Bajo la tormenta

Tras contemplar los cielos desplegados
en su rugir de piélago infinito,
la oscuridad se cierne como el grito
que al fenecer exhalan los ahogados.

Y al estallar los rayos despiadados,
con infernal reflejo del Maldito,
el retumbar de truenos, inaudito,
repetirá sus ecos duplicados.

Este fragor de dioses del averno
me hace sentir cual mísera criatura,
como banal y cómico pelele

que por dudar del tránsito a lo eterno,
en su temor, desborda de amargura
al añorar la luz que lo consuele.

Agustín Sánchez


Fui yo quien te amó

Quiero decirte con cálido acento
esto que siempre escucharme querrás.
Cuando en los años me rinda el lamento,
viejas palabras feliz retendrás.

Sabes mi puro, veraz sentimiento,
nunca un engaño conmigo hallarás.
Sólo entristezco, llorando mi aliento,
viendo que el tiempo sin mí pasarás.

Piensa que siempre te quise de lejos,
dócil, sumiso, seguí tus consejos,
trágico el sino conmigo luchó.

Mágico el hado que, viéndome triste,
pudo aliviarme diciendo no existe
dicha más grande que ser quien te amó.

Agustín Sánchez



Guitarra mía

Al pulsar tu bordón en mi alma siento
la voz grave, ancestral de lo profundo,
primigenio sonido de este mundo
que incansable repite el mar y el viento.

Al vibrar de tu prima, el firmamento
parece resonar en el rotundo,
fantástico cristal, limpio y jocundo,
que llena de ventura el pensamiento.

Cuando llora el arpegio entre tus cuerdas
la emoción es ternura y armonía
de viejos sentimientos que recuerdas.

Por eso en el dolor y en la alegría
tu mágico cantar nunca lo pierdas,
sonando hazme vivir, guitarra mía.

Agustín Sánchez


"Tras contemplar los cielos desplegados
en su rugir de piélago infinito,
la oscuridad se cierne como el grito
que al fenecer exhalan los ahogados..."

Agustín Sánchez











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