Alma en pena

A la orilla de mi cuerpo
sentada
miro hacia atrás
pensando si todo ha sido
o si fue sin ser
nomás.
Si fueron o no invenciones
del alma que se defiende
del corazón que le tiende
ilusiones
persuasiones
sombras nomás de su sueño.
O es que está por verse ahora
que nunca nada ha existido
si dije rosa
la rosa
deshojándose
cayendo
si dije amor
no me mates
de ausencias
un fatuo fuego
si en los ojos creció ciego
olvidándome
olvidado.
Hay que ver cuantas razones
para esta razón incierta
cuanto penar por un sueño
un tal vez
nunca soñado.
Si soñar no cuesta nada
qué caros los resultados
en pena el alma
si es alma
en pena el sueño
si es sueño.
Y en la noche una luz mala
Hoy somos
si nos oímos
está por verse mañana
mañana
si estás despierto
Pero quién pone su oído
entre la tierra y el cielo
para saber si está vivo.

Clara Silva


Atardeciendo

Si pudiera decirte
si pudiera
en una vidalita
largamente
donde mi voz
nocturna de garganta
volando
se extendiera
en un lamento
por la tarde triste.
Si pudiera decirte
si pudiera
en contrapunto azul
de mate y cielo
tu ausencia de este amor
amor de ausencia
en el bordón de una guitarra
oscura
Si pudiera, por siempre
si pudiera
edificar la casa
de barro y manzanilla
y en el nido de sombra
adonde el huevo de la muerte
amarte a cara limpia
verdadera
en una vidalita
triste como la tarde

Clara Silva



El rigor de la corona

Le pusieron su nombre
en la pila de piedra
creada de pronto
sin saberlo
ni pedirlo
al imperio transido de la carne

Entró por la sal y el agua
al destino de su cuerpo
Como una espada suspendida
semejante al amor
era el infierno

Crecía en la libertad de sus razones
y no sabía que huésped invisible
ponía en sus manos
las llaves del secreto

Hasta que un día
entró en la oscuridad del espejo
y conoció su cara verdadera
bajo el rigor de la corona

Clara Silva


El sillón de hamaca

( A Rosa, mi madre )

Vuelve a la infancia
vuelve
al paraíso.
Sólo entonces
entonces
en tus dientes
crecerá la alegría.
Vuélvete niña
vuelve
a las magnolias pálidas
al ramo de tu pelo
de salvaje negrura
enternecido
abre las viejas puertas
de la ausencia
donde, caras mordidas por la tierra
bocas oscuras en las moradas campanillas
te llaman despacito
clara, clara. . .
Bajo la parra de la muerte
ácidos sus racimos,
en el sillón de hamaca
dos trenzas sueltas
sobre el batón vacío
van y vienen
van
se van.

— "Y a Dios quién lo hizo, madre?
—"Algunos dicen que amor .
— "Y tú qué me dices, madre?
—"Que sí, que tal vez, que no.

Vuelve al principio
vuelve
a la luz enterrada de un idioma
intentando existir
y no ser nada.
Huele la madreselva
y en tu estómago
la marea del tiempo
subirá en bocanadas de amargura .
Hoy es siempre
hoy es nunca.
en el patio de damero.
Las aguas del aljibe
están secas
y el eco resuena en el fondo de tu alma
por dentro.
La fuente está en la mesa
y se enfría .
Dónde están
dónde están los de esta casa.
Ya no hay nadie que venga a sentarse
y con un rumor de afelpada memoria
alce su cucharada de ceniza
a los paladares secos de la sangre.
Se han ido todos
uno a uno
al jardín que los cubre de hojas
de estaciones, de lluvias
de silencios
acomodándose al rocío.

—"Madre, yo quiero la luna
—"Es de muerte su color.
Cierra pronto la ventana
antes que la cierre Dios. .."

Golpea el llamador el aire ciego
golpea el sordo oído de la casa
su tímpano de cardo y manzanilla
la intimidad solemne de los gatos
del moho, del gusano, del suspiro.
Tan-tan, tan-tan. . .
El caracol se esconde.
Quién será. . quién será? . . .
Enmudecen los grillos.
Por los ojos del sapo pasa la luna llena
en los charcos dormidos.
Ya no hay horas
Qué llave abre esa puerta?...

Clara Silva



El vestido negro

Se inclina al borde del tiempo
y ve su cara
su otra cara espectral
navegando en la noche
cerrada a la culpa misteriosa

En sus ojos cansados
más allá del hueco de la tierra
el pájaro inmóvil de la muerte
en la fascinación del cielo.
Y sus manos caen del olvido
amontonando palabras inertes.

Quiere saber cual es la que se acaba
confrontar sus medidas
si es la enemiga que habla por su boca
o la otra sin culpa
que sus padres pusieron en el suelo
mirando el vacío de las cosas
Como su anillo no tiene herederos
pone una señal para encontrarse
detrás del vestido negro
donde tal vez haya una puerta para el alma
y el serafín aparte la condena

Pero la viña
–como dijo el Profeta–
sólo tiene un racimo entre las piedras.

Clara Silva


Guitarra en sombra

De pie
febril inventada
por ruidos radios papeles
exige cuerpos mañanas
exige brazos
urgente
de sus noches
bocas puentes
entre ayer
y hoy casi atrás
la pareja que la ensancha
en sábanas abrazados
en horas
que son relojes
de arena
seis campanadas
campanas sobre el cemento
campanas duras
cerradas
campanas de nafta al viento
avisos timbres motores
cuidado que el rojo pisa
el verde está de costado
éste es un asalto
quietos
nadie mire para atrás
si mira, ay,
quién encuentra
lo que perdió sin llorar
un número para el sueño
señores
hagan lugar
para esta guitarra en sombra
cantar de aquella ciudad
de madreselva y amor
de candor y de arrabal
ciudad que me va delante
ciudadana de su andar
cuánto y nada
transcurriendo
entre su andar y mi andar.

Clara Silva


Me doy a ti
 
Me doy a ti sin prevenir el cómo,
de olvidada razón desprevenida,
amor entra en mi sangre con tu vida
y a mi vida le quito lo que tomo. 

Hendida por tu vida me desplomo
hiriéndote en la herida de mi herida,
alta la noche de suspiro olvida
lo que va de ceniza en el aromo.
Echada entre los dados de la suerte
acepto lo que das no lo que imploro,
que no implora el amor lo que provoca. 

Iluso amor en su codicia fuerte,
desemboca en la plaza como un toro
desatando la muerte que lo invoca.

Clara Silva


"Qué busco, qué no busco, vacilante?
Apurando distancias vanamente
a un tiempo soy amor, amada, amante."

Clara Silva



Quién tira la primera piedra

El Nuevo Testamento
se derrumba
cuando lo lees
cómodamente instalada en la cama.
Una plegaria sorda
a la imprecación que corre
por las calles.
Estás sola y culpable
de esos muertos que vigilan la tierra.
Estás muerta y salvada
en la ciudad que construye su historia
entre el clamor
y la oscuridad de sus gritos.
Es imposible navegar entre dos aguas
y ser su propia sombra.
Pero quién tira la primera piedra
y pone en juicio al hombre
atormentado
entre sus cruces?

Clara Silva


Te pregunto, Señor

Te pregunto, Señor,
¿es ésta la hora
o debo esperar que tu victoria nazca
de mi muerte?
No soy como tus santas,
tus esposas,
Teresa, Clara, Catalina,
que el Ángel sostiene en vilo
sobre la oscuridad de la tierra,
mientras tu aliento
tempranamente las madura.
No soy siquiera como aquellas
que te siguen humildes
en el quehacer del pan y la casa,
pero amamantando tu esperanza
sin saber de tus graves decisiones.
Soy como soy
yo misma,
la de siempre,
con esta muerte diaria
y la experiencia triste
que guardo en los cajones
como cartas;
con mi pelo, mi lengua, mis raíces,
y el escándalo que hago con tu nombre
para oírme;
y tu amor que revivo en mí cada mañana,
masticando tu cuerpo
como un perro su hueso.
Y nada me ha cambiado,
me derriba en el cuerpo de mi sombra
cada acto de amor, cólera o llanto,
espadas que me cruzan y te cruzan.
De todo lo que fue,
de lo que espero,
el alma se me quema.
Y no fulgura.

Clara Silva















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