5 de septiembre

Cuando nos crearon,
las manos del dios ya estaban
cansadas.

Por eso,
somos frágiles y mortales. Y amamos,
para rescatar lo que en el dios
fue sueño.

Alberto da Costa e Silva


A un hijo que cumple dieciocho años

Antonio,
los dioses pintan mariposas
mas nosotros sabemos como
en los hombres sueñan
y sangran.

Existe el río.
Existe el campo. Existen
amapolas y un cielo temprano.
Existen el no y la páscua y la noche obesa
y  el ocio furioso. El iluminado
gusto de la fiebre y la herida existen.
Existen lo eterno y la sombra
de un cielo fosco y desierto
sobre cuando lo olvidamos.

Existen
veleros y sonámbulos, el día,
las escamas del pez, la alegría.
Existen la soledad – zambullimiento, asombro –
y el soñares contigo.
El dolor existe.

**
Antonio,
enséñame a no tener miedo
de caminar despierto
y a recibir el azote del éxtasis.

Devuélvame el espanto
frente a la iniquidad
y al rugir de la fiera.

Repón en mi la fuerza
de resistir a la fatiga
de tanto cielo y abismo.
Perdóname la tristeza,
como si fueras mi padre
y no mi hijo.
                     Usciamo
a riveder le stelle.

***
Aparceros, Antonio, en secreto,
así de amor se viste el cuerpo.
Así se acuesta el cuerpo en la tristeza.
Así recoge el tiempo flores, en brazadas.

Todo es silencio, al reverso. La vida
es una vieja cansada. La vida encobre
el sol.
           Siempre ha sido pobre
la mano que traza este surco en el día,
este surco en lo oscuro,
incomprensible e inútil
como llevar un buey a pastar en la playa.

(Mas los dedos de la vieja  mueven los bolillos,
                                           y la luz vuela.)

Alberto da Costa e Silva



El  niño  a  caballo

(Fragmento 3)

La mano de mi padre en papel dibuja,
de un solo trazo, casi, el niño a caballo.

Sale de su mano mi mano a hacerle señas,
y va sobre el papel el niño en el caballo.

Lloro sobre le regazo del triste, ciego y huérfano
a todo lo que estaba atado a la vida, vivo,

mas sin sueño y sin carne, a hablarme sin nexo
sobre un cielo y un sol de que fue desterrado,

mas que ponía alrededor del niño a caballo.

El rostro largo y sólo, rasgado de arrugas,
la mirada a rever lo perpetuo que tenía

y que nunca me ha dicho, en su pensar cortado
del día en que vivía ( en convivencia rara

con la silla de brazos, el pijama, sus pájaros,
la ceniza y la rutina de estar muerto y despierto),

en el papel unía la mano a dibujar
a la mano que hacía señas al niño a caballo,

en este adiós en que estoy, desde entonces, a su lado,
el niño que vuelve, a llorar, a caballo.

Alberto da Costa e Silva


Fragmento  de  Heráclito

Todos los días son iguales – el griego
y el niño que fui
siempre lo supieron.

Él lo pensaba; yo lo vivía,
amargo.

                  El sol
cegaba, en los techos.
Pero el niño de ayer, hoy,
cantaba.

Alberto da Costa e Silva



Imitación de Botticelli

Como la luz en una caja de naranjas,
o la lluvia sobre la mesa de verduras en el mercado,
desciende la mañana en este jardín, descalza,

y las flores que trae, en la involuntaria belleza,
parecen, contra su cuerpo de verano inflado,
musgo, limo, herrumbre, las heridas que los pájaros

abren en la corteza lisa y perfecta de un fruto.

Alberto da Costa e Silva


"Los poetas concretistas pertenecen a mi generación, publicaron sus libros en la misma época. En ese momento la poesía brasileña toma distinta direcciones. Una de ellas sería la neoclásica, a la que pertenezco, otra buscó hacer una poesía de participación social como la que hace Moacyr Félix y un tercer grupo, de vanguardia, al que perteneció al principio Ferreira Gullar con su Lutta corporal, uno de los mejores libros publicados en Brasil en las últimas décadas, un libro que es una extraordinaria interrogación sobre el lenguaje. A ese grupo pertenece también Mário Chamie y los poetas concretos, siempre centrados en las figuras de los hermanos Augusto y Haroldo de Campos y su casi hermano Décio Pignatari. Sus libros se llamaron Noigrandres. La poesía concreta fue una invención extraordinaria en determinado momento, porque la gente muchas veces dice que eso ya estaba en los caligrammes de Apollinaire y algunos poemas de Christian Morgenstern, pero la poesía concreta es cosa diferente, fue sacar la poesía de los oídos y llevarla a los ojos, porque a pesar de todo lo que hubo, la poesía continuaba siendo «de la musique avant toute chose» y es con la poesía concreta que pasa a ser «de la peinture avant toute chose». Entonces ella trae con los hermanos Campos, con Pignatari, con José Limo Grünewald, con Pedro Xisto, para la poesía contemporánea el predominio del ver, la rehabilitación de la letra sobre la página. Yo creo que la poesía concreta fue una gran aventura de la inteligencia y la sensibilidad. Pero una aventura que no podía prolongarse en el tiempo."

Alberto da Costa e Silva


"Me hice poeta porque traía esto en la sangre, porque mi papá era poeta, porque entonces yo tenía en la familia numerosos poetas, porque del lado materno yo desciendo de un hermano de Bernard Le Bovier Fontenelle que fue sobrino de Pierre y Thomas Corneille, de manera que yo tengo esto en la sangre. Yo me crié y crecí entre libros, puedo decirle lo siguiente, hay un verso de Baudelaire que no sé, si usted Alvarado, recuerda: Mon berceau s´adossait à la bibliothéque. Eso es lo que a mi me sucedió, yo nací en una casa llena de libros, yo no he conocido visión distinta a la de los estantes de libros, de manera que crecí en una sala llena de libros que era el paraíso terrenal. Cosa que influyó en el niño que fui, pero no fue solo eso, yo creo que cuando estaba solo y ya he escrito sobre esto en mis memorias [tituladas Espejo del príncipe] yo oía mis propias palabras, las que me decía a mi mismo. En el fondo todo poeta habla para si mismo y va descubriendo que las palabras tienen una vida propia dentro de él, que ellas pasan a tener color y movimiento dentro de él. Y esta es una cosa que uno construye en su infancia, al menos esa es mi experiencia, pues comencé a escribir a los ocho y nueve años.
Mi poesía es una poesía proustiana, a mi me interesa lo que a él, reconquistar la infancia, la poesía como reconquista de lo que viví, de lo que vi, y para eso, naturalmente, ha influido mucho las condiciones peculiares de mi vida. Yo hago una poesía muy confesional, una poesía para no tener que ir al siquiatra, porque yo fui un niño con un padre enfermo..."

Alberto da Costa e Silva



"Mejor (soy) historiador. Recuerde lo que decía Goethe, que la verdadera cultura es la suma de la poesía con la historia. Una de mis preocupaciones de los últimos tiempos ha sido África. Yo descubrí África muy joven y desde entonces es una fijación tan parecida a la de la infancia y la poesía. En mis libros sobre África hago poesía sobre África, la historia es una forma de la poesía. Yo llamo a mis libros sobre África O vicio da África, el vicio de África, en el sentido de que es una pasión profunda, una pasión invencible pues se ha tornado vicio.
Toda la gente de mi generación leyó mucho sobre África. Leímos a Tarzán, las Minas del Rey Salomón de Rider Haggar, etc. Todo este sentido de aventura había en el África para nosotros y era mucho mas grata cuando a un niño que vivía leyendo libros, la aventura le entraba por los ojos...Cuando tuve diez y seis leí Casa Grande y Senzala de Freyre y Los áfricanos en Brasil de Nina Rodríguez. Luego leí Costume Áfricaine no Brasil de Manuel Querino y a partir de allí todo lo que sobre África cae en mis manos. Cuando me hice diplomático comencé a trabajar en los asuntos de ese continente. Primero estuve en Nigeria, luego a Etiopía, pasé a Nigeria del Sur y luego hice un viaje en coche desde Accra en Gana hasta el sur del Líbano. Estuve luego en Camerún, Angola y viajé por todos los países de África y comencé a establecer las diferencias y la realidad. Tenemos que poner la realidad contra lo que leemos; a mi me apasionaron siempre los libros de los viajeros del siglo XIX y comienzos de este. Eran unos tipos extraordinarios porque no tenían cámara fotográfica, no tenía videos, miraban apenas con sus ojos y escribían libros como el del consejero José María de Lisboa, Barón de Japurá: Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, que es un libro básico para conocer esos países. Y así fue como leí muchos libros de viajeros sobre África. Y me apasioné por ese continente y me puse a estudiar y me puse al día hasta que Augusto Meyer me dijo: tienes que escribir sobre África porque aquí nadie lo está haciendo. Para escribir este libro [A Enxada e a Lanza] he gastado unos diez años, porque como soy diplomático me toca escribir los sábados y los domingos.
Yo creo que África es una de nuestras memorias mas profundas, porque yo no sé si ustedes aquí en el altiplano, pero si en las costas. Crecimos recibiendo al África por la boca y los oídos y los ojos. La esencia del África se transplantó a América y está entre nosotros, no de manera pura pues se transformó dentro de nosotros como se transformó en África. El África que nosotros recibimos es el África de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX que se fue transformando dentro de nosotros porque entró en contacto con otras realidades, igualmente mágicas, igualmente racionales, todo este mundo formas, de maneras de comer, de sentarse, caminar, bailar, de maneras de ser que se impregnan en nosotros con otras herencias. Pero el África está dentro de nosotros y va a ser muy difícil comprender lo que somos, porque si somos brasileños no entendemos qué es África, que fue África, qué Portugal, qué Italia, qué los naturales, que fue todo.
No somos mas grecorromanos, somos otra cosa y tenemos que descubrir dentro de nosotros mismos y estamos descubriendo desde hace mucho, estamos descubriendo otra cosa. Una de las madres de esta otra cosa es África. En algunas culturas africanas, polígamas, el niño es hijo de todas las mujeres de su padre; entonces nosotros somos verdaderos hijos de todas estas mujeres y no solo una. Nosotros, cada uno de nosotros tiene muchas madres, y África quizás es una de las madres mas cariñosas que tenemos y la más antigua."

Alberto da Costa e Silva




"Mi padre perdió la razón a los cuarenta y tantos. Tuvo un destino parecido al de Hölderlin. Yo fui una especie de marcenero Zimmer, que cuidaba de su padre. Lo que quiero decir es que me crié en un dialogo con el silencio de mi padre, la infancia de un huérfano que no era huérfano. Yo creo que esta tentativa permanente que hago para rehacer el tiempo de mi niñez está ligada a un profundo deseo de haberla vivido de otra manera. Mi poesía es wordsworthiana, de recuperación del paisaje por un lado y por el otro proustiana que recuperación de la niñez..."

Alberto da Costa e Silva


Soneto  a  Vera

Estabas siempre aquí, en el paisaje.
Y en él sigues, en medio de este asombro
del tiempo que tan sólo es lo que fuimos,
un cielo quieto sobre el mar del día.

Súbitamente en despedida vives,
calma de sueños,  simple visitante
de aquello que te cerca y lo que queda
inmóvil en lo que es breve, poco e humano.

Las regatas al sol, de la penumbra
donde abría ventanas. Y de entonces
voy al campo de trébol, a tu espera.

Lo que pasa persiste en lo que tengo:
la ropa en el tendal, muro, palomas,
todo es eterno cuando lo miramos

Alberto da Costa e Silva


Usa mi corazón, si el tuyo ya lo has desgastado,
hecho de piedra que el cuchillo alisa

*
Usa mi corazón
para escondernos, como a los ojos los párpados,
del cansancio del tiempo, del moho de los retratos

*
pues sabemos que el amor entre nosotros
aspira al océano y a las estrellas
y hace de la muerte una miga en la mesa.

Alberto da Costa e Silva












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