"El viaje iniciático a suelo islámico ha sido un tema repetido del esoterismo europeo desde que los Templarios se establecieron en Jerusalén y el mítico Christian Rosacruz aprendió su oficio en Damasco. Lo encontramos en la vida de Paracelso y en la de Cagliostro y después, a medida que viajar se vol­ió más sencillo, en muchísimas más, lo que incluye a P. B. Randolph, H. P. Blavatsky, Max Theon, G. l. Gurdjieff, Aleister Crowley, René Guenon, R. A Schwaller de Lubicz y Henry Corbin. Es muy probable que hubiera algo de esto en la campaña de Napoleón en Egipto de 1797, cuando anunció ante un público atónito que él también era musulmán."

Joscelyn Godwin 
Tomada del libro de Robert Bauval y Graham Hancock, Talismán, ciudades sagradas, una fe secreta, página 360



"Kepler tuvo que demostrar que las órbitas elípticas no mermaban la perfección del
designio divino, sino que revelaban incluso una perfección superior: la geometría gobernada por la armonía musical."

Joscelyn Godwin 



La Orden Negra

Este capítulo aborda algunos ejemplos de la ideología "thulense" de la Alemania, la Francia y el Chile modernos, con el fin de mostrar algo de la turbia y sórdida trama en que se entretejen los arquetipos polar y ario en el período de posguerra. A diferencia de la Sociedad Thule, que ya está muerta e ida, el mito de una superviviente "Orden Negra" continúa muy vivo en esa zona nebulosa entre realidad y ficción, el territorio más fértil para el cultivo de las imágenes mitológicas y su instalación en la imaginación colectiva.

La admirable obra de Walter Kafton-Minkel "Subterranean Worlds" (1989) da mucha información sobre el mito de la supervivencia de la clandestinidad nazi tal como aparece en publicaciones excéntricas y diarios sensacionalistas, así como en fuentes más creíbles. Sin embargo, por estar más interesado en los aspectos filosóficos, en este capítulo me centraré en unas cuantas obras ambiciosas y enciclopédicas que sitúan el mito en un contexto de religión comparada e historia universal. Así cerraremos el ciclo que abrió el capítulo 3 con los sabios antediluvianos de Bailly descendiendo desde el círculo ártico.

El primer lugar entre estos libros recientes lo ocupa Götzen gegen Thule de Wilhelm Landig, publicado en Hanover en 1971 por la misma editorial (Hans Pfeiffer Verlag) que había editado el "Bevor Hitler kam" de Bronder. El título, bastante poco elegante, significa "Diosecillos contra Thule", en referencia a la batalla perpetua de Thule con las insignificantes divinidades de las demás razas del género humano. Landig subtitula su obra "una ficción llena de hechos" (Ein Roman voller Wirklichkeiten) y le dice desde el principio al lector que contiene información auténtica sobre tecnología militar secreta, y sobre el "conflicto de símbolos" a varios niveles que aún hoy está teniendo lugar. A lo largo del libro menciona a Évola, Wirth, Gobineau, Tilak, Hörbiger, Wegener y Otto Rahn, lo que permite al lector voluntarioso dirigirse y explorar las fuentes de primera mano de Landig, aunque las digresiones dentro del marco del relato de aventuras bastan para proporcionar una base en la mayoría de los temas que hemos estado examinando.

Götzen cuenta la historia de dos aviadores alemanes, con los alegóricos nombres de Recke ("guerrero valeroso") y Reimer ("rimador" o "poeta"), a los que envían, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, a una base secreta que ha sido preparada en las regiones más remotas del Canadá ártico. La existencia de esta base polar, "Punto 103", es desconocida no sólo para los gobiernos occidentales sino también para la mayoría de las autoridades alemanas. Se trata de un gran complejo subterráneo con todos los beneficios de una tecnología superior a cualquiera de las que se aplican en Europa. El abastecimiento procede sobre todo de Estados Unidos, donde simpatizantes en posiciones influyentes han estado velando por los intereses thulenses, confiados en que éstos representan una fuerza de oposición a "ciertas fuerzas en el gobierno del Reich, identificadas con el número 666".

Otros pueblos, evidentemente, comparten esta preocupación, pues se describe a un variopinto grupo internacional que asiste a un gran congreso en el salón de actos, semejante a un templo, de Punto 103: un lama tibetano, funcionarios japoneses, chinos y estadounidenses, indios, un etíope negro, árabes, persas, un funcionario brasileño, un venezolano, un siamés y un indio mejicano de pura sangre. Todos se han puesto sus trajes típicos para la ocasión, y muchos de ellos pronuncian discursos en los que identifican sus ideales nacionales con los de Thule.

Trasladar a todos esos enviados al Ártico a principios de 1945 podría haber presentado problemas insuperables, de no ser por la avanzada tecnología de cuya realidad da fe Landig. El viaje hacia y desde la base se realiza mediante el V7, una aeronave de despegue vertical y que tiene forma de esfera con una cúpula de cristal, rodeada por un anillo giratorio de aspas de turbina. Podemos deducir ―y, fuera de la novela, tenemos motivos de sobra para creer aquello― que se construyeron muy pocos prototipos de este V7 en fábricas alemanas y checas, sin llegar a formar parte de la producción del servicio de guerra. Uno de los objetivos de la posterior misión de los héroes, a los que envían a Praga en pleno avance de los Aliados, es evitar que esta tecnología caiga en manos rusas o estadounidenses. Pero, después de la capitulación, el Punto 103 se declara independiente y no derrotado, y sustituye los signos alemanes de sus aviones con su propio símbolo del Sol Negro: un disco que no es exactamente negro sino de un rojo muy oscuro, como de la sangre coagulada.

Reimer y Recke son rescatados de un accidente de aviación en los desiertos árticos por Gutmann ("hombre bueno"), un agente de las Waffen SS, que desde entonces se convierte en su guía e instructor filosófico. He aquí un resumen de la filosofía thulense, adaptado a partir de los numerosos discursos de Gutmann.

La luz de Thule no procede del Este sino del Norte. Su tradición es "uraniana", siendo derivada de Urano, señor del orden cósmico mundial y del Paraíso primordial de la raza aria, situado en el Polo Norte. Fue Saturno, el hijo usurpador de Urano, quien fomentó en esta Humanidad, originariamente feliz y unida, el dudoso don del estado egocéntrico. Las tentaciones resultantes de este cambio en la constitución humana condujeron a la pérdida de la unidad primigenia y, finalmente, a la destrucción del reino de Saturno, la Atlántida. Acto seguido, el clima cálido de la isla secreta de los hiperbóreos fue reemplazado de pronto por un crudo invierno. Las razas primordiales del Ártico y de la nórdica Atlántida perdieron sus hogares y se vieron obligadas a emigrar hacia el Sur. Allí donde se instalarán ―en Europa, Persia, la India y otros lugares―, intentaron reconstruír su Paraíso perdido, cuyo recuerdo atesoraron en sus mitos y leyendas.

Mientras que, al parecer, Urano y Saturno personificaron fuerzas o acontecimientos cuya influencia se limita a la Tierra, el panteón thulense estaba realmente encabezado por un Dios Padre, un espíritu del universo más allá del tiempo y el espacio. Por debajo de este ser inmanifestado está el "Hijo de Dios", a través del cual se revela el Padre. Pero, lejos de ser una deidad personal, el Hijo no es sino las leyes del cosmos y el propio orden natural. Puesto que en tiempos antiguos esto era experimentado particularmente en el curso del Sol y la eterna reanudación del año, el Hijo de Dios adoptó las características de una divinidad solar y se convirtió en el Sol de Dios [homofonía en inglés: Son = hijo, Sun = Sol; en alemán, Sohn = hijo, Sonne = Sol]. El hiperbóreo y solar Apolo de los griegos, señor del orden cósmico, es sólo un ejemplo; otro es Mitra, que representa al Sol como delimitador de los grandes años cósmicos a través de la precesión de los equinoccios; por eso se le muestra dando muerte al Toro, para delimitar el fin de la Era de Tauro, en el icono central del templo subterráneo thulense. Landig prefiere no añadir la identificación joánica de Cristo con el Logos, el "Verbo" que estructuró el cosmos en el principio, pero obviamente podría integrarse a esta teología tradicional. Mitra nos dará mucho más que hablar en el capítulo 12.

Dada esta creencia universalista, los thulenses de Landig están lejos de ser unos intolerantes supremacistas raciales. Tienen conciencia de "un centro mundial esotérico o un cuartel central de las fuerzas éticamente positivas. Es la verdadera Última Thule, no sólo de los pueblos arios sino del mundo entero". Sólo unos cuantos conocen su ubicación, pero no está lejos ―en términos globales― de la base polar del Punto 103. Otros grupos están en comunicación con ella mediante telepatía. Los antiguos egipcios la conocían como la montaña del Norte, On, y los tibetanos la llaman Ri-rap-hlumpo. 

El centro supremo se manifiesta a través de unos fenómenos llamados Manisolas, que desde los tiempos más remotos han despertado un religioso temor. Los Manisolas, un tipo de OVNI muy distinto a los aviones-disco alemanes, son unas "bio-máquinas" que viven, se reproducen y mueren a través de un ciclo de vida en siete partes. Empiezan como círculos de luz pura y luego se cristalizan en una forma metálica con un alto contenido en circonio. Ésta es la forma femenina, "mater-ializada". Desarrolla luego un elemento masculino y fálico que lo lleva a la condición de un equilibrio andrógino. A partir de ahí empieza un proceso de regeneración, y el núcleo de un nuevo Manisola crece en su útero. Para beneficio de los amantes de los OVNIs, traduzco la continuación de esta exposición:

«La parte regenerada es expulsada por el núcleo-madre restante como un nuevo y energético círculo de luz, correspondiente a una técnica de nacimiento. Este nuevo círculo entra en el mismo desarrollo en siete fases, mientras que el elemento maternal que lo ha expulsado se repliega formando una bola, que luego explota. Los restos metálicos contienen partículas de cobre. Las impresiones ópticas que los testigos oculares de estos Manisolas han tenido hasta ahora son, en lo básico, bastante uniformes. Durante el día despliegan una luminiscencia dorada o plateada y extremadamente brillante, en ocasiones con trazos de un humo rosado que a menudo se condensa en estelas blanca-grisáceas. De noche, los discos brillan con colores encendidos o brillantes, mostrando en ocasiones largas llamas en los bordes y chispas rojas y azules, que pueden crecer hasta llegar a envolverlos en fuego. Lo más notable es su capacidad de reacción contra los perseguidores, como si se tratase de una criatura racional, muy superior a cualquier posible piloto electrónico o control remoto».

Según continúa la novela, los alemanes son enviados al otro extremo del mundo, con la misión de establecer contacto con individuos y grupos cuyos ideales estén en sintonía con los de los thulenses: pasan por Francia, España, Siria, Iraq, Kuwait, Irán, Paquistán, la India y el Tíbet. Al principio de su viaje ellos encuentran cerca de Montségur a un collaborateur francés llamado Bélisse (por Bélisane, dios-Sol de los galos). Éste ha jurado lealtad a la tradición cátara de su región, identificada con la custodia del Santo Grial. Bélisse es uno de los pocos que han preservado la herejía cátara pese a los siglos de persecución católica, y reconoce a los alemanes como hermanos espirituales. Él es quien les proporciona la anterior explicación del ciclo de vida de los Manisolas.

En todas partes los Manisolas son mencionados como habiendo sido vistos en el cielo, y se los reconoce como una manifestación del Poder Blanco y un presagio de la nueva Era de Acuario. Cada pueblo tiene su propia mitología relacionada con ellos. Para los cátaros de la Edad Media, los Manisolas estaban conectados con el Grial, que parece haber compartido la misma naturaleza intermedia. "Era un objeto material", dice Gutmann, "que no sólo simbolizaba las potencias físicas, psicológicas y espirituales, sino que debe haberlas poseído a consecuencia de su especial construcción". Añade que "los discos del Mani eran en la Provenza y el Languedoc la rúbrica del amor más elevado [Minne]". De modo que Landig sitúa a los cátaros y el culto al amor de los trovadores medievales en el bando de la "Luz Blanca", apoyados por unos platillos voladores que parecen ser criaturas de otro orden de existencia, consagrados no obstante a los ideales de unidad y amor.

Los thulenses de Landig, como no cabe esperar otra cosa, tienen su sombra, que es Israel. Su rivalidad se remonta a los tiempos prehistóricos, a un interregno durante el cual los atlantes nórdicos fueron esclavizados por magos negros de origen semítico (compárese con la esclavización temporal de la raza boreal por los negros, según Fabre d'Olivet, y la esclavización de los arios por los turanios, según Spencer). La tendencia judía a emigrar a lugares al Norte y al Oeste de Israel encarna una nostalgia, un recuerdo folklórico de la época de su dominio, y un deseo de gobernar una vez más desde el Norte (así dice el oficial SS Gutmann, que posee un caudal aparentemente inagotable de rara información). En Toledo, Reimer se queja ante un viejo sabio sefardí de que Israel haya adorado a Götzen, "diosecillos": "Ustedes colocan el mundo sobre los dos pilares de su culto, para gobernarlo como si fuera una casa. Nosotros no construímos, sino que nos situamos bajo las leyes armónicas del cosmos, y de ese modo somos sus dueños". Aunque, como añade Gutmann, no somos enemigos, sino que sólo estamos ligados a las leyes de nuestra sangre.

La atmósfera se pone más ocultista cuando Gutmann revela la naturaleza de la batalla entre Israel y Thule. El Arca del Pacto aparentemente era y es un acumulador astral diseñado para operaciones mágicas. "Los magos hebreos roban y ocultan el campo de fuerza de los arios. Ellos capturan en su Arca del Pacto los elementos fertilizantes de la tradición aria, cuyos portadores fueron las razas originales del Norte ártico y del Norte atlante con sus posteriores variedades mezcladas, y filtran las corrientes de energía de la misión aria a través del polo hebraico, para así pervertirla y hacer que trabaje para ellos". La misma Arca, o el mismo tipo, es utilizada por los Adoradores estadounidenses, cuyo cuartel central en Chicago controla todas las logias masónicas consagradas al Gobierno Mundial. Roosevelt y Churchill pertenecen a esta hermandad, y siempre han trabajado para sus objetivos. En su Arca o Santuario, los Adoradores "guardan la magia personificada por Yahvé como el centro energético de una sustancia activa, en parte racial y en parte cosmopolita, que es efectiva en ambas direcciones".

No se sabe qué quiere decir exactamente Landig con eso, pero algunos lectores lo asociarán con ideas de la aún más popular literatura ocultista sobre "arcas perdidas" y temas similares. Como el nuevo símbolo de esta usurpación de las energías thulenses, los personajes de Landig mencionan con desprecio la bandera de Naciones Unidas, que muestra un mapa de la Tierra centrado en el Polo Norte, con los colores "israelíes" azul y blanco.

Una vez que los thulenses se encuentran en el Tíbet, empiezan a revelárseles otras dimensiones de la conspiración mundial. Allí ellos encuentran a su compañero Recke, del que hacía mucho se habían separado, y a otro alemán, Junker ("aristócrata"), que les habla del plan para un Imperio Mundial Amarillo. Los pueblos amarillos, dice, están esperando la llegada de un nuevo Gran Kan surgido del reino subterráneo, Agartha. Un poco después, los compañeros oyen una versión más auténtica de la historia en boca de un lama tibetano, el Ngön-kyi Padma Dab-yang.

«La fuente de las energías materiales de la mano izquierda, que tienen su sede en Shambala, es la ciudad del poder y la fuerza en la tierra superior, que es gobernada por un gran Rey del Miedo. Pero es la misma sede de Shambala, que una parte de las hermandades y logias secretas occidentales ven como su punto de origen, desde la cual vienen las promesas y advertencias de un Señor del Mundo. ¡Esta Shambala es un faro de nuestra voluntad! Luego está la segunda fuente: Agartha, el reino interno y subterráneo de la contemplación y sus energías. Existe también un Señor y Rey del Mundo, que promete su dominación. En el momento apropiado, este centro guiará a los hombres buenos contra los malvados; y está firmemente relacionado con Brahytma, es decir, Dios. Y ése es el rey al que hay que servir, el que levantará nuestro imperio y gobernará sobre los demás. Cuando tú dijiste antes, lama del Oeste, que se había roto un tratado, eso no fue ninguna ruptura, sino que fue culpa de los hombres de tu Reich, que se sumaron a las energías de Shambala, de fuerza pura, y a su modo secreto obraron contra los otros hombres de tu Reich. [...] ¡Y detrás de esas energías que se manifiestan en Shambala está el caucasiano Stalin-Dugaschvili!. Él lo sabía todo, él conocía a los hombres del círculo de tu Reich y jugó sus propias cartas con ellos como si ellos lo hicieran por sí mismos. Stalin-Dugaschvili tenía el apoyo del Señor del Miedo y el Poder contra tu Reich».

Gutmann pone objeciones a eso, diciendo que él pensaba que eran los tibetanos de Londres quienes habían estado pasando información secreta de Alemania durante toda la guerra. Sí, dice el lama: nosotros os hemos ayudado y también os hemos destruído. La mano derecha de Agartha os ayudó, hasta que aquel grupo de hombres se puso en las manos de Shambala. "La fuente de la mano izquierda es buena, siempre que se combine con la mano derecha. Quien sirve sólo a la izquierda está perdido". Y añade que el Tíbet ha perdido años de paciente trabajo por causa de la defección del Reich; que ahora también Stalin está obrando contra el Tíbet, y que las sombras se ciernen sobre éste. Sin embargo, "el reino secreto todavía vive en las inmensidades asiáticas, su trono es el Techo del Mundo, y aquí vendrá a la vida y se manifestará de forma visible, cuando el tiempo prometido sea cumplido. Y está cerca, mis lamas blancos del Oeste. ¡Está cerca!".

Una vez más, escuchamos acerca del tema del intento de revivir la tradición polar a principios del siglo XX, y de su posterior perversión. La tesis de Landig, en resumen, es que el ascenso meteórico de Hitler al poder fue el resultado de una ayuda thulense, pero que cuando él se equivocó, él y toda Alemania se quedaron en la estacada, como correspondía (para usar los términos de Landig) a los devotos de la materialista Shambala, hambrienta de poder y marcada por la Bestia, cuyo número es 666.

Finalmente, Landig da un tercer punto de vista, poniéndolo en boca de un Gyud-lama, un monje-mago que no es un mongol sino oriundo de Hind. Él no participa, dice, en las rivalidades internas del budismo tibetano, ni en el tira y afloja entre el Dalai Lama por un lado y el Hutukhtu de Urga por el otro. No está interesado en un gran Imperio mundial, pues para él todo es Maya (ilusión), salvo el eterno Atma-Brahman y la Paz de Buda. Aunque, admite, Occidente también anda en busca del devayana, el camino de los dioses: «vuestra luz procede de la montaña de Medianoche, de donde venís y adonde debéis regresar. Y porque ésa es vuestra vocación, no podéis ser partícipes ni de la paz de Buda ni de las tormentas de las estepas asiáticas".

Los alemanes, retenidos cortésmente, pero contra su voluntad, acaban logrando escabullirse del Tíbet, siempre con la esperanza de volver al centro ártico, al Punto 103. Pero su destino es ser capturados en India por los británicos, y puesto que carecen de documentos y de una historia convincente sobre dónde han estado, elos languidecen durante un largo tiempo en un campo de prisioneros de guerra. Cuando finalmente son repatriados a Alemania y a Austria, encuentran un mundo arruinado y desmoralizado. El Punto 103 parece haberlos olvidado: durante una reunión en Salzburgo ellos admiten con pesar que, si todavía existe, probablemente habrá tenido que aislarse completamente del mundo de hoy. Al parecer, los thulenses se han convertido en los nuevos "Ahasuerus" (nombre tradicional del Judío Errante). Lo único que les queda es constituír un "Cuarto Reich en el exilio" y aguardar con paciencia que la Era de Piscis llegue a su final inevitable. Y cuando esa Era pase, la tiranía religiosa de San Pedro de Roma se desmoronará, y la magia negra de los Adoradores y las Arcas judías perderá su potencia. Entonces, dice Landig, el estandarte azul y oro de los arios ondeará otra vez, y el Sol Negro de su nigredo se tornará plateado.

Götzen gegen Thule es en cierto sentido una enorme obra de revisionismo, o, para decirlo llanamente, de blanqueamiento de los nacionalsocialistas. Junker, por ejemplo, no tiene inconveniente en afirmar que las fotos de montañas de cuerpos que supuestamente fueron tomadas en los campos de concentración eran en realidad de las desnudas víctimas de los ataques aéreos de los Aliados sobre Munich, apiladas y fotografiadas con fines propagandísticos. En otro sentido, Götzen es la filosofía de la Rivolta Contro il Mondo Moderno de Évola, adaptada para un público lector de novelas, al que educa en los mitos y la política del Thule ártico, y decorada con otros poderosos mitos de nuestro tiempo, como los que relacionan a los OVNIs (fabricados por el hombre o no), el Reino Subterráneo, los cátaros y los albigenses, el Santo Grial, la supervivencia nacionalsocialista, los maestros del Himalaya y la conspiración internacional tanto política como ocultista.

Persiguiendo a la Orden Negra

El descubrimiento de una guarida de supervivientes nazis en el Norte canadiense reaparece en un libro francés de referencias inciertas, Le Renversement, ou La Boucane contre l'Ordre Noir (La Reversión o la Batida contra la Orden Negra, 1984), firmada por un tal R. P. (= révérend père) Martin. Dado que esta obra es más conocida que la de Landig, y que ha sido resumida y discutida en varios libros, no es necesario que la tratemos de forma tan extensa. Presentándose a sí mismo en cada aspecto como veraz y completamente anti-nazi en sus sentimientos, el libro de Martin cuenta el descubrimiento, en 1971, de que un grupo de exnazis estaba trabajando entre bambalinas con miras a la dominación del mundo. Esta "Orden Negra" (originariamente el sobrenombre de la SS) está desarrollando su propia tecnología avanzada, sobre todo aviones y métodos de control sismológico y meteorológico, que pronto le dará un poder global completo. Tiene una red mundial de bases desde la que desestabiliza a las naciones occidentales a través del terrorismo, el fomento del vicio y el racismo [?!]. Y, sobre todo, trabaja con los gobiernos de derecha de América Central y del Sur hacia una eventual federación de dicho continente bajo su dominio.

Le Renversement está estructurado en torno a un viaje desde la bahía de Hudson hasta el cabo de Hornos, cuando el barco de la Orden Negra, el Sankt Pauli, es monitoreado subrepticiamente hasta que le roban su tesoro, justo cuando se está acercando a su base desconocida, llamada "Asgärd". Martin comenta:

«Si la ubicación ártica del Asgärd mitológico se refiere directamente al origen polar de la Tradición Primordial, evocada por René Guénon, el Sankt Pauli, en rumbo a la Antártica, indicaría pronto que había tenido lugar una verdadera "INVERSIÓN de los Polos", stricto sensu».

El libro de Martin presenta el asunto como una inequívoca contienda entre las fuerzas del mal, representadas por la Orden Negra, y las del bien, representadas por una élite guerrera cristiana fundada por el general De Gaulle, que era el tema de su libro anterior, Le Livre des Compagnons Secrets (1982). Los ideales de éstos, llamados simplemente "La Orden", parecen deber tanto a lord Baden-Powell como a dicho general: limpieza de pensamiento, palabra y actos; sencillez en la devoción, patriotismo y justicia en la lucha; y la hermandad de todas las razas y clases. Sus maestros espirituales son René Guénon y... Teilhard de Chardin, pesadilla de los tradicionalistas; sus maestros intelectuales, Pierre Dunoyer de Segonzac (uno de los generales de De Gaulle) y... ¡Mao Tse-Tung!. Lejos de obsesionarse con la pureza racial, esta orden incluye al héroe de esa historia, Napoleón La Boucane, quien es el hijo de un padre canadiense francés y una madre india cherokee, y al capitán de la expedición, un mulato de Guadalupe.

Si comparamos el libro de Martin con el de Landig, quizá resulte desconcertante comprender que, por más que tengan unas raíces distintas, los ex-nazis del Punto 103 poseen exactamente los mismos ideales morales que la orden gaullista. Unos resultan ser paganos y los otros cristianos galicanos, pero comparten una aversión común por el "Reino de la Cantidad", que ejemplifican Estados Unidos y sus vasallos europeos, y por unos líderes sin filosofía y sin visión que sólo sirven a los intereses de los partidos políticos y al negocio lucrativo.

Serrano Glorifica al Führer

Un caso extremo de inversión de todos los puntos de vista aceptados es el de Miguel Serrano (1917-2009), que fue embajador de Chile en la India (1953-1962), Yugoslavia (1962-1964) y Austria (1964-1970), además de miembro de varias comisiones internacionales. Sus destinaciones le permitieron conocer a mucha gente distinguida, incluyendo a Hermann Hesse y C. G. Jung, sobre quienes escribió su libro "El Círculo Hermético. De Hesse a Jung". Otros seis libros de Serrano, publicados en inglés, tratan del yoga y el tantra, el amor místico, y sus propios viajes como un buscador de la sabiduría a la India, Sudamérica y la Antártica.

Serrano es una figura destacada, lo que hace aún más importante saber qué hay realmente tras su pulcra y poética obra. Y se puede descubrir en su summa filosófica de 600 páginas, titulada Adolf Hitler, el Último Avatāra (1984), que está dedicado "A la gloria del Führer, Adolf Hitler".

El Último Avatāra es probablemente la declaración moderna más completa de la filosofía thulense en cualquier lengua. Debemos entender el título muy literalmente: Serrano quiere decir que Hitler es el décimo avatar de Visnú, el avatar Kalki, quien ha encarnado para provocar el final del Kali-yuga y dar paso a una Nueva Era. En la terminología del budismo, Hitler es un tulku o un bodhisattva, quien, habiéndose previamente liberado a sí mismo del cautiverio de los círculos de este mundo, ha nacido de forma voluntaria por el bien del género humano, por lo que está más allá de toda crítica. Y digo "está" porque Serrano es un firme creyente en el mito de la supervivencia de Hitler: él piensa que el Führer se marchó de Berlín en 1945, probablemente en uno de los aviones platillos voladores alemanes, para asumir una existencia invisible en el reino subterráneo del Polo Sur, desde donde, ahora que la Guerra Exotérica ha acabado, continúa dirigiendo la Guerra Esotérica.

Pero para entender la necesidad de dicho avatar hay que retroceder en el tiempo, hasta los seres que llegaron a la Tierra desde fuera de la galaxia y fundaron la "Primera Hiperbórea". Ha habido una inmensa conspiración para ocultar sus orígenes, dice Serrano: los últimos documentos fueron destruídos junto con la Biblioteca de Alejandría. También existe una conspiración para representarlos desvirtuadamente como "extraterrestres" llegados en naves espaciales u OVNIs. Es cierto que, si tuviéramos que verlos, ellos aparecerían como discos de luz, pero hemos perdido los sentidos que nos permitirían percibirlos adecuadamente. Su centro en la Tierra, la Primera Hiperbórea, era inmaterial, no limitado a zonas geográficas, y fuera del "Círculo de Círculos", es decir, el reino gobernado por el Demiurgo, que era y es el señor de este planeta.

Este Demiurgo, una especie inferior de pequeño dios, había logrado crear una suerte de seres humanos: unos especímenes bajos y robóticos de los que encontramos vestigios en el hombre de Neanderthal. El plan del Demiurgo para sus criaturas era que al morir tomaran el pitriyana, el Camino de los Ancestros, y volvieran a la tierra una y otra vez. Para los hiperbóreos, por otro lado, este tipo de reencarnación involuntaria, atrapada en los círculos del Demiurgo, era abominable: al morir, ellos toman el devayana, el Camino de los Dioses, y regresan al mundo sólo si lo eligen, como tulkus o bodhisattvas. Estos hiperbóreos estaban al mando del poder del Vril y poseían el Tercer Ojo; no se reproducían sexualmente sino mediante la emanación plásmica de sus propios cuerpos, mientras que por sus venas corría la luz del Sol Negro. Su gran aventura fue encarnarse con el propósito de combatir el universo mecánico del Demiurgo.

Como los seres divinos entraron en esta guerra sagrada, se creó una Segunda Hiperbórea, al principio invisible y más tarde como un continente circular alrededor del Polo Norte. Éste era el lugar de la Edad de Oro o Satya-yuga, gobernada por Saturno y su consorte Rea. Generosamente, los hiperbóreos empezaron a adiestrar a las razas inferiores del planeta para ayudarlas a salir de su estado semi-animal; suministraron a las razas negra, amarilla y roja una partícula de inmortalidad, y comenzaron a espiritualizar la Tierra.

Entonces se produjo la catástrofe. Como aparece en Génesis 6:4, "los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los hombres, y ellas les engendraron hijos". Los hiperbóreos cometieron el error de mezclar su sangre manteniendo relaciones sexuales con las criaturas del Demiurgo, y con este pecado de mezcla racial perdieron el Paraíso. La causa física fue la caída de una luna o un cometa, que provocó que los Polos Norte y Sur cambiaran su posición, e Hiperbórea se volvió invisible otra vez. Antes del cataclismo, algunos hiperbóreos ya se habían refugiado en el Polo Sur. Otros fueron conducidos hacia el Sur durante la Edad del Hielo: históricamente los conocemos como los refinados y artísticos hombres de Cromañón, cuya repentina aparición en Europa es un rompecabezas para los antropólogos. Un grupo de exiliados fundó una gran civilización en el desierto de Gobi, por entonces un lugar fértil.

A partir de ahí, el mundo se convirtió en el campo de batalla entre el Demiurgo y los hiperbóreos, los que siempre corrían el peligro de que su sangre se diluyera. "No hay nada más misterioso que la sangre. Paracelso la consideraba como una condensación de luz. Yo creo que la sangre aria e hiperbórea es eso, pero no de la luz del Sol Dorado, no de un sol galáctico, sino de la luz del Sol Negro, del Rayo Verde".

Ya nos habíamos encontrado con el Sol Negro como símbolo del Punto 103 de Landig, y más adelante en este libro quizá alcancemos cierta comprensión de la naturaleza del Rayo Verde. Serrano practicó el yoga, y él dedica gran parte de su libro a la anatomía esotérica basada en los chakras, que asimila con las runas nórdicas. Un maestro sin nombre le cuenta que en un cierto punto del yoga uno abandona el propio cuerpo, atraviesa una muerte mística, pasa del Sol Dorado al Sol Negro y ve una nueva luz: el Rayo Verde. Entonces uno sabe que vive en el cuerpo astral. Ésta parece ser la clave de su mitología "extragaláctica": sus hiperbóreos no pertenecen a ningún sitio del universo físico, sino a un estado paralelo del ser que ellos pueden ocupar simultáneamente con conciencia terrena, para poder llevar a cabo su lucha en dos o más mundos. No obstante, este tipo de trascendencia se limita a aquellos cuya sangre conserva la memoria de la antigua raza blanca hiperbórea. Serrano elogia a los brahmanes de la India por preservar su sangre y con ello la memoria del tiempo anterior a la destrucción de la civilización del Gobi; él cita las teorías de Tilak sobre el hogar ártico de los brahmanes. Apenas es necesario añadir que los mismos propósitos se atribuyen a los principios "arios" de los nacionalsocialistas.

En cierto modo, podríamos apreciar la perspectiva sacra de la Historia que asume Serrano como una épica de las proporciones del Silmarillion de J. R. R. Tolkien, o del libro del Génesis o de La Doctrina Secreta, creyendo en ella o no, según nos plazca, pero admirando el alcance y la coherencia del conjunto. Sin embargo, una lectura objetiva no es posible en este caso, y eso se irá haciendo evidente a medida que avancemos.

El Demiurgo, que es Jehová o Yahvé, es cualquier cosa excepto tolerante con las intromisiones de los hiperbóreos, y desde el principio él ha emprendido una guerra inmisericorde contra ellos. Su principal herramienta en esta resistencia es el pueblo judío, una "anti-raza" responsable de la Gran Conspiración a la que Serrano se refiere constantemente. Los judíos, se nos dice, están detrás de todas las instituciones de este mundo: eclesiásticas, políticas, herméticas, exotéricas y esotéricas. Serrano odia el cristianismo tanto como a la francmasonería, pues a ambos los considera como elementos de la conspiración judía. El propio Hitler fue traicionado por los generales aristócratas cristianos y masones, hasta hacerle "perder la guerra más justa de esta Edad Oscura, la única que podría haber redimido el planeta, rompiendo el Círculo de Círculos".

Desde esta perspectiva, la Sociedad Thule era un renacimiento de los ideales hiperbóreos mediante el mito germánico y la ciencia de las runas. Puede que tuviera algunos elementos de ascendencia inglesa que se remontaran a John Dee, sobre cuyas investigaciones Serrano escribió algunas páginas interesantes. Del mismo modo, dicha Sociedad pertenecía al mismo "cordón dorado" que los templarios. Estos caballeros, él dice, habían descubierto la tradición hiperbórea por sí mismos y habían roto con sus orígenes judeo-cristianos, un acontecimiento celebrado con su separación del "Priorato de Sión". Algunos de ellos, al igual que Hitler, escaparon de la ruina de su Orden y probablemente vinieron a América en 1307, fecha en que su flota desapareció de La Rochelle. (Señalo entre paréntesis que el sexcentésimo aniversario de este éxodo estuvo marcado por la fundación, por parte de Lanz von Liebenfels, de la Ordo Novi Templi en 1907, y por la instrucción de "Jacques de Molay", recibida en París a principios de 1908, de fundar una nueva Orden del Temple con René Guénon como líder). Más cerca de la propia época de los thulenses, había evidentemente un vínculo con la Orden Hermética del Alba Dorada, pero Serrano dice que ésta se pervirtió con la degeneración de Aleister Crowley y los judíos Bergson (Moira Bergson, hermana del filósofo Henri, era la esposa de Samuel L. McGregor Mathers y el canal para sus rituales). Así que la Sociedad Thule fue sucedida por la SS, las tropas de asalto de un esfuerzo para revertir la dirección de la involución humana.

Durante la fase más temprana de las campañas de Hitler, según Serrano, su intención simplemente había sido reconquistar los antiguos territorios de los arios o hiperbóreos. El vuelo de Rudolf Hess a Inglaterra en 1941 fue la última etapa de este esfuerzo, intentado mediante renovados contactos con la Golden Dawn para unificar Alemania con sus primos arios, los británicos, y alentarlos a purificar también su raza. Pero después del aparente fracaso de esta misión, Hitler asumió su destino avatárico de guerra total en todos los frentes contra la judería internacional y el Demiurgo, atacando a su creación más poderosa, la comunista Unión Soviética. En cuanto a los ataques de Hitler contra la judería dentro de las fronteras creadas por él mismo, Serrano niega el "Mito de los Seis Millones" y escribe que el alemán es heroico, pero nunca cruel: la crueldad, dice él, es propia de las razas de sangre mezclada.

Aunque casi todo el mundo lo desconoce, Hitler dedicó sus principales energías durante la guerra mundial a experimentos de "realismo mágico", que incluían la construcción de platillos voladores, la desmaterialización, la exploración submarina del Ártico, discretos contactos con el Tíbet y la búsqueda de una ciencia avanzada en los refugios del Ártico y la Antártica. Luego, con la caída de Berlín, él escapó a través de un pasadizo subterráneo que Albert Speer había diseñado y que conectaba el bunker con el aeródromo de Tempelhof, y se adentró en otro mundo. Serrano se da ahora la mano con los partidarios de la Tierra Hueca, a quienes volveremos a encontrar en el capítulo 13:

«¿Habían descubierto los submarinos alemanes en el Polo Norte o en la Groenlandia de John Dee el punto exacto a través del cual uno penetra, como a través de una negra chimenea, yendo a conectarse con el otro Polo y emergiendo en esa tierra y ese mar paradisíacos que ya no están más aquí pero que existen? Un paraíso inexpugnable, desde el cual uno puede continuar la guerra y ganarla, pues cuando esta guerra está perdida, la otra está ganada. La Edad de Oro, la Última Thule, Hiperbórea, el otro lado de las cosas; tan simple y tan difícil de alcanzar. La tierra interior, la Otra Tierra, la contra-Tierra, la Tierra astral, a la que uno pasa como con un "clic"; una bilocación o trilocación del espacio».

Una cosa es leer algo así en ese peculiar sector de la literatura que enlaza a los entusiastas de los OVNIs y la Tierra Hueca con los revisionistas del nacionalsocialismo, como por ejemplo las publicaciones de Ernst Zündel "UFOs: Last Secret of the Third Reich" y "Secret Nazi Polar Expeditions"; pero muy distinto, y más perturbador, es encontrarse con idéntica combinación procedente de un hombre que domina por completo el terreno esotérico y está familiarizado con las altas esferas del poder mundial. El último libro de Serrano se llama "Nacionalsocialismo, Única Solución para los Pueblos de América del Sur". Y le deja a uno la incómoda sensación de que el padre Martin quizá no estaba tan descaminado en su análisis de la actividad neo-nazi en los países mencionados.

Marchando con los Muertos: el caso de Jean Parvulesco

Para una última y muy ambigua palabra sobre la Orden Negra, hablaré de La Spirale Prophétique (1986), obra de Jean Parvulesco, poeta y novelista de origen rumano que escribe en francés.

Parvulesco comparte muchos temas con Serrano, en especial su obsesión con el Sol Negro, el Rayo Verde, el nacionalsocialismo y el yoga sexual. Sin embargo, él no es un admirador de Hitler sino que más bien parece estar de acuerdo con Landig cuando pronuncia, en su peculiar estilo, el siguiente veredicto sobre el Tercer Reich:

«Así sucedió que la Alemania de Hitler erró el blanco, y es una gran suerte que fuera así, pues era necesario que las cosas ocurrieran como lo hicieron y no de otra manera. ¿Por qué la Europa del Fin debería haber sido una Europa alemana? La Europa del Fin debe ser europea, y así será; la Europa del Fin no puede ser otra cosa que europea. Pues ésta es la única cuestión que es verdadera y totalmente revolucionaria en estos momentos, la única cuestión liberadora: cuando llegue el momento (y ya está aquí), ¿encontrarán las naciones europeas, en lo más hondo de sí mismas, la urgente realidad de la "nación antes que todas las naciones", el legado trascendental de la "nación indoeuropea" de nuestros antiguos orígenes?».

El entusiasmo de Parvulesco es de amplio espectro, y une materias aparentemente incompatibles: él es sobre todo un admirador de Évola, pero también de Saint-Yves d'Alveydre, René Guénon, G. I. Gurdjieff, Raymond Abellio, Henry Corbin, la apologista nazi Savitri Mukherji, el sacerdote estigmático Padre Pío, Charles de Gaulle, el papa Juan Pablo II y el actual Dalai Lama. Y él encuentra igual de inspiradores, incluso "mediúmicos", a ciertos escritores de ficción que supuestamente revelan las sub-corrientes ocultistas de nuestro siglo, como el novelista vienés Gustav Meyrink, el franco-irlandés Raoul de Warren y tres escritores ingleses clasificados como proveedores de alegres aventuras para adolescentes y adultos de menguado desarrollo: John Buchan, Talbot Mundy y Denis Wheatley. A partir de todo esto, él construye una obra fascinante que, fiel a su título, nunca va demasiado al grano, sino que atraviesa un paisaje intelectual de una variedad y una rareza asombrosas.

En el capítulo 5 he citado las palabras del pastor Hieronimus sobre la propensión de los franceses por el lado oscuro del Romanticismo. En La Spirale Prophétique, y más aún en la larga novela de Parvulesco Les Mystères de la Villa "Atlantis" (1989), uno siente, bajo la brillante superficie de erudición y el poder de la asociación subliminal, una profunda voluntad de violencia, especialmente contra lo femenino. En esto, Parvulesco definitivamente no está solo.

Está en la naturaleza de la mujer, dijo Évola, estar supeditada al hombre y llegar a cualquier realización espiritual de que sea capaz a través de él. Así, en 1934 Évola defendía instituciones tales como la quema de las viudas en el hinduísmo, el harem en el Islam y la prostitución sagrada en épocas antiguas. Así pregonaba el precursor de los Veilleurs, O. V. de Lubicz Milosz: «La educación de un gran espíritu requiere crueles sacrificios: en esta materia, la mujer, el ser del sentimiento, debe ser sacrificado. Ella es indispensable para nuestra educación, pero la compasión no debe detener al Yo». Miguel Serrano escribe que la mujer no tiene chakras ni alma, pero "se sacrifica voluntariamente, inmolándose para entregar su eternidad a su amante, con la ansiosa, aunque serena esperanza de que éste la devuelva a la vida". Y de esa manera el héroe de la novela de Parvulesco empieza haciendo un retiro para practicar el "Dogma y Ritual de la Alta Magia" de Eliphas Levi, con la "ayuda dogmática" de una compañera femenina carente de discernimiento. A lo largo del libro él revolotea de amorío en amorío, atormentado por el estrangulamiento de una mujer en el Bois de Boulogne, que puede o no haber cometido él mismo. Y se supone que todo ello tiene que ver con la preparación mística para el retorno del "Gran Monarca" en el fin de los tiempos.

Puede parecer injusto culpar a un autor por las acciones de su yo ficticio, pero en La Spirale Prophétique Parvulesco deforma a otros autores y a sus tramas para ajustarlos exactamente a su misma mentalidad. Las heroínas no tienen existencia en sí mismas, sino que están allí solamente para ofrecer a los héroes la ocasión de ejercitar, como el narrador de Les Mystères de la Villa "Atlantis" y los adeptos tántricos de los tratados de Évola, la "ciencia amorosa" necesaria para un tipo particular de poder masculino.

La interpretación que Parvulesco da en La Spirale Prophétique de "Om: The Secret of Ahbor Valley" de Talbot Mundy es un buen ejemplo de ello. Esta novela de 1924 trata del descubrimiento por parte de un aventurero inglés, Cottswold Ommony, de que altos iniciados, escondidos en un rincón remoto del Tíbet, han estado alimentando y educando a un avatar femenino, inglesa de nacimiento. Al lama-guardián de esta mujer su gurú le ha dicho que, cuando ella llegue a Occidente, "vendrá a ti un hombre de su misma raza, que podrá servirla mejor que tú cuando llegue su momento. Él sabrá menos, pero tendrá las cualidades que ella necesita". El guardián le dice a Ommony: "Te cedo mi sitio como (su) protector y servidor, para custodiarla, de manera que ella pueda servir al mundo". Esto es todo lo que hay en el texto de Mundy, pero a Parvulesco le sirve como trampolín para echar a volar la imaginación, disfrazándolo de resumen: él describe a la joven como perteneciente al "linaje virginal de sacerdotisas consagradas a la ciencia amorosa y destinadas a sostener, para iluminar desde el interior, con su carne viviente y su aliento de vida, el advenimiento occidental del Nuevo Salvador, esperado para este mismo siglo"; ella está para "prestar servicio nupcialmente a la llegada del Nuevo Salvador del Fin", su esposo hermético, al que encontrará en Francia tras ser admitida bajo el cielo de "acero puro" de la Estrella Polar.

Cielos de acero, el Sol Negro, el Rostro Verde y la fría luz de Arktos iluminan la fascinante, aunque equívoca obra de Parvulesco. Asqueado por y rebelándose contra el mundo moderno, su lealtad es para el "centro supremo y trascendental de la Orden Negra, [...] las nieves filosóficas del Asgärd imperial, inmaculado y hermético". Pero, él advierte,

«...la forma más segura de no entender nada de este asunto es seguir confundiendo la Orden Negra, tal como debe ser, con sus falsificaciones políticas, de las que una, como sabemos ya muy bien, acabó en la pesadilla más abyecta».

En otras palabras, los SS uniformados de negro y esotéricamente educados de Himmler eran sólo una imitación de la verdadera Orden Negra a la cual pertenecen los más altos iniciados. Igual que los compañeros de Götzen gegen Thule, que, al volver de su odisea, se encuentran abandonados como judíos errantes entre la devastación de sus esperanzas, Parvulesco se ve a sí mismo como un héroe solitario. Refiriéndose a su fallecido amigo y mentor, el novelista esotérico Raymond Abellio (otro seudónimo "belisaniano"), escribe:

«Soldados ya perdidos en una guerra que se vuelve cada vez más total, cada vez más esotérica, llevamos a los mismos límites de este mundo las armas espirituales y el destino más enigmático de los honores militares desde el Más Allá. En las filas, tanto visibles como invisibles, de la Orden Negra a la cual pertenecemos, aquellos a quienes la muerte ya ha derribado, marchan junto a los que están aún en pie».

Siempre habrá hombres que se sientan psicológicamente realizados con la guerra o las fantasías de guerra, pero publicitar esto como una misión "espiritual" es burdamente pretencioso. En el Bhagavad-Gita, Krisna le enseña a Aryuna cuál debe ser la actitud del hombre obligado contra su voluntad a luchar y matar a sus semejantes humanos. Poniendo a los propios parientes de Aryuna como sus enemigos, el autor evita la deshumanización del oponente, que es el rasgo más desagradable de la guerra. Pero los guerreros de la Orden Negra no son como Aryuna. Ellos no son reacios, ni ven a sus enemigos como su propia carne y sangre; ¡nada más lejos! De ahí que la suya sea una guerra contra la Humanidad, y por eso deberíamos aprovechar cada ocasión para denunciar sus pretensiones. -

Joscelyn Godwin 
Arktos, the Polar Myth in Science, Symbolism and Nazi Survival" (El Mito Polar), su capítulo sexto (The Black Order)



"Las esperanzas de todos aquellos cuyo punto de vista se podía describir como «rosacruz» estaban puestas en Federico: las esperanzas de que pudiera iniciar la reforma de la que se hablaba en el Fama y en el Confessio."

Joscelyn Godwin 
Tomada del libro de Robert Bauval y Graham Hancock, Talismán, ciudades sagradas, una fe secreta, página 231


"Según Kircher, toda la sabiduría de los judíos procede de Egipto y ha sido transmitida a través del iniciado Moisés. En el árbol de las Sefirot tenemos el símbolo metafísico principal de los cabalistas hebreos. Muestra diez arquetipos invariables vinculados entre sí mediante veintidós senderos que corresponden a las veintidós letras del alfabeto hebreo. Como el árbol es un diagrama de la máxima universalidad, se puede usar como clave para saber cómo funciona el universo en todos los niveles. [ ...] A nivel cosmológico, las siete Sefirot inferiores son los siete planetas de los caldeos y la tríada superior, según Kircher, las esferas de las estrellas fijas."

Joscelyn Godwin 
Tomada del libro de Robert Bauval y Graham Hancock, Talismán, ciudades sagradas, una fe secreta, página 302


























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