El poema de la paz...¡Cristo! (Guerra Señor)

Guerra, señor, el odio alza su puño
y el amor en la tierra ya esta muerto.

Marte dejo escapar a sus centauros
y la diosa del Mal empuña el cetro.

Han olvidado todas las palabras
de ternura y de paz del Nazareno,
aquel que por los hombres fue al Calvario
y la frente inclino sobre el madero.

Amaos los unos a los otros, dijo,
y dio su corazón al mundo entero.

Inútil todo; la maldad se impone,
y la suprema ley es el acero;
oro, poder y vanidad humanas;
ansia de poseer todo el comercio;
de dominar las rutas oceánicas;
de ser mas fuerte, y de vender primero.

Todos tienen la culpa de esta infamia,
todos ante la historia serán reos,
todos los que en la lucha se destacan
socios de la muerte y del infierno.

¿Dónde están los ideales de esta guerra?
Todo es mentira en este cementerio
Año Nuevo traerá lágrimas nuevas,
y las mujeres vestirán de negro.

Asia, América, Europa…esta locura
convierte en una antorcha al universo.

¿Quién saldrá ganando de esta guerra?
¿Quién será el vencedor? Dilo, Maestro.

Baja otra vez al mundo, donde fuiste,
crucificado, Amoroso Galileo.

Baja otra vez y encontrarás a Judas.
¡que en todas las esquinas te dará un beso!
Veras a Barrabas hecho monarca,
y a Herodes comandando los ejércitos.
En cada tumba brotara un negocio,
y en cada cruz ha de graznar un cuervo.

La carne de cañón Caifás la explota,
y son mercado de dolor los pueblos.
No encontrarás la paz en los hogares;
la radio no difunde tu Evangelio;
ni tus frases de amor llenan las almas
preñadas de rencor y de veneno.

Hace falta el Sermón de la Montaña,
hace falta la luz que llevas dentro;
hace falta, Señor, que con tus manos
des la vista a los hombres que están ciegos.

Nadie ve la hecatombe, y todos marchan
ondeando una bandera al matadero!
Baja otra vez ¡El Gólgota sombrío
llamara a la concordia con sus truenos!
Solo tú, con el pecho atravesado
podrás decir a todos: ¡Deteneos!
Necesitas bajar al mundo en llamas,
pálido de dolor, triste y enfermo.

Has de mostrar el nardo de tus manos
agujereadas por el sufrimiento.

Tengo sed, les dirás y nuevamente
vinagre le darán a tu ardimiento;
los centuriones jugaran tus ropas
a los dados vulgares en el suelo,
y las espinas hincaran tus carnes,
¡congelando la sangre en tu cerebro!

Pero debes bajar para que digas
otra vez la verdad de tu Evangelio,
por el hambre que azota los hogares,
por los sepulcros que el rencor a abierto,
por las madres que no pensaron nunca
ir a rezarte, por sus hijos muertos,
y por los hijos ante ti de hinojos,
¡te suplican que no los dejes huérfanos!
Una aurora boreal cubrirá el mundo
¡y tu nuevo dolor le hará ser bueno!

Adolfo León Osorio



I

Por todas partes te buscó mi anhelo,
por todas partes te buscó mi angustia;
por los mares azules y remotos,
por las tierras fantásticas y absurdas.

Hasta por las ciudades legendarias
se detuvo a buscarte mi locura,
y pasó por las nuevas Babilonias
mi alma, como una queja, tras la tuya.

Busqué tu cuerpo en todos los estanques,
tus ojos en las selvas taciturnas,
y tu boca, aromada de camelias,
en el jugo insinuante de las frutas.

Bajé al infierno y te busqué en sus llamas,
subí a la gloria y te busqué en sus músicas;
y te sigo buscando todavía...
y no he de hallarte, aunque te busque... nunca.

II

Vibrando estás en esas melodías
ingenuas y traslúcidas,
que emborrachan de amor en las quimeras
de las mujeres que no llegan nunca.

Vives en los luceros palpitantes,
y en los sueños románticos de luna,
y en las tiernas canciones de imposibles
que dentro de mi pecho se arrebujan.

Encendidos están los tenebrarios
para ti, de mis férvidas locuras,
y en las noches febriles de mis ansias,
como una diosa, por mi mente, ambulas.

Por donde va la cauda de tu ensueño,
vierto el copal de mis esencias puras.
¡Y te llevo en las andas de mis cuitas
hasta el hueco impasible de mi tumba!

Adolfo León Osorio y Agüero



Nocturno de la amada muerta

Nunca podré olvidar aquella noche
en que trémula y pálida
me dijiste con voz que era un sollozo:
“Tengo un presentimiento que me mata”

Era noche de fiesta, en el Casino
las parejas danzaban
y buscando la brisa de los campos,
salimos, en silencio, a la terraza.

Noche de plenilunio hecha de cantos,
de música, de ensueños, de esperanzas;
noche para los juramentos inefables,
noche para quererse sin palabras.

Esa noche te vi mucho más bella,
esa noche te vi mucho más pálida,
y recuerdo también que como nunca
esa noche tus ojos me miraban...

–¿Qué será de mi amor cuando te alejes
y queden mis quimeras deshojadas?
–Tú serás el amor que no se olvida,
tú serás el amor que no se apaga;
tú serás el amor que siempre fulge,
tú serás el amor que siempre canta.

Más allá de la vida y de la muerte,
de las constelaciones más lejanas,
tú serás el amor que no se olvida,
tú serás el amor que no se apaga.

Han pasado los años y aun recuerdo
la noche que llenó de luto mi alma.
¿Qué cruzó por tu mente? ¿Qué misterio
hay en el fondo de esa horrible página?...

Cien veces quise interrogar al cielo,
pero ante mi desventura el cielo calla.
Cuando al día siguiente hallé tu cuerpo
tapizado de flores en su caja,
con las manos cruzadas sobre el pecho
como dos mariposas desmayadas,
me pareció escuchar que me decías:
“No te vayas, amado, no te vayas;

si me van a enterrar, baja conmigo
al fondo del sepulcro”. Yo temblaba.
Tú, decidida al fin, rompiste el hilo
de la existencia, y al batir tus alas,
antes de que mis labios te mintieran,
y que mi corazón te traicionara,
te llevaste en os ojos el ensalmo
de los besos de amor que yo te daba.

Y ahora, cuando en mis tardes agobiantes,
voy a llevarte flores y nostalgias,
de pié, como en la noche del Casino,
frente a la desolación que me desgarra,
te repito los versos de esa noche
en que estabas tan trémula y tan pálida.

–Tú serás el amor que no se olvida,
tú serás el amor que no se apaga;
tú serás el amor que siempre fulge,
tú serás el amor que siempre canta.
Más allá de la vida y de la muerte,
de las constelaciones más lejanas,
tú serás el amor que no se olvida,
tú serás el amor que no se apaga.

Adolfo León Osorio










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