Habla el río

Mi padre, el Sol, que de la nieve pura
engendró el agua y me lanzó en torrente
por los riscos, y mi ímpetu creciente
me labró cauce por la roca dura.

Amansado el impulso de la altura,
caminé por el valle lentamente,
y espejo, en los remansos, transparente,
se miró en mí la Luna en la llanura.

Besaron mi cristal sauces y flores;
a mi paso cantaron ruiseñores
en los serenos días de bonanza.

Y ansiando descansar, siento el anhelo
de morir en el mar, con la esperanza
de que el Sol, otra vez, me vuelva al cielo.

Cristóbal Jiménez Encina

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