A la muerte de la comedia

Brújulas negras. Nortes muertos.
Luto en el meridiano.
Avería en el rumbo.
Dirección dislocada.
Se reventó el camino
y en el hirsuto lazo de la desgracia
cuelga una marioneta…
Este es nuestro cadalso. Nuestra horca.
¡Allí está nuestra farsa!
Rumbo amputado.
Pierde un zanco el oriente.
Tiene parálisis de olvido
la pata del camino…
La ortopedia está inválida
y la desgracia estira…
¡por su lazo paseamos la equilibrista farsa!
El sol perdió el zanco del oriente…
Rumbo amputado.
Tiene gangrena de cansancio
la pata del camino…
Parálisis del viaje…
La desgracia se enrosca,
¡por su lazo paseamos el saltimbanqui orgullo,
y el quejido inalámbrico…!
La fatiga es una inválida ortopedia.

Y se hizo nudo el viaje…
¡La fiesta estrangulada columpia su pecado
iridiscente!
y allí donde paseamos la equilibrista farsa
¡con la lengua sacada
cuelga la polichinela!
Murió nuestra comedia…
(Y en el sótano hay una caricia carismática).

Artemio González


El apóstata

En una hora de aguja de dolencia,
cuando el minuto humano afila más el péndulo
y la noche cuelga como bellota tácita
de la orfandad del mundo…
Entonces… Sin figura
sin acta y sin Artemio,
soy el nombre de aquello que se resiste al nombre,
el apóstata huraño de la fe del bautismo.
Soy lo que se deserta para exhalar el alma
como sonata en quiebra en una vía de osario…
Cuando la noche cuelga una bellota tácita
de la orfandad del mundo.

Artemio González



El cerrajero

Yo viví haciendo llaves con palabras
para abrir con sigilo
la cerradura material del mundo.
Desde que supe que pensar
es un oficio de forzar las puertas,
limé con la dialéctica el silencio
para malear la voluntad del verbo,
y todavía el aldabón hermético
sostiene la unidad de la frontera.
Antes de mí, vinieron doctorales filósofos
con ganzúas lucubrantes
y el corazón del ser sigue en su chapa.
Después de mí, vendrán científicos de plaza
con herrumbrosas fórmulas moldeables
y seguirá inasible la clausura.
Pensadores andantes harán alto
y enmohecerán sistemas en la puerta.
Los poetas darán a sus motores
un metal de palabra adelgazada,
harán la misma llave en otro tono
y romperán su intento en herejía.
Yo viví haciendo copias de la llave
que sonaba a pregunta amordazada
ante el misterio del espanto frío:
la ganzúa y el metal fueron los mismos,
pero auscultaron de distinto modo
en la misma insondable cerradura.
Enmohecida la llave, pero en alto
la mano que lucubra en el candado,
cuando vengan los nuevos cerrajeros
así quiero que me hallen.

Artemio González



El temblor de la luz...

El temblor de la luz tiene otra tinta
que es sangre e ilusión de otra instantánea,
la vida se disuelve en miscelánea
de igual tropel y de ánima distinta.

La aparición palpita y se despinta
en dilución de niebla, es momentánea
la fantasmagoría contemporánea,
y pare la razón y muere encinta.

Yo he de volver a mí, por mi epicentro
los escombros del credo en que me empolvo
se imprimen en la fe como en la brisa.

Y se cierran mis páginas, por dentro
Dios medita en la sede de mi polvo
y la muerte me edita en su ceniza.

Artemio González



Elegía y fuga sobre la marcha humana

Voy perdiendo la estrella poco a poco
irremediablemente
cada instante que pasa
soy el huérfano de algo que se muere.
Estoy abriendo la cápsula
del silencio más virgen,
porque me estoy quedando solo
y evidencio
que me estorban la luz y la palabra.
Paso… a… paso…
así… me deshereda
la rosa del perfume,
y en el despojo de mi flor terrestre
¡me hiela la orfandad de la belleza!
Paso… a… paso
se apaga la mujer del plenilunio,
y el basurero del olvido humano
atraviesa el jardín muerto del mundo.
Se hunde mi voz y se desploma
el edificio del idioma
donde
Dios está en su inconsútil epicentro…
No hay duda, voy al bálsamo y al sueño.
Ya, en la acechanza humana
se pierde lenta… hasta el jamás…
inexorablemente el ansia viva de sonatina
¡con que pasó a mi lado la mujer de la fiesta!
Ya sin viento de tierra,
sin la tierra del viento
ni el diptongo del lírico quejido
podrá venir conmigo…

Artemio González


Platero del silencio

Nací en la elegía de la ceniza…
Y he crecido y crecido
envolviéndome en la bandera del humo
y acrecentando, dentro,
el evangelio lírico que vive en el rescoldo.
Soy el mesías de la ceniza…
Joyero del silencio
cultivé orín y niebla
con la herramienta estética que me hizo
¡alcanzar las corolas del poema!
Ardían gardenias de oro y pájaros de fuego
abajo, la patria de los otros
era un mitin fangoso de gritos y de risas.
Pero apagué la fiesta con ceniza
para encontrar mi pueblo,
y a través de la herida
sombría de mi ostracismo
¡reventaron las llagas del sol introvertido!
Esta es mi joyería:
flor de polvo de noche,
estrella de ostracismo
con la que soy ahora
platero de silencios de ceniza…
Rosas de sangre estallan en el mundo…
Es un congreso fértil de pétalos la fiesta
la patria de los otros…

Artemio González


Un solo pan

Un pan largo el camino
y el hambre de mis pies
desmigajándose en caídas,
siento
el horno del planeta que se pega
al paladar de mis pisadas,
muerdo
todo el estío de un migajón llorado
por el cielo;
luego
me hago harina en el polvo
para ser
un solo pan fundido con la tierra.

Artemio González










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