Maestro: Yo no sueño con las gigantas tuyas;
tengo una mujer viva, más real y fabulosa;
es moderna, vibrante -para que tú la instruyas
de los raros progresos de esta edad contagiosa.

Mi giganta no tiene las perezas serenas,
no es patrona ni diosa, ni estatua simbolista;
sus carnes, sus ensueños, sus linfas y sus venas,
son savias, floraciones, de una magia realista.
...
Poeta: No la quiero como fría giganta,
como tú, al desear los encantos serenos,
los pródigos regazos de una ternura santa
y al dormirme besando la sombra de sus senos.
La quiero como un monstruo bendito y formidable
de estas pobres ciudades, de estos pobres poetas:
su fenómeno adoro -bálsamo saludable
para mi gran fastidio, mis torturas secretas.

Alberto Moreno

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