Así como el atleta

Mi cuerpo es como un pájaro. Me alzo
sobre una cordillera de gorriones.
Las alas me empujaron en el salto,
se me llenó la carne de motores.

Hoy he vuelto a la vida. Libre, gano
mi oficio milagroso de ser hombre.
He tocado una nube con mis brazos
y le he robado al águila su polen.

Quise sentir el mundo, lo delgado
del límite del día con la noche.
Corrí sobre la pista del milagro
indagando el secreto del azogue.

Debí de ser gacela, ardilla, gamo
perseguidor del aire de los bosques.
Mi pecho respiraba como un campo
lastimado de músicas y flores.

Luché contra el equipo de los nardos
y el fuego de amarillos girasoles.
Competí con la pluma de los pájaros
y el latido voraz de los relojes.

Sin sentir en los músculos cansancio
llegué, libre, a la meta.
Desde entonces
traigo una lluvia nueva entre mis párpados.

¿Fui yo? Nadie creyera. El horizonte
se me llenó de cánticos y aplausos.
Hoy le vencí a la vida en el deporte
de alcanzar la alegría con las manos.

Ángel García López
De «Tierra de nadie»



Besarte no es amor, es irte oliendo

Besarte no es amor, es irte oliendo
igual que huele el macho a su collera;
es saberte paloma mensajera
al gavilán las alas abatiendo.

Besarte no es amor, es ir pidiendo
besana donde hundir mi sementera;
es ser igual que el toro en la pradera
huyendo de la hembra y embistiendo.

Igual que el ciervo oculta el baluarte
donde el celo resiste y le reclama,
así mi boca llega hasta tu boca.

Porque besarte entonces, no es besarte.
Es dejar en los labios la proclama
donde la sangre asusta de tan loca.

Ángel García López



"Cada obra es indudablemente hija de su tiempo, los poemas de ahora no son los mismos que hace 30 años. Yo, que soy ya un vejestorio, no tengo mucho criterio porque los árboles me impiden ver el bosque. Hay voces continuas repitiendo fórmulas extrañas siempre apoyadas en el surrealismo, pero desde un realismo sucio, a lo Bukowski, de una preocupación social y política; el mundo de la crisis contemporánea que hace que la gente se enerve... Pero bueno, dentro de eso, la poesía no es más que una y se puede vestir con muchos ropajes, pero la POESÍA con mayúsculas siempre será Poesía."

Ángel García López


Contigo a las orillas del atlántico

Amor, contigo sólo y con la ola
en risa nueva y prisa apresurada.
Que tu boca me aloca, desbocada,
con bocados de mar y caracola.

Amor, ¿estoy contigo a solas, o la
luna cambia mi sombra desvelada?
¿O es tu boca la poca, la tasada
punzada que me toca y que me inmola?

¡Oh, cuánto mar, amor, diese, daría,
si beso el vaso, el cántaro suave
de la boca que libo y que me aboco!

Si llego, llaga amante, a la bahía
del claro faro que remonta el ave
tu mucho pico que besando es poco.

Ángel García López


De cuando no sabía las letras de tu nombre

Porque tu nombre estaba todavía
sin estrenar los labios, porque era
un acertijo más, una pulsera,
un trino de gorrión que no sabía.


Porque tu nombre estaba como un día
sin pájaros, oasis sin palmera,
fuente que le faltaba torrentera,
risa que no encontraba la alegría.


Por esto, por tu nombre; porque estaba
sin decir, sin hacer, como un anillo
que no encontraba el cauce de su dedo,


yo te llamaba Espera; te llamaba
Hermosa, Emilia, Amor; lo más sencillo,
lo más desenredado del enredo.

Ángel García López




El baile

Porque tu pie no es árbol, sino vuelo,
paloma desmandada, extenso ramo,
la nota más viajera a tu reclamo
solucionó lo grávido del suelo.

Porque tu pie volaba por el cielo
con peso de sonoro miligramo,
la nota más viajera, como un gamo,
buscó lo forestal del violoncelo.

Y, entonces, fue la música. El Danubio
sonaba por un vals, y un gnomo rubio
danzaba entre los vuelos del vestido.

Tu pie giró al impulso de la orquesta,
y en los bosques de Viena una ballesta
fue preparada para herir lo herido.

Ángel García López


Hueles como el verano...

Hueles como el verano. Desde el calor, lentísimas,
se me ofrecen las jaras y, en tus hombros,
lo flexible del mimbre y el lentisco. Tienes,
debajo de tus brazos, un herbazal tranquilo,
olor a prado en celo y a retama de un monte.
Parece que vinieras de una casa sin nadie
con un carro de heno que asustara en los labios.
Estás como entregando una mensajería
de un lugar inconcreto que no sabe su nombre.
Tu oficio más propenso es hablarle a los tréboles
y hacer que en cada mano se haga grande un arroyo.
Abrazarte es lo mismo que ir oliendo una fábrica
donde el polen hubiese trabajado descalzo.
A través de tu boca se ha asomado una espiga
y hay un poco de mosto que va abriéndose paso.
No existe sitio tuyo que no ordene
mirar su procesión, más infidelidades
a las cosas restantes que arde al sol tu azotea.
Hueles a la corteza del pinsapo y del álamo.
Desde ti suena el mundo como el aire en las cañas
o el zorzal. Se despeñan los párpados a verte
y, al rodar, te visitan regiones augurales
que enloquecen en misa con su fiesta de pronto.
No es posible explicarte sino deletreándote
o enviando a la escuela la emoción de uniforme,
con zapatos de párvulo y un gran lazo en el cuello.
Amarte es despedirse abrazándote a un campo
que huele a regadíos y a un vellón trashumante
que hubiese ido de compras a una tienda de flores.
Exhalan tus dos pechos una jardinería
que asciende de las sábanas con que heredas la nieve.
Y está tu olor tendido, dentro de la hermosura,
con una piel tan blanca que te beso esquiando.

Ángel García López



Nevaba y te reías

Llueve la nieve y llueve en tu mirada.
La nieve nieva y llueve tan deshora,
que a tus ojos, tan negros, los decora
de una pequeña ruta de nevada.

Está nevando nieve enamorada.
La nieve por tus ojos se enamora
nevando tu mirar, que nieva y llora
la aurora del nevero deshojada.

Te ha nevado la voz, y, de repente,
tu risa abre a la tarde la alegría
saltando de tu boca como un copo.

Me has lanzado una bola hacia la frente.
Y ha vuelto a sonreír tu niñería
mientras beso tu risa y te la arropo.

Ángel García López




Palabras para colgar de una ventana rota

Este balcón da al mar.
Toco la espuma viajera, inagotable, de la orilla.
Sobre el balcón, volcado en La Castilla,
mis ojos dan al mar.
Lejos, la espuma dibuja un horizonte
que navega mi corazón.
Conozco cada grano de esa arena,
su nombre, su verano, su apellido.
Y el agua se me entrega
joven y dulce en la mañana.
Y canta su septiembre de sol.
En los cristales crece la flor de luz de los corales,
ruge lo azul de la escolar garganta del día.
Y aquel año, aquel desvelo que antaño fui, se asoma.
Y ve y en Rota esta ventana es mar,
y gaviota que le devuelve lo mejor del cielo.

Ángel García López


Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo

Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo
la carne y perfumó su corazón.
Desde entonces mi piel se ha acostumbrado
a dormir en una sola habitación.

Después de tanto tiempo de visita
los dedos aprendieron la lección.
Las brasas de por fuera son por dentro
distintas al tocarlas como son.

Andar entre tus cosas una noche
es igual que asomarse a algún balcón.
Los brazos se hacen huéspedes sabiéndose
un jubileo y una jubilación.

Desde entonces no hay nada que no sepa
a mercado y a venta de ocasión.
Quien puso en ti su boca ha conocido
las pavesas de su incineración.

Amar es muchas veces una herida
con una cicatriz de quita y pon.
Quien deja sus dos ojos en tus labios
enferma al encontrar su curación.

Ahora recuerdo cómo anduve a tientas
hasta oírle la voz a la emoción.
Quien puso en ti su mano ha sucumbido
al fuego de su propia combustión.

Ángel García López












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