Barquitos de papel

Mi madre hace barquitos de papel
y me recuerda que de niña
los poníamos sobre la zanja
para verlos perderse.

Mientras dobla los papeles me comenta
“parecen de verdad”
y los va colocando en las aguas
¿tranquilas, tumultuosas?
de la repisa
donde el polvo a su voz
resplandece.

Cira Andrés


Delirio del Quijote

No eran de viento los molinos, Sancho,
sino de tiempo.
Ha sido desigual la pelea, tan difícil,
las aspas giraban hacia arriba, indiferentes,
y yo minúsculo abajo, en su sombra.
Eran de tiempo, Sancho
grandes conos erguidos y en la cima
un remolino indescifrable.
Hubiera podido ganar la batalla
pero equivoqué las armas
y ahora me hundo. Déjame ver tu cara
que perderé también y arriba
busca sólo el sol
porque no hay molinos de viento, Sancho.

Cira Andrés


Desnudo

I

Cuerpo, soledad, fantasma mío,
hoy descubro que existes y eres hermoso.
Has alcanzado el esplendor de los antiguos imperios
y contemplo pájaros y peces
que vienen a morir a tu orilla.

Buenas noches, la ciudad está temblando en ti.
No sé si es mía esta fragilidad, si es dolor,
o si es el sabor dulce de los muchachos
que llegaron tardíamente.

Habrá veranos, vendrán palomas otra vez
sobre el arco de tu espalda.

Cuerpo mío, frontera donde mis semejantes
se pudren y festejan
te regalo a las cámaras fotográficas,
a la luz, a los ojos que quieran contemplarte;
me deshago de ti, me burlo
porque no sabes conducirme
más allá del momento donde estoy
contradiciendo, hablando con los dioses.

Cira Andrés


Domingo

Estoy construyendo figuraciones
entre el papel y tu carne.

Escribí tu nombre y todo sucedió
una eclosión de esperanza, de aerolito
iluminando el curso de los sueños.
Pero te dejas ir
pasas envilecido de ideologías, normas,
dioses, autoridad y lluvia
-el agua cayendo me da ganas de tu esperma,
de abandonarme-.

En otros tiempos una llanura, una colina,
la playa de la infancia,
eran solo la belleza
que aún no había adulterado la memoria.
Ahora la consciencia los separa
y pone sobre ellos otra luz,
un velo que simula al arte.
Exploro tus caras,
la paradoja entre lo buscado y lo sentido.
No comprendí cómo conjugar la realidad,
separar lo teatral de lo escénico,
el relato visual y la visualidad de la palabra.

Perdí la gracia,
ese dulce descubrimiento
de que todo sueño ha tenido ya otras noches.

Estás como una traición,
un instinto de muerte.
Una regresión a la quietud.

Prisionera en las largas horas donde te exploro,
buscando el espejo que atempere
el dolor, la alegría, la equivocación.
De nuevo eres para mi historia,
tentación,
una floración de instante y olvido.

Cira Andrés


Estrellas fugaces

Siempre que las estrellas fugaces se desprenden
hacia esa otra noche
húmeda y lejana entre nosotros,
busco, rápido en mi memoria
aquel deseo
que sólo en su fulgor se realizara;
pero pasa en un tiempo tan veloz
que apenas alcanza para alertar los sentidos,
y maldigo luego mi pereza
y quedo pensando
cuál es,cuál será ese deseo,
el imposible,
que quisiera cumplir
por encima de todos mis deseos.

Cira Andrés


Mirábamos las láminas

Mirábamos las láminas en los libros infantiles
y queríamos un castillo, sus nubes azules,
el canal atravesando el jardín
y su puente.
Queríamos los trajes
-tan fáciles de trazar sobre el papel-
Queríamos conocer las ciudades
sus colores de relente.
Quisimos ser aquellos niños
de perfiles perfectos.

Pasados los años y olvidados
de tanta vana fantasía
buscamos nuestras pequeñas providencias
y no sabemos
si burlarnos
o sentir piedad.

Cira Andrés



Palabras 


Palabras que aúllan por mí,
sobrevivientes de las páginas que fueron
territorio del deseo,
de las amargas aguas de mis ojos.
Ruido de ciertas celebraciones
que todavía se derraman desde el silencio.
Superficiales, conminatorias,
erosionadas en el desamparo y las ambigüedades
sin fuego, agua, ni vientos
que las hagan extraordinarias, torrenciales.
En ustedes resucito viajes, imperios, fantasías
y hasta el hueco de mi propia sombra.

En ustedes me asaltaron los cuervos de Vallejo
-les dejé comer de mí-
y el amor se me volvió a veces oscuro, penoso.
Desnuda
estuve ante el tigre de Blake
perdida entre él y el hambre de mis sueños,
murmurándolas, custodiándolas
de los vicios y la rigidez.
A veces, en el silencio umbroso
se echaron sobre mí los lobos de Padilla
y fui su pasto, la presa, la carroña.
Delicada como un cisne me escondí tras los juncos
de los amores imposibles
y descubrí la más pura alegría
cuando Dulce María Loynaz
me regaló aquel amor súbito
por el joven Rey Tutankamon.
Dueña de aquel amor que no era mío
salí por las calles de la Habana como una loca, posesa.

Palabras simples, inexactas,
fatigadas de nostalgia y vanidad
también se tragaron las distancias,
abren túneles, abarcan, son resistencia.
Sonoras cruzan mi cuerpo, mis entrañas,
bestiales, hostiles
y bajan por mi centro
volviéndose líquidas, dulces flujos.

Dormidas en su resplandor
aguardan un destino de arcano o puerta.

Cira Andrés













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