Buscaremos a los dioses

Tú que sabes del tibio acento de las plumas
y del calor infinito escondido en la nieve
trata de penetrar en este vago porvenir de sueños
en prodigio de savia o rosa adolescente.

Recuerda que aún debajo del laurel
está la axila resplandeciente de un cuerpo lejano;
y encima del labio hay un sonido eterno
a muerte o esperanza calcinada.

Y recuerda finalmente que un día prometidos a la sombra
buscaremos juntos la comarca del silencio
y entraremos puros como pájaros sin límite
a contemplar la mirada altiva de los dioses.

Alfonso Sergio Calderón Squadritto


“¿Cuánto se demora uno en escribir cada crónica? A veces pueden ser 20 minutos, pero en ocasiones la crónica toma años de vida, de reflexión, de dolor, de pugna de sentimientos, de miedo, de orgullo, de vanidad, de pasión o de simple y necesaria paciencia.”

Alfonso Calderón


¿Dios o Diosa?

No son pocos los debates actuales, más en privado que en público, acerca de Dios como Ella, quitándolo de en medio como ser patriarcal. O de un El /Ella, aparejado en los viejos juegos del Sol y de la Luna, de Sansón y Dalila.

Al leer un volumen reciente, el tercero, del “Tratado de antropología de lo sagrado” (Editorial Trotta, Madrid, 1997), que se refiere a las civilizaciones del Mediterráneo y lo sagrado, veo que su autor, Julien Ries, recuerda que la aparición de la idea de divinidad es uno de los rasgos principales del Neolítico, alrededor del año 8.000 antes de Cristo.

La figura femenina preside todas las representaciones: sentada, sosteniendo a un niño, a un leopardo; en trance de parto, tumbada, inclinada hacia adelante. El culto a la mujer-diosa en Anatolia está probado por las figurillas encontradas en las múltiples excavaciones.

Hacia el año 2700 antes de Cristo, con los reyes de Onossos dominando el mar Egeo, “la figura central del panteón minoico es la diosa”. Las raíces del Dios-Mujer están, sin embargo, calificadas en el Paleolítico. Desde el año 25.000 antes de Cristo ésta, en las estatuillas, deja que se subrayen “los centros de los que emana su poder procreador” (Marija Cimbutas, “La religión de la diosa en la Europa mediterránea”). Lo sorprendente de estos estudios es que prueban que la Diosa del Paleolítico y el Neolítico, “creadora de vida por sí misma, realiza en sí el poder de la partenogénesis. Es la Diosa Virgen primordial que se autofecunda y que ha sobrevivido en numerosas formas de cultura hasta nuestros días”; parte de la mujer que podía “dar nacimiento y alimentar con su cuerpo a su propio hijo”, acto sagrado que se veneraba “como suprema metáfora divina”.

El embarazo de la Diosa se asocia a la tierra, en donde la germinación permitía el ciclo de la vida. Comienzan a verse, muy temprano, las tumbas cavadas en la tierra en forma de claustro materno. Se trata de nacer y morir, saliendo y volviendo al sitio sagrado de la madre.

Los hilos sutilísimos que se unen en los tejidos de la era arcaica griega llevan a meditar sobre el poder del hombre. El emplazamiento griego de Delfos, célebre por su oráculo, viene de la palabra “delphys”, que significa nada menos que “matriz”.

¿En qué momento se produce el relevo de la Diosa y su reemplazo por el Dios? No cabe duda de que los cambios de cultos, del lunar al solar, son expresión de esas transformaciones.

Tal vez —como se ha escrito— fueron las invasiones de los indoeuropeos (4.500 a 2.500 años antes de Cristo) las que aplastaron la cultura de la Diosa “e impusieron una estructura social patriarcal, una economía ganadera y un panteón de dioses predominantemente masculinos”. Sin embargo, la religión de la Diosa fue un rezago vivo en muchas culturas, lo cual permite saber que no es descabellada la pugna de hoy por hacer de Él, Ella.

Alfonso Calderón


En busca del designio

Buscad
labios perdidos,
lejos del eco imaginario
que despiertan unas plumas.

Buscad
corazones que saluden,
más allá del parpadeo
que nos une a la rosa.

Buscad la luz
más allá de los designios del alba,
en el rostro de unas voces desveladas
que subliman las últimas violetas.

Buscad
finalmente el silencio,
más allá del cuerpo que se mira
presagiando sollozos.

Alfonso Calderón


Eres el anochecer

Allí donde comienza el silencio,
estás tú,
toda deseo, toda extensión
como hierba o álamo solo
que recoge el instante puro de unos sueños
en la triste, tan triste presencia de unas manos sin venas,
blancas y solitarias como el dolor,
blancas y pausadas como el olvido mismo.

Alfonso Calderón



He visto

He visto atardecer tu rostro
en el desvío de unos labios
y al brillo del jazmín.

He visto como a pesar de tu aparición
sobre los cuerpos,
piensas en el fuego y la sangre confundidos.

He visto
que para tu silencio no bastan soledades
ni voces destruidas
y que en un llanto sostienes
las vigilias del alba.

A lo lejos,
mil azucenas te miraban
como en una angustia de hueso.

Alfonso Calderón



Huida del cuerpo

Recorriendo tus labios busco en cada beso
un sonido a flor o vena consumida,
amoroso afán de un corazón vacío.

En cada brazo que tristemente gime
un pájaro silencioso muere en tus dedos;
anhelando aéreo, fugitivo
esa catarata de cabellos deshechos
en ruidos de olvido.

Ay la rumorosa ternura que sacude las manos
cuando el cuerpo fluye gris y sin mirada
por los ojos escapando hacia el cielo.

Alfonso Calderón



"La escritura de 'ningún día sin una línea' es un desafío que me he hecho a mí mismo, y viene del sentimiento de culpabilidad de esos días en los que era un vagabundo del Dharma que más bien reescribía, derrochando los días, lanzándolos contra los muros como partículas de alta velocidad."

Alfonso Calderón


La muerte está en el olvido

Tengo estos huesos hechos a las penas.
Miguel Hernández

Este cuerpo ya sobra en el olvido
de un aéreo silencio vibrador
donde los años llegan con rumor
de arterias aplacadas sin sonido.

Esta tristeza devuelve el dolor
de unos muslos ausentes y perdidos
tal espuma interpretada en sabor
a sangre y labios consumidos.

Este ciego instinto de unas penas
en el atardecer angustiado de los huesos.
Este engaño de una sonrisa que apenas
en el fondo es un cielo o unos besos
y que en la muerte será un rostro espeso
que dulcemente ocultan unas venas.

Alfonso Calderón


Noche con alas

¿Quién se acerca
a los designios del labio?
¿Quién desnuda tus manos
en un brillar de venas?

Y al fin de la noche,
¿qué misterio párpado
Vio ocultarse la última estrella
tras el límite de tus ojos?

Alfonso Calderón




























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