
luego de transcurrir algunos días,
tendrás un rubor que no te conocía
¡y la misma manera de abrazarme!

Ada Barceló de Castro














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