Aprendiz de poeta

Sólo abre la ventana y respira la luz del sol,
los dolores se evaporan poco a poco, gota a gota,
con la brisa dulce de tus montañas
con las manos de un mar de sueños
o con mi sonrisa de duenda veloz,
que pinta de magia
los rincones anónimos de mil errores,
o para regalarte un arco iris
en la esquina de un bar,
para que bebas de mi alma.

Sólo soy aprendiz de poeta
cantando por las calles de mi barrio
versando vidas en las catacumbas de un trabajo
haciendo el amor a las rutinas
para fundir los miedos a fuerza de versos
para cantar a las mentiras
de un gobierno decadente
para ponerle el cascabel
a la hipocresía globalizada
o, quizás, tan sólo,
para besar nuestros recuerdos clandestinos
cantar juntos la canción de la locura
en una tarde cualquiera,
desnudarnos bajo las estrellas
y anidar en la primavera de un poema.

Ana María Fuster Lavín



Estación al amanecer II: El artista

A Samuel Burgos Lugo

Primera parada

Sus manos verdes casi rojas
derramadas en el vértigo
coleccionan silencios malabares
como el hambre de las certezas
y es que duelen las arenas movedizas
cuando no son bocetos para una esperanza
o como cuando no amanece la paz en los sueños
en esta isla que ya no amanece
pero el artista no se detiene.

Segunda parada

Se mira la piel y pisadas
y los colores se prisman hasta desaparecer.

—¿Y qué hay de las cadenas?, se pregunta—
ese miedo a los espejos oscuros
al horizonte de cristal
azul casi ámbar negro
como aquel cuarteto rock ya desaparecido
todo lo que necesitas es amor
todo lo que necesitas es un carnaval de luz
pero siempre caemos sin remedio
caer sin redobles, caer sin cuerdas
tan sólo caer al abismo,
aun así, saber que hay un final.
Nuestra piel de isla fue desgarrada de realidades
hemos sido torturados y moldeados hasta el abandono
no nos importa,
sólo esperamos en la estación otro amanecer.

…………Pregunta el escultor,
…………¿dónde quedará la próxima parada?

Tercera parada

No hablamos,
sólo te observamos
¿cómo morir de distancias?
si ya hemos muerto aquí.
Sólo el artista sabe renacer los relojes…
Sin ojos miramos el reloj tic tac tic tac
mas como un canvas en blanco
el tren tampoco llega
y el andén se llena de hastío
tú yo ellos nosotras sombras todos
mientras, el poeta imagina instantes
como candados para el ruido,
todos los ruidos,
y escapa un gemido
o, tal vez, un grito en el camino.
El miedo sigue devorando nuestras pisadas
no es miedo,
sino pánico al reciclaje de pasados
o a la falta de un motivo para vivircrearamar.

Última parada

Seguimos esperando,
a la distancia,
el escultor nos observa en silencio
sin voz sin ojos, los demás
sólo deambulamos unos contra otros
una y otra vez….
sin más,
el zumbido del rocío avisa el final
recogemos nuestras palabras y recuerdos
mientras él moldea nuestras sombras
y las guarda en una mochila azul color espejo.
A lo lejos escuchamos otro amanecer,
mientras permanecemos inmóviles entre estas paredes
el artesano
se aleja poco a poco hasta la siguiente estación.

Ana María Fuster Lavín


Lágrimas de Selene

Llueven lunas sobre la ciudad
lágrimas de Selene encadenada a un adiós,
cuando la sangre de una poeta humillada
encharca silencios cansados, dormidos,
y sus dedos son crisálidas asilando ilusiones olvidadas:
Son mariposas que divagan en los laberintos,
por calles vacías de palabras
drenadas por la mentira de una sociedad de consumo
por la obscenidad de un gobierno carcomido
o de un amor desnudo en cuerpo sin alma.

Llueven estrellas sobre un balcón de olas
y la sonrisa de Selene evapora los dolores.
Una poeta subversiva lame sus heridas
ungida en la espuma del mar
y despierta de un vértigo onírico
para peregrinar islas y continentes
condenando traiciones y mentiras
flagelando los silencios o pariendo versos
que visten de almas miles de cuerpos
quizás cientos, o tan sólo uno.

Llueven noches sobre un libro desierto
y los dedos de Selene paren nuevas historias.
Una poeta irreverente cambia un réquiem por un canto de vida,
o la necrosis de los ideales por vivas esperanzas,
vaciando relicarios de promesas renegadas.
Y una ciudad constelada resurgirá de las tinieblas...

Ana María Fuster Lavín


No me salves 

no me salves
que el silencio diga
lo que el tiempo perdido al grano de arena
--¿cómo culpar a una gaviota de volar océanos?--
no me salves
no soy frontera de país desierto
habito libre en agua de horizontes
ardiendo de página a página
cada libro que peregrina luces y sombras
--¿cómo no arrancarme la ropa del pasado?--
no me salves
que tan soy un cuerpo de papel
repleta de las voces de los días
de pequeños fuegos humeando versos
como párpados iluminando palabras
para sombrear el despertar de las manos
que el tiempo diga
lo que el silencio perdió en la arena

Ana María Fuster Lavín



















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