Alma de noche

Furtivo desciende de los negros bosques
un venado azul, el alma.
Es de noche y sobre los escalones musgosos
se ve una fuente blanca.

La sangre y un grupo de armas antiguas
murmuran en el valle de los pinos.
La luna brilla siempre en parajes derruidos;
embriagada por venenos oscuros,
máscara de plata inclinada
sobre el sueño de los pastores;
cabeza abandonada en silencio por sus sagas.

Oh, abre ella sus frías manos bajo arcos de piedra
mientras lento sube un dorado verano a la ciega ventana
y toda la noche se oyen sobre el verde
los pasos de la danzarina,
y la voz de la lechuza que llama al ebrio
en púrpura tristeza.

Georg Trakl


Canto del solitario

Armonía es el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques
se reúnen al atardecer en las cabañas silenciosas;
los prados cristalinos del corzo.
La oscuridad calma el murmullo del arroyo,
sentimos las sombras húmedas
y las flores del verano que susurran al viento.
Anochece la frente del hombre pensativo.

Y una lámpara de bondad se enciende en su corazón,
en la paz de su cena; pues consagrados el vino y el pan
por la mano de Dios, el hermano quiere descansar
de espinosos senderos
y callado te mira con sus ojos nocturnos.
Ah, morar en el intenso azul de la noche.

El amoroso silencio de la alcoba
envuelve la sombra de los ancianos,
los martirios púrpuras, el llanto de una gran
que en el nieto solitario muere con piedad.

Pues siempre despierta más radiante
de sus negros minutos la locura,
el hombre abatido en los umbrales de piedra
poderosamente es cubierto por el fresco azul
y por el luminoso declinar del otoño,

la casa silenciosa, las leyendas del bosque,
medida y ley y senda lunar de los que mueren.

Georg Trakl
Versión de Helmut Pfeiffer

  

Crepúsculo en el alma

Silenciosa va a dar al lindero del bosque
una bestia oscura;
en el cerro acaba quedo el viento de la tarde,

enmudece en su queja el mirlo,
y blandas flautas del otoño
callan entre los juncos.

En una negra nube
navegas ebrio de amapolas
la alberca de la noche,

el cielo de los astros.
Aún resuena la voz de luna de la hermana
en la noche del alma.

Georg Trakl


De profundis

Una mies ya segada bajo una lluvia negra.
Un árbol color café que se yergue solo.
Un viento susurrante que rodea chozas vacías.
Cuan triste es esta tarde.

Cerca de la aldea
Una tierna huérfana junta restos de espigas.
Sus ojos se agrandan, redondos, dorados al anochecer,
Y su regazo aguarda al novio celestial.

Camino a casa
Los pastores hallaron su dulce cuerpo
Pudriéndose entre los matorrales.

Soy una sombra lejos de oscuras aldeas.
He bebido el silencio de Dios
En un manantial de bosque.
Un frío metal huella mi frente.
Las arañas van tras mi corazón.
Una luz se apaga en mi boca.

De noche me hallaba en un brezal,
Tieso de mugre y polvo de estrellas.
Entre las hojas de avellana
Los ángeles de cristal seguían sonando.

Georg Trakl



"Hora de duelo, taciturna mirada del sol, es el alma un extraño en la tierra."

Georg Trakl


Horror

Me vi andando por habitaciones desiertas.
Las estrellas bailaban, locas, sobre el fondo azul,
Los perros ladraban fuertemente por los campos,
Y un viento salvaje gritaba entre los árboles.

Y de pronto: silencio. La tenue llama de la fiebre
Hace surgir flores venenosas de mi boca,
Y cae el rocío, pálido y chispeante, desde las ramas
Como desde una llaga, gotea y gotea cual sangre.

Por el engañoso vacío de un espejo
Surge desde el horror y la oscuridad
Un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín!

La cortina de terciopelo roza apaciblemente.
La luna brilla sobre el vacío a través de la ventana.
Heme aquí, a solas con mi asesino.

Georg Trakl


Humanidad 

Humanidad dispuesta ante bocas de fuego,
Torbellino de tambores, sombrías frentes de guerreros.
Pasos en la niebla de sangre; toque del acero negro,
Desesperación, noche en los dolientes cerebros:
La sombra de Eva, la cacería, el rojo dinero.
La luz se abre paso entre las nubes, la Cena.
El pan y el vino guardan un gentil silencio,
Y ahí los doce, una cifra, reunidos quedan.
De noche, bajo los olivos, gritan entre sueños.
Hasta la herida, Santo Tomás la mano lleva.

Georg Trakl



Melancolía

Sombras azuladas y esos ojos oscuros
que al pasar me miran hondamente.
El sonido del otoño se acompaña con guitarras
y en el jardín se disuelve su ceniza impura.
Las pesadumbres sombrías de la muerte
preparan sus delicadas manos.
De pechos opulentos beben descarnados labios
y en la piel dorada del niño solar
ondulan húmedos sus rizos.

Georg Trakl



Primavera del alma

Grito en el sueño,
por calles oscuras avanza el viento,
del ramaje aflora el azul primaveral,
el rocío púrpura de la noche adviene
y alrededor se apagan las estrellas.
Verde amanece el río, plateados son los paseos antiguos
y las torres de la ciudad. Ah, la suave embriaguez
de la barca que se desliza y el oscuro cantar del mirlo
en jardines de la infancia. Ya se aclara el rosado velo.

Las aguas murmuran ceremoniosas.
Ah, las húmedas sombras de la pradera,
el animal que avanza; intenso verdor,
los ramajes floridos tocan la frente cristalina;
vívido balanceo de la barca.
El sol murmura sobre las nubes rosadas de la colina.
Grande es el silencio de los abetos,
las graves sombras en el río.

¡Pureza!  ¡Pureza!
¿Dónde están las terribles veredas de la muerte,
del gris silencio pétreo, las rocas nocturnas
y las inquietas sombras? Radiante abismo del sol.
Hermana, cuando te encontré
en el claro solitario del bosque
era mediodía y vasto el silencio del animal;
blanca estabas bajo una encina silvestre
y florecía plateado el espino.
Poderosa la muerte y la llama que canta en el corazón.

Oscuras aguas rodean el juego de los peces.
Hora de la desolación, silenciosa vista del sol.
Es un ser extraño el alma en la tierra.
Sagradamente anochece el azul sobre el bosque abatido
y repica una sombría campana en la aldea;
compañía apacible.
Sobre los pálidos párpados del muerto
florece el mirto silencioso.

Suaves suenan las aguas al declinar la tarde
y en la orilla verdea con intensidad la hierba,
fulgor en el viento rosado;
el dulce canto del hermano en la colina crepuscular.

Georg Trakl




Salmo

Para Karl Kraus

Hay una luz que el viento ha extinguido.
Hay una taberna que el borracho abandona al mediodía.
Hay un viñedo, quemado y negro, con hoyos llenos
de arañas.
Hay una habitación cuyas paredes con leche se han
blanqueado.
El loco ha muerto. Hay una isla en los Mares del Sur
Dispuesta para el Dios Sol. Siguen tocando los tambores.
Los hombres ejecutan danzas de guerra.
Las mujeres mecerán sus caderas en lianas y flores de
fuego
Mientras cante el mar. Oh, nuestro paraíso perdido.

Las ninfas han abandonado los bosques de oro.
Han enterrado al desconocido. Una lluvia delgada
comienza a caer.
El hijo de Pan surge bajo la forma de un campesino
Que duerme al mediodía sobre el asfalto incandescente.
Los vestiditos de las pequeñas de aquella granja son de una
pobreza desgarradora.
Hay habitaciones llenas de cuerdas y sonatas.
Hay sombras que se abrazan ante un espejo enceguecido.
En las ventanas del hospital se calientan los convalecientes.
Un barco de vapor lleva epidemias sangrientas por el
canal.
Una extraña hermana vuelve a aparecer en algún sueño
maligno.
Descansando en el follaje de avellana, ella juega con su
destino.
El estudiante, o tal vez un doble, la sigue, espiando desde
la ventana.
Tras él se yergue su hermano muerto, o bien él desciende
por la vieja y tortuosa escalera.
La figura de una joven novicia palidece en la oscuridad
de los castaños.
Cae la tarde en el jardín. Los murciélagos revolotean en
torno al claustro.
Los hijos del portero dejan de jugar y van en pos del oro
del cielo.
Los acordes finales de un cuarteto. Una pequeña ciega
corre temblando por el boulevard.
Y más tarde, su sombra trepa por los muros fríos, oculta
entre cuentos y santas leyendas.

Hay una barca vacía, abriéndose paso por la tarde en el
oscuro canal.
En la lobreguez del viejo asilo se desmoronan ruinas
humanas.
Unos huérfanos muertos yacen junto al muro del jardín.
Ángeles con las alas manchadas de fango salen de grises
habitaciones.
Caen gusanos desde sus párpados amarillentos.
El atrio de la iglesia, oscuro y en silencio, como en los
días de la infancia.
Vidas anteriores se deslizan por ahí con pies de plata,
Y las sombras de los malditos descienden a las aguas
quejumbrosas.
Dentro de su tumba, el mago blanco juega con unas
serpientes.

En silencio, se abren los dorados ojos de Dios sobre la
morada de las calaveras.

Georg Trakl



"Siempre vuelves de nuevo, melancolía, oh dulzura del alma solitaria."

Georg Trakl



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