Al vapor de la mañana

Al vapor de la mañana
hundí mis ojos,
toqué árboles, arcilla,
toqué elcolor con ellos,
toqué las pieles de las frutas,
las lenguas ásperas toqué
de los ganados
usando de dulce la verdura
en la humedad mis ojos se perdieron
con la dicha.

Alejandro Aura


Despedida

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.

Alejandro Aura


 “Empecé a escribir para acompañar mis poemas porque no tenía editor para el libro último y pensaba que el cáncer podía acabar conmigo en cualquier momento; el cáncer o un piano que me cayera en la cabeza; qué incómodo, me dije, que se quede inédito. Luego lo publicaron y ya embalado me seguí escribiendo diario como en una auténtica bitácora y acabado el primer libro de poemas me seguí con los anteriores. Aunque, no; una bitácora debiera recoger acciones y omisiones de la navegación, datos concretos, rutas y derroteros y yo más bien me he puesto a escribir con entusiasmo un cuaderno de varios temas que se me van ocurriendo y que a veces tienen que ver con sucedidos cotidianos, con mis sueños, con la comida, con mi estado de salud, con lo que estoy leyendo o con recuerdos antañones.”

Alejandro Aura


La rosa amarilla

Se encendió la rosa fulgurante
afuera de la ventana,

ha estallado una rosa,

parecemos las víctimas del incendio,
azorados, ávidos de su belleza.

Ahora todo tiene
color, contraste, vuelo.

Vengan a ver la rosa, vengan,

tiene un grito amarillo despiadado,
es un lujo, es una enhiesta vara
para golpear el cielo,

vengan a la rosa amarilla
que nos dejó perplejos
vengan a ver la rosa mía.

Alejandro Aura


Las casas terrestres

1

Amplio,
como el más amplio amor
es el espacio
donde las montañas
dan de sí su cuerpo elaborado;
sobre uno de estos senos de la tierra
pone su mano el sol
y se levanta.

2

Al vapor de la mañana
hundí mis ojos,
toqué árboles, arcilla,
toqué elcolor con ellos,
toqué las pieles de las frutas,
las lenguas ásperas toqué
de los ganados
usando de dulce la verdura
en la humedad mis ojos se perdieron
con la dicha.

3

Detén tu espesa y húmeda maraña,
viento;
párala un poco
mientras pasan mis ojos
a peinar la cabellera tenue de la luz.

4

Ay la rosa
fragante de
mi corazón
despedazada
por el amor
de la
ciudad,
amortajada
en humo,
desodorizada
ay la rosa.

5

Ponme una mano
en los ojos
para
ya no estarme viendo,
porque si sigo
me voy a estrangular
de rabia
que me tengo.

6

En la inmensa forma
de la noche
aparece la luna
para hacer constar
que el universo
es harto palpable,
como el cuerpo.

7

Por supuesto, que no creo
en la reencarnación.

Pero me gustaría saber
si naceré de nuevo.

Sólo por decidir qué cosas
puedo dejar para después.

8

El mal,
una naranja oscura;
el bien,
una clara naranja.
amor mío,
libérame.

9

La palabra
es lo menos,
es el cuchillo con que se corta
la sandía.

10

Mis ojos
como burbujas
se me deshacen
en las manos

Tengo en la garganta
un nudo ciego.
Voy a echarme
a volar
dentro de poco tiempo.

11

No hay nada más definitivo
aquí estoy puesto nomás
como una verruga
en la espesa nariz del mundo
y no hablo
sino para hacer que el tiempo
se detenga
y no llegue nunca
a la catástrofe final.

12

Con el dedo meñique
me rasco el corazón;
esta casa que hicimos,
estos muros cubiertos,
qué de color, qué de
violento gusto colgado
en las paredes.
Hasta los pisos
están llenos.
Este laberinto en el que
ya no nos perderemos
ni de chiste.
Mientras tú estás dormida
y sueñas que me voy,
yo sueño que me voy.

Alejandro Aura


“No puedo dejar de sentir una relativa orfandad. […] Ya desde la consulta anterior quedó apuntado que no habría más líneas de tratamiento de quimioterapia a las que acudir como no fuera repetir y recombinar algunas de las ya probadas, con el riesgo de que los efectos contrarios, que sabemos que son tan agresivos e inevitables, fueran más importantes que los posibles beneficios. […] Ante un panorama tan poco promisorio más vale suspender la quimioterapia y aplicarse a la búsqueda de tratamientos alternativos. Y en eso estamos.”

Alejandro Aura


Pera

Estaba yo pelando una pera muy quitada de la pena,
contenta de ir a servir de desayuno,
cuando de pronto noté el poco pudor
con que se dejaba eliminar la vestimenta
y cómo soltó en humedad que me escurría por lo dedos
un jugo lúbrico que me pedía cierto pudor que en esta
materia ya he
perdido
y no por eso la sentía menos densa y dulzona
acomodarse a la temperatura de mi mano;
la nombré suavemente la reina de las frutas,
la chupé, la mordí, la hice mía
y escribo su nombre para que no se borre en la memoria
de los
siglos: pera.

Alejandro Aura


Triste

No se puede escribir si se está triste,
el oficio se atasca, predomina la línea pedregosa
por la que no puede fluir ni una palabra cierta,
el paisaje es escombro de nombres sin sentido
y los ojos erráticos no se pueden fijar en cosa alguna,
transcurre un coche despacio por el siglo pasado de la
ventana
y se lleva arrastrando la poca magia que la imaginación,
sirvienta remolona del deseo, estaba queriendo construir
y queda sólo un tiradero de añicos vidriosos y salados,
no hay nada tan triste como un poeta triste
tratando de escribir en su tristeza.

Alejandro Aura





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