"Entonces sentí una mano cálida y suave sujetando la mía. No me asusté, de hecho me sentí feliz y aliviada de que hubiera alguien allí conmigo. No podía verla, pero pensé: alguien se ha sentado en el asiento del copiloto para ayudarme, quizá un transeúnte...
Me dijo: Cálmate, respira despacio, la ayuda está en camino...
Asumí que ella era real, una persona tangible con autoridad para saber qué hacer. Sí, sentí que la mujer estaba allí para asegurar mi supervivencia. Habría muerto sin su ayuda...
La mano de la monja desapareció al mismo tiempo en que los paramédicos me sacaban. Asumí que los ayudó también a ellos. Estuvo allí hasta el último segundo. Entonces pareció como si se hubiera desvanecido. Pensé que había estado allí para hacerme compañía hasta que llegara la ayuda...
Supongo que desconecté y me concentré en respirar. Si hubiera continuado en estado de pánico durante tanto tiempo habría muerto. Mis costillas estaban rotas y habían perforado un pulmón, que estaba sangrando. Se me arrancó la nariz, aunque aún estaba unida en una zona y colgaba a un lado. Mientras, mis entrañas se llenaban lentamente de sangre. Así que si hubiera continuado en ese estado la sangre habría llenado mis pulmones y vías respiratorias, y me habría ahogado."

Jane Pottle
Lo que experimento cuando un Cadillac chocó contra su vehículo y se encontraba sin poder moverse ni respirar
Tomada del libro Los Guardianes de Javier Pérez Campos


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