Casi yo

Estoy casi de vuelta.
Sin bagaje. Náufrago de la noche.
Casi abierta.
A mi lado se acuesta – como un perro –
la sombra del desvelo de mí misma.
¡Cómo me llama el tiempo que no ha sido!
A él voy como al regreso,
como a la mar el río.
Y se rompen estrellas sobre la noche blanca
como se rompe en llanto una sonrisa..

Estoy casi de vuelta
aunque no me haya ido.

Amelia del Castillo


De pie

Si estoy de pie
es porque me levanto,
porque me empino
más allá de mi asombro y mi estatura,
porque no aliento cicatrices
ni fantasmas, ni pasado.

Si estoy de pie
es porque sigo andando,
porque me llama el viento
y me llaman la luz y los relámpagos.

Porque cantan los pájaros
(todavía)
y los niños sueñan
(todavía),
porque no preciso razones
ni respuestas.

Porque tomo mi cruz sin intercambios.

Amelia del Castillo


¿Enseñarte a querer?

¿Que te enseñe a querer?
El amor que se enseña no es el mío ...
¿Acaso aprende el mar a hacerse espuma,
o a recibir gozoso el ancho río?

¿Que te enseñe a querer?
No aprende el sol a calentar la tierra,
ni los luceros a encender la noche,
ni a empinarse orgullosa la alta sierra.

¿Que te enseñe a querer?
¿Acaso aprende el viento a surcar mares,
el árbol a dar sombra, fruto,
o a juguetear la brisa en los pinares?

¿Que te enseñe a querer?
Ni aprende el leño seco a hacerse llama,
ni a vestirse de verde la pradera ...
ni puedo yo enseñarte cómo se ama.

Amelia del Castillo


Es otra cosa

Salí a buscar el rastro del silencio y sólo hallé
el ladrido de los perros y al viento hostil mordiendo
la piel oscura de la noche.

No es que intente recobrar el canto
del ave en el alero, ni la pizca de sal, ni el pan al horno.
Ni siquiera la brújula que apunte al Sur,
o el sol del este, o la estrella Polar.
Es otra cosa.
Es este pisotear de nubes y de arenas.
Este aluvión de ruinas mirándome con hambre
en los espejos.
Es saber
que más allá del horizonte, detrás del mar y las orillas,
arando sangre a sangre por la espalda tenaz 
persiste el hierro.
Es saber
que no hay voz ni flecha ni relámpago
capaz de abrir a tajos  los ojos de las piedras.
Es este despedirme de mí misma
sin saber
si es partida o es regreso.

Amelia del Castillo




Estoy cansada...
Con el cansancio de los mares
después de la tormenta.
Con el cansancio de la lluvia larga
y de las piedras.
Si me aleteara un pájaro en el alma
se me ahogarían trinos por las venas,
si me alcanzara el tiempo
-cachorro juguetón en mi pereza-
se tendería quieto, quieto
junto al cansancio de mis plantas quietas.
Estoy cansada...
Con el cansancio de vagar conmigo
-casi extranjera
de este cansancio sin razón ni prisa-,
con el cansancio de las hojas sueltas
que van y vienen caprichosamente
acaso sin saber que ya están muertas.
Estoy cansada
de este cansancio que es estar despierta.

Amelia del Castillo


Mi corazón

tiene latido de lobezno,
el tuyo, sangre de paloma.
Si me habitas
tu sangre dulce me sosiega,
si me faltas
montes, selvas y riscos se me trenzan
y se trenzan el miedo y el rugido
y me crezco de pronto por la fiera..

Tu corazón,
tu amanecido corazón de ave
– Ícaro deslumbrado –
en qué azul,
¿en qué vuelo sin mí lastimará sus alas?
Y el mío,
mi corazón acerbo sin tu alivio,
¿en qué rincón de sombras, en qué huida
desgarrará mi entraña y tu paloma?

Amelia del Castillo



No es igual no

Ni el mar, ni tú, ni yo, ni nada.
Pero dibuja el sol hilos de luz
en los cristales del alma
y hay un niño dormido,
un puñado de sal, un reloj,
un surco, una semilla.

No es igual, no.
Pero galopa el potro del recuerdo,
y el horizonte en llamas
inquieta las cenizas
de tanto incendio ahogado.

No es igual, no.
Ni el mar, ni tú, ni yo… Y sin embargo,
ya ves: un ayer, un quizás, un hoy,
un todavía.
Un zumbido de acasos desperezando el tedio…
Y la espiga que nace,
y la raíz que muere.

Amelia del Castillo


No sé de dónde, pero vuelve.
Es el pájaro azul del hoy
el mañana, el todavía. 

Amelia del Castillo


Otoño

No es río que corre
ni huracán eso que gime y ruge
ni afuera se desgarran
el trueno y el relámpago.

Es el tren que se aleja
a tus espaldas
con su grito de perra en agonía.
El que pasa a deshora
llevándose tus huellas, tu equipaje
tus zapatos inquietos
tu sonrisa.
El que sabe tu nombre
el que atraviesa
tu mapa circular.

El que pasa. El que vuelve.
El que se aleja
dejándote las culpas
los recuerdos y el pedazo de espejo
que se afila.

Amelia del Castillo













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