Del discurso del gran poder 

Acógenos espejo,
tienes el deber de verificar nuestra imagen reunida,
de hacer que la mano de terror que extiendo en la tiniebla
encuentre un muro de piedad para decir mi nombre:
haz que el amor tenga la consistencia del espejo
sobre el cual se apoya la realidad,
con toda su violencia,
sin destruirlo...

Braulio Arenas Carvajal


Cáceres

Sin recurrir a las ventanas
sin asomarse a las panoplias
sin colgar frutos de los árboles
sin cortar en dos la noche
sin esperar el buen consejo
sin recurrir a las ventanas
sin propender a los relámpagos
sin asomarse a las panoplias
sin atisbar el mes de enero
sin decidirse a abrir la puerta
cuando se fue Jorge de viaje.

Braulio Arenas Carvajal



Chile es así

Era el reinado de la jap
con largas colas por doquier,
banderas rojas por doquier,
mercado negro por doquier,
era el despojo sin impunidad,
era el canalla, como rey,
era la orgía más bestial,
y por la calle, a plena luz,
se paseaba el criminal.

Y de improviso terminó,
la pesadilla tuvo fin:
Chile se alzó con gran poder
y disipó la oscuridad.

Braulio Arenas Carvajal


El corazón

Tú hablaste del corazón hasta por los ojos
tú hablaste del fuego hasta por la nieve
por ti yo un día me decidí al azar
para encontrarte

Yo he desatado el nudo del azar
-una mañana me decidí de súbito-
y sólo quien haya logrado desatarlo
podrá entenderme.

Yo he desatado el nudo del azar
un nudo astuto, viejo y persistente
Y esta tarea era semejante
a la belleza

Yo he desatado el nudo del azar
y tú mujer apareciste entonces
mujer azar y azar mujer eran en todo
tan semejantes.

Braulio Arenas Carvajal




Juegos de dormitorio

La lámpara reía a los ángeles
sangrando por las narices
la lámpara semejaba un cerezo
(un cerezo no sé porqué)

Yo abrí los brazos como quien
cierra con prisa una ventana
en un abrazo aprendí a nadar
en un beso aprendí a vivir

Yo dormía una bandada
de palomas voló de súbito
estas palomas provenían
de un internado de hechiceras

Las jovencitas en corpiño
frente al espejo alucinante
se habían clavado la cabeza
con un pernicioso alfiler negro

Pronto en palomas convertidas
por este infantil acto mágico
salieron volando por el cielo
rumbo a mi abierto dormitorio

Yo dormía como quien
vive una noche para siempre
la noche semejaba un alfiler
(un alfiler no sé porqué)

Braulio Arenas Carvajal


La casa fantasma

Casa para vivir,
casa que el hombre busca
desde que el mundo es mundo, desde que el hombre es hombre,
desde que el techo es cielo.

¿Es la casa este techo,
es esta viga
que sale afuera como un hueso puro,
es la ventana
para aguardar el tiempo de su vidrio?

¿Es la casa esta noche,
es el ave que trina la trinidad del vidrio,
es el jardín de la caverna loca,
es la huella del niño
que siembra la aventura a cada paso?

Desde que el mundo es canto: la aventura,
desde que el hombre es viaje: la morada,
desde que solo estoy: la compañía;
puesto que el hombre está, como transido,
siempre entre la intemperie y la muralla.

La casa está en la tierra, está como la fruta
esperando que el sol nutra su cáscara,
nutra su techo y lo perfume
con toda la experiencia del espacio.

La casa está en el mar,
llena de espumas,
la casa choca y se transforma en blanca
lección de cortesía:
ella que fue arrecife.

La casa está en el cielo,
arraigada en la nube y en el orden
del loco génesis de las escalas:
como un Valparaíso en miniatura
ella dice el adiós, la bienvenida.

La casa sí, la casa está naciendo,
misteriosa ella va, de oscura noche
vestida, rumbo al día que la aclama,
ella es pura, y por tanto va al cimiento,
queriendo ser la casa, no el fantasma.

Ella, la casa, es pura,
y por tanto se orienta a las paredes,
se orienta al coro juvenil del vidrio,
se orienta al subterráneo,
a la techumbre.

Ella está al exterior, como nosotros,
y busca su razón, como nosotros,
es su propio fantasma
y quiere ser la casa, en la medida
que nosotros queremos habitarla.

Ella, la casa, es pura
y quiere ver la criatura humana,
quiere latir su corazón al ritmo
del corazón del niño, y busca, busca
corazones que quieran habitarla.

La casa está en su casa,
casa, casa, ¡cuántas casas ausentes para el hombre,
cuánta miseria atroz, cuánta intemperie,
cuánta casa fantasma!

No comprende la casa su silencio,
su vacío de barco abandonado,
no comprende esta paz de cementerio,
¿dónde está mi habitante, se pregunta,
dónde está mi habitante, se pregunta,
dónde el niño sin techo del que hablaban?

La casa yace, yace sin remedio,
fantasma de sí misma, yace, yace,
la casa pasa por sus vidrios rotos,
penetra al comedor que está hecho trizas,
anida en las paredes desplomadas.

Penetra al dormitorio y se detiene,
¿quién duerme aquí?, pregunta,
nadie, nadie,
ni un dedal en la pieza de costura,
ni un plato en la cocina abandonada.

¿Y dónde están los hombres?,
no han venido,
no han llegado más bien,
pero a lo lejos: llegaremos, se oye,
llegaremos un día hasta la casa.

Llegaremos un día,
y tanta ruina
de la fantasmal casa
será esplendor, puesto que el hombre entonces
vendrá a morarla.

Braulio Arenas Carvajal


Poema de memoria

Para embellecer al cerezo
con un papiro nigromántico
esta mañana se ha vestido
una silente alondra roja

Yo llevé esta alondra un día
entre mis manos enguantadas
hasta un Café en el que solía
reunirme con mis amigos

Lejano tiempo ya el cerezo
se tumbó al ímpetu del hacha
la alondra roja es un recuerdo
en mi vida de un solo día.

Esta mañana se ha vestido
con un papiro nigromántico
una silente alondra roja
para embellecer al cerezo

Braulio Arenas Carvajal


Poesía

Primero tracé un círculo,
hice crecer un árbol,
puse un nido en su copa,
más arriba una nube:
hice brotar el agua,
apenas un arroyo,
para que árbol y nube
y pájaro bebieran.

El árbol, es fatal,
se propagó en un bosque,
y los pájaros pronto
volaron en bandadas:
la nube se hizo inmensa,
se hizo la tempestad,
y el arroyo en un río
se desbordó de súbito.

Y en medio de la selva
yo tracé una cabaña,
y una mujer adentro
para sentirla mía:
la choza se hizo pueblo,
pronto, una gran ciudad,
en la que busco a ciegas,
a la joven perdida.

Braulio Arenas Carvajal



"Sí, como hay mamíferos que, por una razón u otra, tienen que vivir adentro del océano, viéndose obligados a salir a la superficie para respirar, las sirenas -según afirman- deben salir a la superficie para cantar.
De este modo entendidas las cosas, el canto suyo es su respiración.
Aunque, según ellas, su canto podría ser considerado como un simple fenómeno biológico, por parte de los hombres se ha esparcido la leyenda de cuán funesto es escucharlas.
Sabedor de estas novedades, en su viaje de navegación hacia Ítaca, el prudente Ulises al llegar a la isla de las sirenas, ocultas éstas en los arrecifes, ordenó a la tripulación que se taponara los oídos con cera, una operación que fue cumplida al pie de la letra, mientras él mismo, para evitar la mortal asechanza del canto, se había hecho amarrar al mástil, previamente.
Sin embargo, en aquel momento, las sirenas no cantaron, pues consideraron inútil su hechizo, al advertir que la tripulación tenía las orejas taponadas con cera y que Ulises mismo -su presa codiciada- se había hecho amarrar al mástil del navío.
No cantaron, lo que es infinitamente más grave, pues si peligroso es el canto de las sirenas, lo es todavía, en mayor grado, su silencio.
Habría que leer a Franz Kafka: "Pero Ulises, si así se pudiera decir, no escuchó su silencio. Pensó que ellas cantaban en ese momento, y que era sólo él quien no las escuchaba. Durante un corto espacio de tiempo vio que sus gargantas subían y bajaban, que sus pechos se expandían, que sus ojos se llenaban de lágrimas y que sus labios se entreabrían, pero él creyó que dichas expresiones eran el acompañamiento natural de sus canciones que morían a su alrededor sin ser escuchadas. Sin embargo, casi inmediatamente, ya que su mirada estaba fija en un punto lejano, todo desapareció de su vista. Las sirenas, literalmente, se desvanecieron ante su resolución, y en el momento mismo en que ellas estuvieron más próximas a él, Ulises no supo reconocerlas como tales".
La moraleja que podríamos extraer de esta observación de Kafka acaso nos deje un sabor amargo. Según esta moraleja, nosotros llevamos, en toda ocasión y en toda circunstancia de nuestra vida, un mástil del cual nos amarramos, a la primera advertencia sobrenatural del exterior.
No decimos que esto no sea aconsejable, salvo en la prisa con que nos precavemos de la asechanza de lo maravilloso, sin examinar antes, a ciencia cierta y con alguna profundidad, el grado de peligro que la maravilla significa."

Braulio Arenas
Los dioses del Olimpo: leyendas mitológicas


Tantas lunas

Tantas lunas pasadas en limpio
rayas y más rayas tigres y más tigres
y el hotel era lujoso para dormir

Suecos y más sueños besos y más besos
qué quedará de tanta luna
qué quedará de tanta agua
de tanta sed de tanto vaso

Ventana destinada para ti
para que en ella te apoyes más perfecta
tú haces con tu belleza
lo que otros hacen con el cielo

Braulio Arenas











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