"El Conde Bruissard: Estaba en Catarets, cuando comenzaron a propagarse los rumores acerca de las apariciones de Lourdes. Yo vivía cerrado en mi incredulidad, porque estaba extraviado... Leí en un periódico que la Virgen había sonreído a Bernardita, y a Lourdes me fui con ánimo de poner una trampa a la muchacha y cogerla en fragante delito de mentira. Entré en la casa de los Soubirous y hallé a la niña remendando unos calcetines. 'Conque -le dije-¿cómo, cómo se sonreía tu Señora?. iOh, señor! Para reproducir aquella sonrisa hay que ser del cielo, respondió la pastorcita. 'Haz la prueba, yo soy un incrédulo".
A estas palabras se oscureció el rostro de la doncella. "Pues vos sois un pecador, repetiré la sonrisa de la Virgen". Y se levantó despacio; cruzó las manos ante el pecho, y esbozó una sonrisa tan única y celestial cual nunca la he visto dibujada en labios humanos.
Allí quedé inmóvil, persuadido de haber visto a la Virgen en el rostro de la pequeña vidente. Desde entonces aquella sonrisa me acompaña, y ha llegado a hacerme un perfecto creyente."

Ignasi Segarra i Bañeres
Anécdotas marianas para hacer oración

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