Concurso de belleza

Se requiere mujer hermosa;
senos mirando al cielo de por lo menos
dieciocho pulgadas cada uno
torneando suavemente una
cintura tierna que las manos
puedan abarcar dentro de veinte pulgadas
más abajo treinta y seis esta vez
sobre la pelvis
todo será canjeado por un viaje alrededor
del mundo automóvil último modelo
maridos eventuales presentacioens en TV
anuncios publicitarios
y el mejor maquillaje a prueba de agua
que se conozca.

Bertalicia Peralta


Dos amigos

Dos amigos por la vida andan
juntos como hermanos
se trenzan por la misma vía
van como tiburones jadeantes invencibles
reman con sus dos fuerzas contra
una corriente que luego de discutida y analizada
resulta lamentable a ojos vista

hasta que un día
uno de ellos ciego cogido por la cola
rompe el hechizo

-el amor no basta-
los dos amigos se hablan luego sólo de vez en cuando
ya no se miran a los ojos
justifican un encuentro casual con intermitencias
aisladas
de allí en adelante
seguirán siendo tiburones jadeantes enflaquecidos
con un par de tristezas sobre el río.

Bertalicia Peralta


Es toda la soledad

Es toda la soledad quien está contigo
y te seduce
necesaria densa impávida como templo
al que aún no entras

recogida sangre la de tu vidamuerte
distraída tantas veces del horario sonoro
de la máquina que espera por tu sagacidad
crean números como serpientes
que comerán lentamente tu cráneo

y tu barrio de emociones se agolpa y milita
ojos han de salir a tus angustias
para llorar y barbas a tu corazón
para debilitar la esperanza que no morirá

y es que no muere esta vida inmortal
que te estoy heredando

Bertalicia Peralta


La casa del silencio

La casa del silencio
rómpese a menudo
y se escucha en el cielo
el tránsito del aire

sobre mi testa terca
prodúcese su impacto:
reconozco en mí misma
la imagen fiel del canto

capullo liso vuelve
a conocer mi mano
y en la ruta del labio
sangra lenta la herida

Bertalicia Peralta


La única mujer

La única mujer que puede ser
es la que sabe que el sol para su vida empieza ahora

la que no derrama lágrimas sino dardos para
sembrar la alambrada de su territorio

la que no comete ruegos
la que opina y levanta su cabeza y agita su cuerpo
y es tierna sin vergüenza y dura sin odios

la que desaprende el alfabeto de la sumisión
y camina erguida

la que no le teme a la soledad porque siempre ha estado sola
la que deja pasar los alaridos grotescos de la violencia

y la ejecuta con gracia
la que se libera en el amor pleno
la que ama

la única mujer que puede ser la única
es la que dolorida y limpia decide por sí misma
salir de su prehistoria.

Bertalicia Peralta


Si tu corazón te pide

Si tu corazón te pide el ropaje
del amor
nada puedes hacer para engañarle

no hay manto de avaricia
que sea capaz de hartarle
ni halago hipócrita que le reprima
ni suficiente oro en el mundo
para comprarle apaciguamiento

lo que vale a tu corazón ansioso
es sólo la compañía piadosa
cálida
del trabajo compartido
del alimento para las largas horas de vigilia
del susurro tiernísimo de los dedos
sobre la espalda
y siempre
y sobretodo
los ojos límpidos y confortables
-nido de ave en celo-
de ángel ciego del canto liberador

Bertalicia Peralta



Te miro y me cercioro

Te miro y me cercioro que cada día
estás más lejos de mí
y me divierte comprobar que el aire
nos circunda igualmente

en esta ciudad y en otra
debe pasar lo mismo a tantos conocidos:
es la hora de alejarse

recordaré el hueco sereno de tu vientre
o el color de algún pañuelo
quizás alguna palabra recogida en otros labios

alguien ha de decir un nombre y yo
quedaré paralizada un instante
un ave graznará y luego
sonreiré a esos ojos nuevos que desearán
para sí todo este amor que ahora te entrego

Bertalicia Peralta












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