"De repente noté cómo la lona de la tienda de campaña que me había echado por encima se pegaba al lado derecho de mi cara, mi cuello, mi hombro, mi pecho… Y pude sentir perfectamente que había cinco puntos de presión sobre mí: debajo del ojo, debajo del pómulo, en la mandíbula, justo debajo de la oreja, en el cuello y encima de la clavícula. ¡Era una mano! ¡Sí, una mano! Podía sentirla perfectamente. Se apoyó sobre mí y se quedó ahí no sé cuántos segundos. Pero sí lo suficiente como para que yo fuera consciente de lo que acababa de suceder y pudiera pensar en ello. No me sobresalté, no me asusté, no grité, no pregunté, no me moví, no me destapé, no abrí los ojos, no intenté mirar… No hice nada. Entendí perfectamente el mensaje y de dónde venía. Me acababan de decir: Miguel Ángel, no podemos —sí, en plural—, no podemos evitar que estés aquí viviendo esto. Tú te has colocado en esta situación. Libre albedrío. Pero ¡no estás solo!"

Miguel Ángel Tobías
Tomada del libro Los Guardianes de Javier Pérez Campos


"Dios mío, si definitivamente has decidido que muera, ya no tengo nada más que decirte ni que hablar contigo. Pero, si por alguna razón o de alguna forma que desconozco has decidido salvarme la vida, si crees que ya he aprendido lo que tenía que aprender, evítame más sufrimiento y envíame a alguien."

Miguel Ángel Tobías
Tomada del libro Los Guardianes de Javier Pérez Campos


"En ese momento, ahí de pie y rodeado de montañas, en absoluta soledad y silencio, sintiendo el vacío, viviendo la inevitabilidad de mi muerte, levanté la cabeza con los ojos cerrados y desde lo más profundo de mi ser pronuncié sin hablar: ¡Dios mío, ayúdame! ¡Ayúdame, por favor!"

Miguel Ángel Tobías
Renacer en los Andes
Tomada del libro Los Guardianes de Javier Pérez Campos


"La lucha no era contra el frío, sino conmigo mismo, porque la mente me pedía que me durmiera y acabase con ese sufrimiento. Y si te duermes, te mueres. De repente, sentí que una mano me tocaba la cara. Era como un mensaje, como si me dijeran: «No podemos evitar que estés aquí pero no estás solo». Me di cuenta de que me había quedado dormido y de que esa mano me había despertado. Pasado un tiempo, volví a sentir que alguien me tocaba; comprendí que me había vuelto a quedar dormido. Esa noche aquella mano me despertó dos veces y me salvó la vida. Cuando empezó a amanecer me sentí feliz porque la luz significaba calor. La alegría me duró diez segundos, porque me di cuenta de que estaba perdido en mitad de Los Andes. Tenía claro que iba a morir porque no sería capaz de sobrevivir otra noche. Ante ese panorama entré en un diálogo directo con Dios, respetando lo que para cada persona pueda ser. Eso me hizo llegar vivo al hotel antes que mis amigos. Decidí caminar desde donde me encontraba en línea recta. Estuve andando sin desviarme y sin parar desde las cinco treinta de la mañana hasta las cinco cincuenta de la tarde. Y, al final, llegué a un almacén, cerca de dos poblaciones que iban a unirse por una carretera."

Miguel Ángel Tobías
Tomada del libro He visto cosas que no creerías de Jesús Callejo, página 178















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