En París era otoño y las hojas caían

En París era otoño y las hojas caían
con una levedad dorada de milagro.
Eras la bien amada y eras la bien perdida,
la viajera infinita que ilusiona el verano.
En París era otoño y las hojas caían.
Nunca más andarían tan juntos nuestros pasos.
Le dabas a mi vida países imposibles,
vagos sueños errantes con sus colas de pájaros.
En París era otoño y las hojas caían
a un secreto soñar de todo lo que amábamos
Sonreías, a veces, como si no te fueras
y a mi amor melancólico le dabas su oro pálido

Alberto Baeza Flores



La llave final

Ya la voz del soñar casi no me acompaña.
El vino de arroz embriaga como el viento.
La guerra más feroz está en nosotros.
El dolor siempre borra fronteras de nostalgias.
¿Qué nos queda de todo lo vivido?
Acaso esa estrella invisible que en nuestras manos se ha dormido
y era la llave -final- del Paraíso.

Alberto Baeza Flores


"Las calles eran una eclosión de ruidos, de ritmos, de gritos, de chirridos. Eran un entrechocar de delirios y, de pronto, de silencio, de tumbas, de miradas, de delaciones, de temores. El miedo andaba, suelto, como los gritos."

Alberto Baeza Flores
La muerte en el paraíso



Lumbre secreta

Un silencio de rosas te perfumaba el pelo,
la sombra de la ausencia movía los rosales,
una sonrisa ardiente iba quemando el alma.
Las islas cambiaban sueños en la noche,
el amor regalaba sus nobres a las cosas.
Olvidar era un poco aprender a morir.
Ausencias y ciudades continuaban
uniéndome en el sueño,
volvía la ola a relatarme tu infancia,
pero el tiempo había encanecido de pronto
y sólo era posible escuchar una lluvia invisible
en la última galería del corazón.

Alberto Baeza Flores





"Sonó una descarga que sacudió al condenado, rebotó contra el paredón y golpeó la noche.
El reo se estremeció como el saco al que arrojan desde un camión en movimiento. Su boca se abrió en busca de aire y algo se rompió en la caja de su pecho, como si un alicate hubiera cortado las cuerdas de un arpa.
La sangre, sin prisa, empezó a humedecer la tierra. La sangre era la vena de la noche oscura. El cuerpo del condenado vibró. Se le habían roto las bisagras del alma."

Alberto Baeza Flores
La muerte en el paraíso



Soy un viejo juglar desmemoriado que sólo tiene una paloma de papel
en sus manos vacías y pienso, ahora
que la paloma de papel es la joya de Dios y su misterio.
Soy un viejo juglar desmemoriado que antaño recorría la ciudad en tranvía
 -de corazón de hierros viejos-
y que iban en busca de su quinta -Avenida Ossa y Simón Bolívar-
con un puñado de palabras absurdas machacadas con sueños
y luego, allá en su quinta, me sentaba debajo de las tejas de las lunas chilenas
a recordar que somos un país de catástrofes sísmicas y de las otras.

Alberto Baeza Flores


















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