Amor infortunado

¡Pobrecito mi amor!, se está muriendo
bajo el golpe fatal de lo imprevisto;
agoniza mi amor, triste y gimiendo,
solo y tan resignado como un Cristo.

¡Se me murió mi amor! Tan sólo, dijo,
el nombre de la amada indiferente.
Yo le puse en el pecho un crucifijo,
cerré sus ojos y besé su frente.

Y envolví su ataúd con lo más bello
que a la vista tenía, todo aquello
que me gané en la lucha: rosa y palma,

lo bajé de la fosa al negro fondo,
y lo dejé enterrado en lo más hondo
del triste cementerio de mi alma.

Cruz María Salmerón Acosta



Azul

Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela,
bajo la paz azul de la mañana,
¡color que tantas cosas me revela!

Azul que del azul cielo emana,
y azul de este gran mar que me consuela,
mientras diviso en él la ilusión vana
de la visión del ala de una vela.

Azul de los paisajes abrileños,
triste azul de los líricos ensueños,
que no calman los intimos hastíos.

Sólo me angustias cuando sufro antojos
de besar el azul de aquellos ojos
que nunca más contemplarán los míos.

Cruz María Salmerón Acosta



Bienvenida

Para el alto poeta Andrés Eloy Blanco

Un pobre poeta, que casi no existe,
de los que han quedado, como ayer dijiste,
aquí con sus llagas, que no olvida Dios,
perfumadas siempre de flor de poesía
un tierno e ingenuo saludo te envía
que por ser tan triste parece un adiós.

Desde mi sombrío y eterno retiro,
esta tarde, el buque donde viajas, miro,
y sufro mirándote ante mí pasar,
pues quiero y no logro dar unas palmadas
con mis dolorosas manos mutiladas
que ya ni la pluma pueden empuñar.

No sé por qué, viendo tu buque, he pensado
en el barco donde me vine abrumado
de la misma pena que debe sufrir
el que para siempre se ha despedido
de todas las cosas que más ha querido
con una infinita ansia de morir.

No creerás que, en tanto tu buque al golfo entra
acá en la ribera del norte se encuentra
un bardo que mucho lamenta no estar
con el noble pueblo que hoy va a saludarte,
para con el pueblo también aclamarte
con la voz que nunca habrás de escuchar.

Mientras que sus versos mi musa te canta
la queja que a veces sube a mi garganta
con una sonrisa logro contener;
y el corazón mío palpita tan duro,
que a mí me da miedo, porque me figuro
que dentro del pecho se me va a romper.

Yo hubiera querido, hoy en mi aislamiento,
hacer, olvidando la pena que siento,
lo que en su clausura hace el ruiseñor,
que a pesar de su ansia de espacio y follaje
trina tan alegre como en el ramaje
que oyó sus primeras canciones de amor.

Llegas a tu cuna cuando muere el día
y nace la hora de la poesía.
Cuando más nos pesa del duelo la cruz,
y finge el lucero triste de la tarde,
en el cielo, un cirio fúnebre que arde,
y al sol que agoniza envía su luz.

¡Cómo evoco ahora tu gran “Canto a España”
que tanta belleza poética entraña!
Yo siento, evocándolo, el goce interior
que se siente ante una risueña pradera
donde hay mariposas, y por dondequiera
un pájaro vuela y se abre una flor.

En él las estrofas parecen diamantes
y fingen los versos hermosos cambiantes,
y todo el poema semeja un joyel.
No tienen las perlas más ricos fulgores,
no pinta paisajes con más bellas flores,
la luz que en el lienzo derrama el pincel.

Poeta: eterna será tu memoria.
Más grandes laureles reserva la gloria
para coronarte. Vé de ellos en pos,
mientras yo me quedo aquí con el alma
ya sin ilusiones y una sola palma
la que da a los mártires la mano de Dios.

Cruz María Salmerón Acosta


Caricia postrera

Su balandra arriba a mi ribera
lirios de espuma sobre el mar deshoja,
y luce al sol la tricolor bandera
cual una llama gualda, azul y roja.

Soy feliz cuando me habla la viajera
A pesar del pesar que me acongoja,
Y del llanto que ayer vertí en su espera
Y del que hoy aún mis ojos moja.

La tarde abrió sus múltiples pendones,
Y ante el adiós de nuestros corazones
Lloramos juntos como dos hermanos;

¡mas, me alivié al notar que ella tan mía,
era al fin la mujer que recibía
la última caricia de mis manos!

Cruz María Salmerón Acosta


Cielo y mar

En este panorama que diseño,
para tormento de mis horas malas,
el cielo dice de ilusión y galas,
el mar discurre de esperanza y sueño.

La libélula errante de mi ensueño
abre la transparencia de sus alas,
con el beso de miel que me regalas
a la caricia de tu amor risueño.

Al extinguirse el último celaje,
copio en mi alma el alma del paisaje
azul de ensueño y verde de añoranza;

y pienso con oscuro pesimismo
que mi ilusión está sobre un abismo
y cerca de otro abismo mi esperanza.

Cruz María Salmerón Acosta


“En esta época hay muy poca gente que crea en el destino. El mío es muy triste, y hasta creo que en algo tiene que ver, culpablemente, el nombre que me pusieron: Cruz significa cosa de tumba, y María es nombre de mujer.”

Cruz María Salmerón Acosta



Mirándonos

... A la señorita Conchita Bruzual Serra

Entre tus ojos de esmeraldas vivas
te miro el alma, de ilusiones llena,
como entre dos cisternas pensativas
se ve del cielo la extensión serena.

El colibrí de tu mirada riela
sobre el agua enturbiada de mis ojos,
y de tus célicas mejillas vuela
un crepúsculo rosa de sonrojos.

Hilo por hilo la ilusión devana
y urde sueños de fina filigrana
la araña de mi vaga fantasía.

Porque creo cuando me miras y te miro,
sale volando tu alma en un suspiro
y embriagada de amor cae la mía.

Cruz María Salmerón Acosta


Piedad

No era ni amor lo que ella me tenía;
era tal vez piedad, lástima era,
porque mi oculta pena comprendía
y ella se compadece de cualquiera.

Hoy que voy recobrando mi alegría,
animado quizás de una quimera,
se va tornando mucho menos mía,
como si ella ya no me quisiera.

Yo sí he formado de mi amor un culto,
y en tanto aquí mi juventud sepulto
y la aureola del martirio ciño.

¡No me quites, Señor; mi sufrimiento,
si es que habré de perder con mi tormento
la conmiseración de su cariño!

Cruz Salmerón Acosta


Suplicio

Cuando vieron mis ojos tu silueta querida
acercarse a la puerta de mi eterna clausura,
me creí que volvía para mí la ventura
que perdí en los mejores abriles de mi vida.

Emoción inefable, dicha nunca sentida,
me causó la presencia de tu regia hermosura,
y tu sana alegría derramó su dulzura
en la inmensa amargura de mi alma dolida.

Ante tu despedida un dolor me exaspera;
ser para ti tan sólo un amigo cualquiera
a quien pueda olvidarse por cualquier otro amigo.

Y un profundo sollozo se me escapa del pecho,
porque en vano deseo levantarme del lecho
en que ha tiempo me angustio, para irme contigo.

Cruz María Salmerón Acosta


“Yo todavía amo la vida y no quiero desprenderme de ella mientras amor florezca en mi corazón y en mi alma trine la Poesía.
Estoy aprendiendo a hacer de mi vida un sueño agradable y ya estoy como bajo la influencia de una alucinación amorosa...”

Cruz María Salmerón Acosta






No hay comentarios: