Ángeles caídos

I
La luz se hizo ángel
y habitó entre nosotros.
En el abismo
como ángeles caídos,
renacemos con las alas heridas
y con la soledad clavada en el rostro.
Renacemos
para amarnos unos con otros,
desde la miseria de nuestros pecados.
Para acercarnos
con las manos olorosas a trigo,
abundantes de vida.
Sólo sentimos
el eco de las palpitaciones
del corazón humano,
dispuesto para nosotros
como lo está un reloj
para el tiempo no eterno.
II
Sin la sombra de Dios
nada resplandece.
Las palabras de nadie,
colapsan los edificios
de las frases triviales,
dichas para no decirse.
El mar
es una visión terrorífica,
infestada de barcos fantasmas.
Un báculo
se tiende a los suplicantes,
asidos a las contemplaciones.

III
El paraíso se abre...
Los ruidos de las bestias,
se confunden con los de las aguas.
Hombre, ángel, bestia,
desencadenan los furores celestiales...
Se hacen uno para siempre.

IV
Ágiles sin sus alas,
van los ángeles de belleza profana.
Desplumados
de mirada florida.
Calzan la pena,
enervan sus sentidos
en los placeres mundanos.
Bailan
nuevas danzas,
visten
nuevas ropas...ajenas a sí mismos.
Se acicalan
con la dicha
del que ya nada espera,
con la visión perdida
de lo que se ha tenido.
Se regodean
en sus primeros gustos.
¡Ah! los ángeles caídos,
ya libidinosos,
ya vencidos.
¡Ah! los ángeles caídos
de pieles manoseadas.
Se les ve destructores
y corruptos.
Inciertos
como las promesas...Taciturnos.
¿Quién conoce sus pesares
en las desolaciones?
¿Quiénes entre sus iguales
desmemoriados?

Adelaida Rodríguez Garnica


Consideraciones

Y mis ojos se abrieron...

Contemplaron por primera vez
el mundo.

Sólo supieron de belleza.

Luego,
llegó a ellos el dolor y concibieron el llanto.

Después,
percibieron el tiempo y el cansancio.

Entonces,
imaginaron la eternidad y se cerraron
para siempre.

Adelaida Rodríguez Garnica


Cuando llora el poeta

Cuando llora el poeta...
sus lágrimas de plata
desbordan mares de tristeza.

Cuando llora el poeta...
se anega su sonrisa
y sus ojos adquieren el tinte de la nada.

Sus versos ya no son los de antes,
no juguetean entre la belleza de las cosas,
sólo se esconden
o flotan entre las páginas de la amargura.

Sus palabras...
cubiertas por el frío de la desilusión,
se hacen ininteligibles,
casi mudas.

Cuando llora el poeta...
se opacan los coloridos celajes
que llevan los sueños al infinito,
y el universo mismo le reprocha.

Es su llanto,
un húmedo milagro
que recorre las mejillas.

Es su llanto,
fresco bálsamo
que alivia pasiones truncadas.

Contémplale en silencio,
tiene la gracia de un pequeño niño
al que se le negaron sus antojos.

Admírale...
pero nunca preguntes por su pena,
no quites la magnificencia
a ese precioso instante.

Simplemente...
deja descansar su alma.

Adelaida Rodríguez Garnica


Paradoja

Todo aquí
tiene una existencia contraria...
Las manos se encogen
como algas muertas.
Los ojos
liberan sus brillos estelares.
Ramilletes de labios
se despegan.
Y ambos nos alejamos
con la sutileza de los cuerpos sin sombra,
que desean hasta el desmayo
nunca amarse.

Adelaida Rodríguez Garnica


Voces secretas

El silencio
en un rincón agazapado
se ríe,
repite tu nombre
con sus voces secretas...
¿Cómo callar al silencio?
que alguien me diga,
cómo callar al silencio
y decirle que no existes.
¿Cómo no hacerlo?
si su voz es dolorosa.

Adelaida Rodríguez Garnica





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