"Al ser humano le parece tan extraño existir que las preguntas filosóficas surgen por sí solas."

Jostein Gaarder


"Algunos tienen que detenerse y recoger aquello que se queda en sus orillas."

Jostein Gaarder
El mundo de Sofía


"Con la filosofía es igual que con el amor. Tú no sabes para qué sirve estar enamorado, sólo sabes si los estás o no."

Jostein Gaarder


"Conduzco derecho hacia Kringelen, casi todo el tiempo a veinte o treinta kilómetros por encima del límite de velocidad permitido.
Espero que la policía me pare en un control. No, fantaseo con una condena de veinte años de cárcel. Me sorprendo a mí mismo deseando veinte años de cárcel. Podría rogar al juez que me condenara a cadena perpetua, preferiblemente en una pequeña e incómoda celda de alguna de las instituciones carcelarias más severas del país, lejos de las grandes ciudades y de las personas que conozco, y preferiblemente con otros delincuentes, criminales, estafadores y asesinos.
Me imagino que se me permite dirigirme directamente al jurado. ¡Sí, me declaro culpable! Conducía demasiado deprisa, perdí el control debido a la pérdida de fuerza de mi mano y atropellé a una señora mayor. Ella no sobrevivió. ¡Perdónenme, perdónenme! Condénenme, es su deber, pero no a muerte, pues estoy en contra de la pena de muerte como principio; solo pido poder vivir unos meses y años más…
Con la bolsa de la compra colgando de la mano derecha emprendo la subida de una hora hasta la cabaña y la laguna, y, al hacerlo, me deshago de parte de la rabia.
Me resulta inconcebible estar condenado a muerte sin otras señas de discapacidad física que una mano izquierda algo mustia y un par de dedos entumecidos. Dentro de poco, en solo unos meses a partir de ahora, no seré capaz de andar, y luego, poco a poco, iré perdiendo facultades hasta depender de ayuda para absolutamente todo. Volveré a ser como un bebé. Al final no seré capaz de comer, pero me meterán un tubo directo al estómago, un «tubo para sopa», de modo que no moriré de desnutrición. El cuello de la botella será la respiración. En la fase final puede que me conecten a un respirador. También eso dijo Marianne, la muy grosera. Pero no quiero eso, el respirador no, ¡ni hablar!
Lo que dio lugar a las pruebas médicas no fue que yo dijera que me encontraba mal. No me encontraba mal. Fui al médico porque me dolía la mano; eso fue todo. Tendinitis fue lo primero en lo que pensé, aunque era un poco raro que fuera la mano izquierda, ya que escribo y hago casi todo con la otra mano.
Pero a Marianne ese insignificante síntoma le pareció sospechoso y ni siquiera probó dándome un antiinflamatorio. Me palpó la mano y los músculos de todo el brazo izquierdo. Luego me envió a ese instituto radiológico hipermoderno con paredes y techos blanquísimos, un lugar desagradable; tuve unas nauseabundas asociaciones con la escenografía de una vieja representación de la obra A puerta cerrada, de Sartre.
No fue mucho mejor la sala de espera de la policlínica del hospital general unas semanas después: ¿Albert? ¡Pase, por favor!
Es primavera en el bosque, el sendero está casi despejado de nieve hasta arriba del todo, aunque todavía hay montones en las hondonadas entre los árboles. Veo tusilagos. A pesar de no haber casi nieve en el bosque, el sotobosque está mojado, y no llevo botas —vengo directamente del trabajo, con zapatos negros de ciudad—. Pero en la Casa de Cuento me esperan botas secas y seguro que también calcetines.
El bosque no resulta hospitalario en esta época del año. Todo está frío y húmedo. En la aguada hojarasca del año pasado le doy una patada a un ratón muerto, y, unos metros más allá, a otro pequeño roedor que tal vez muriera en la helada antes de que la nieve cuajara. En cambio, cuando llego arriba, el sol de la tarde brilla en un cielo despejado, y la laguna resplandece."

Jostein Gaarder
Simplemente perfecto


"El ser humano no vive sólo de pan. Necesitamos amor y cuidados, y encontrar una respuesta a quiénes somos y por qué vivimos."

Jostein Gaarder


"La ociosidad es la madre de todos los vicios."

Jostein Gaarder



"Lo único que necesitamos para convertirnos en buenos filósofos es la capacidad de asombro."

Jostein Gaarder


"Mi viejo y yo habíamos quedado en vernos en el camarote antes de cenar. Sin darle muchas explicaciones, le conté que había hecho algunas observaciones importantes, y durante la cena mantuvimos una interesante discusión acerca del ser humano.
Yo dije que me parecía curioso que los seres humanos, que somos tan listos para muchas cosas, como por ejemplo la exploración del espacio y la composición de los átomos, no sepamos más sobre nosotros mismos. Entonces mi viejo dijo algo tan inteligente que creo que puedo recordarlo palabra por palabra:
-Si nuestro cerebro fuera tan sencillo como para poder entenderlo, seríamos tan tontos que, de todos modos, no lo podríamos entender.
Me quedé un buen rato meditando sobre esta frase. Al final, llegué a la conclusión de que la frase decía más o menos todo lo que podía decirse sobre la pregunta que yo había hecho.
Mi viejo continuó:
—Porque hay cerebros mucho más simples que el nuestro. Por ejemplo, podemos, al menos hasta cierto punto, entender cómo funciona el cerebro de una lombriz. Pero la lombriz no puede; para eso, su cerebro es demasiado simple.
—Puede que haya un dios que nos entienda.
Mi viejo se sobresaltó. Creo que le impresionó un poco que yo fuera capaz de hacer una pregunta tan astuta.
-Puede ser. Pero, en ese caso, él sería tan enormemente complicado que seguramente no sería capaz de entenderse a sí mismo.
Hizo señas al camarero para pedirle una cerveza con la comida. Siguió filosofando hasta que se la trajeron. Mientras el camarero echaba la cerveza en el vaso, dijo:
-Si hay algo que no entiendo, es por qué Anita nos dejó.
Me llamó la atención que de repente utilizara su nombre, ya que solía decir «mamá», como yo. Mi viejo hablaba tanto de mamá que a veces me hartaba. Yo la echaba de menos tanto como él o más, pero me parecía mejor echarla de menos cada uno por nuestra cuenta que echarla de menos los dos juntos.
Añadió:
-Me parece que entiendo más de la composición del espacio que de las razones por las que esa mujer simplemente se fue, sin dar una clara explicación de por qué desapareció.
-Quizá ella misma tampoco lo entendiera —repliqué.
Después de cenar, dimos un paseo por el barco. Mi viejo señalaba a los oficiales y a la tripulación, explicándome el significado de los distintos galones e insignias. Yo no pude evitar pensar en una baraja.
Un poco más tarde, mi viejo me confesó que tenía la intención de darse una vueltecita por el bar. Pensé que era mejor no iniciar ninguna discusión al respecto, y le dije que prefería volver al camarote a leer mis tebeos.
Creo que le pareció bien quedarse un rato a solas, y yo, por mi parte, estaba ya pensando en lo que le contaría Frode a Hans el Panadero. Por supuesto, no tenía ninguna intención de leer tebeos del Pato Donald. Quizá fuera ése el último verano en que me gastara dinero en ese tipo de comics.
Al menos ese día aprendí una cosa: ya no era sólo mi viejo el que filosofaba. Yo también había empezado a hacerlo."

Jostein Gaarder
El misterio del solitario


"No han regido reglas estrictas para ello, porque yo también he podido responder a las ideas de Pelle mediante susurros o breves llamadas en voz muy alta, también cuando hemos estado fuera del alcance físico el uno del otro. Mientras paseaba por Oslo o iba en un autobús o tren, esto podía llamar la atención de la gente sin querer. En este sentido he notado, no obstante, un cambio social radical en el transcurso de los últimos años, a mi favor. Desde que sacaron esos teléfonos móviles con pequeños micrófonos que se sujetan en la solapa o las pecheras de las camisas, mi conducta resulta menos llamativa. Antes había gente que pensaba que padecía el síndrome de Tourette, pero hoy en día no soy el único que va por las calles de la ciudad, o por un sendero del bosque, tosiendo comentarios a todo dios. No resulta fácil saber si estoy hablando con Pelle o si hablo por el móvil con mi cónyuge. En ambos casos se trata de una comunicación inalámbrica. Inalámbrica y sin embargo intacta.
Esto no significa que hayamos dejado de hablarnos de un modo normal, es decir, con la voz. Pelle suele estar colocado en mi brazo cuando charlamos, y, cuando no lo está, hoy en día solo muy rara vez consigue llevar a cabo un intercambio de opiniones de verdad. Cuando no nos encontramos en la misma habitación, y él no está colocado en mi brazo, suele tratarse solo de comentarios y llamadas breves, o simplemente que intenta subirse a mi brazo.
Cuando viajo, me llevo a menudo a Pelle, no solo por él, sino también para tener a alguien con quien hablar. Los días pueden hacerse largos, y yo no soy el típico telespectador, pero sí me gusta estar en una habitación de hotel con Pelle en el brazo. Los dos podemos ser inagotables discutiendo ciertos temas, y todavía siento a veces gran curiosidad por saber qué piensa Pelle de esto o aquello. Durante los desayunos en los hoteles, por ejemplo, veo a menudo a matrimonios que están en silencio, tal vez porque ya no tienen nada de qué hablar. Me dan mucha pena.
Además, he adjudicado cierto papel a Pelle cuando doy conferencias en el oeste del país. Allí no solo pronuncio mi discurso, sino que dialogo con Pelle, por ejemplo sobre minuciosos detalles relacionados con viejos mitos y préstamos indoeuropeos. Estoy convencido de que eso es parte del secreto de mi reputación como comunicador y conferenciante. «El dúo Jacobsen y Skrindo tomó por asalto al público...».
También he intentado llevarme a Pelle a clase, por ejemplo como recurso pedagógico en el repaso de la gramática del nynorsk, aunque no siempre ha sido un éxito. Durante algunos años tuve que aceptar que ciertos alumnos me llamaran Pelle, si no a la cara, al menos a mis espaldas. En una ocasión se mencionó algo al respecto en la sala de profesores. Un colega me preguntó por qué los alumnos me llamaban Pelle. Era ese mismo colega que había estudiado Física con tu hermana.
Cuando, con la asistencia de un tutor legal, vendí la granja y me mudé a Oslo, mi padre vivía en otro valle en dirección sureste. Dejó una pareja, o al menos una mujer con la que compartía casa. Creo que se llamaba Solveig; sin embargo, no tenían hijos en común. Como heredero único recibí por tanto una buena suma de dinero; tan grande era que me pregunté de qué vivía mi padre."

Jostein Gaarder
El hombre de las marionetas


"Pero también existen argumentos a favor de la idea de que sólo aquí haya seres con una conciencia universal. Aunque han surgido formas primitivas de vida también en otros astros, no debemos olvidar que transcurrieron unos cuatro mil millones de años desde el principio de la vida en este planeta hasta el nacimiento de la estirpe humana, y cuatro mil millones de años es una avanzada edad para un planeta. Ya dentro de mil millones de años lo más probable es que hayan desaparecido las condiciones de vida en nuestro propio planeta, la Tierra habrá perdido su atmósfera, y el agua se habrá evaporado.
A pesar de todo, tal vez seamos los únicos que estemos aquí. Aunque por ahora no podemos estar completamente seguros de que este universo no sea una fuente humeante de almas y espíritus en sus formas externas más diversas.
Cuando era niño, recuerdo que pensaba muchas veces precisamente esto. Tal vez haya un hervidero de vida en el universo, pensaba. Era un pensamiento estimulante. Al mismo tiempo me sobrevenía justo la idea contraria. Tal vez sólo haya vida aquí y en ningún otro lugar de todo el universo. Ése también era un pensamiento estimulante. Las dos posibilidades resaltaban ese increíble milagro que suponía para mí estar vivo.
El autobús pasa velozmente por Hemsedal. Naturalmente sé que dentro de un rato voy a pasar por aquel lugar. Intento prepararme. Tal vez todos esos pensamientos sobre el universo que me han tenido ocupado durante el viaje formen parte de esta preparación. Supongo que te acordarás de lo del muelle de Revsnes. Estábamos obligados a hablar de algo tan abrumador que un suceso casual de nuestro propio planeta era eclipsado por un orden superior y un contexto casi infinitamente mayor.
Las nubes siguen bajas, aunque ¿cómo distinguir entre un mar de niebla y una capa de nubes? Las nubes cuelgan a tres metros sobre el suelo.
Un letrero en la carretera nos informa de que la Carretera Nacional 52 sobre la montaña de Hemsedal está abierta al tráfico. Cómo no, estamos en verano.
Durante mucho tiempo vamos por el lado derecho del río, que lleva una gran abundancia de agua debido a unas precipitaciones récord durante las últimas semanas, pero también debido al tardío derretimiento de nieve en la sierra este verano. Pasamos por un embalse tan lleno que se está desbordando. Ésa es la explicación de la enorme cantidad de agua que llevaba el río que acabamos de ver. También encaja con los muelles inundados del lago Tyri, pues se trata del mismo sistema fluvial.
Los jirones de niebla, que casi se pueden tocar, dormitan sobre el valle en cantidades muy concentradas. El tiempo está a punto de convertirse en una broma meteorológica. Luego vuelve a espesarse, sólo se ve el fondo del valle, las dos laderas están embaladas en una espesa niebla.
Observo todo esto a la vez que me concentro en el inconcebible hecho de poder estar aquí sentado con unas claras ideas sobre la historia y la geografía del universo. Además, me permito tener ciertas opiniones sobre cómo o por qué hemos surgido seres como yo.
«El universo no estuvo preñado de la vida, y la biosfera tampoco del ser humano. Nuestro número ha salido por azar, como en la mesa de juego en Montecarlo.»
Pero resulta tentador intentar soplar la floritura reduccionista de Jacques Monod hacia atrás, sólo para escuchar lo armonioso o lo no armonioso que sonaría: El universo estuvo preñado de la vida, y la vida de la conciencia de este universo de sí mismo.
A mí no me suena mal. Al menos no está en total desacuerdo con mi intuición. Este universo es consciente de sí mismo, tiene conciencia de sí mismo. Un hecho tan evidente, pero a la vez tan asombroso, no se puede dejar exclusivamente a interpretaciones esotéricas.
Porque algo hay en un nivel superior, pienso cuando nos acercamos a la línea hidrográfica, por no decir al nivel más alto al que se puede argumentar científicamente. A lo mejor no «debería» haber surgido la conciencia, y tampoco la vida. Así argumentaba Monod. Y a lo mejor tampoco «debería» haber surgido este universo.
Si este universo desde sus primerísimos inicios hubiera sido de una naturaleza un pelín diferente a la que de hecho es, se habría derrumbado en unas millonésimas de segundo después de haber emergido. Incluso diferencias microscópicas en lo que Monod llamaba «los primeros principios» habrían conllevado la consecuencia inexorable de que ningún universo hubiese surgido. Me limitaré a dar un par de ejemplos. Si no fuera porque el universo tuvo desde el primer momento un poco más de masa positiva que negativa, éste se habría aniquilado al instante después del estallido. Si la interacción nuclear fuerte hubiera sido sólo un poco menos fuerte, no habría contenido absolutamente nada de hidrógeno. Pero la lista es mucho más larga. O como dijo en una ocasión Stephen Hawking: Las probabilidades en contra de que surgiera del Big Bang un universo como el nuestro son enormes."

Jostein Gaarder
El castillo de los Pirineos


"Quizás esto último te resulte un poco difícil de digerir, Sofía. Empiezo de
nuevo: Sócrates pensaba que era imposible ser feliz si uno actúa en contra de
sus convicciones. Y el que sepa cómo se llega a ser un hombre feliz, intentará
serlo.
Por ello, quien sabe lo que está bien, también hará el bien, pues ninguna
persona querrá ser infeliz, ¿no?
¿Tú qué crees, Sofía? ¿Podrás vivir feliz si constantemente haces cosas
que en el fondo sabes que no están bien? Hay muchos que constantemente
mienten, y roban, y hablan mal de los demás. ¡De acuerdo! Seguramente
saben que eso no está bien, o que no es justo, si prefieres. ¿Pero crees que
eso les hace felices?
Sócrates no pensaba así.
Cuando Sofía hubo leído la carta sobre Sócrates, la metió en la caja y salió al jardín.
Quería meterse en casa antes de que su madre volviera de la compra, para evitar un
montón de preguntas sobre dónde había estado. Además, había prometido fregar los
platos.
Estaba llenando de agua la pila cuando entro su madre con dos bolsas de compra.
Quizás por eso dijo:
— Pareces estar un poco en la luna últimamente, Sofía.
Sofía no sabía por que lo decía, simplemente se le escapó:
—Sócrates también lo estaba.
—¿Sócrates?
La madre abrió los ojos de par en par.
—Es una pena que tuviera que pagar con su vida por ello —prosiguió Sofía muy
pensativa.
—¡Pero Sofía! ¡Ya no sé qué decir!
—Tampoco lo sabía Sócrates. Lo Único que sabia era que no sabía nada en
absoluto. Y, sin embargo, era la persona más sabia de Atenas.
La madre estaba atónita. Al final dijo:
—¿Es algo que has aprendido en el instituto?
Sofía negó enérgicamente con la cabeza.
—Allí no aprendemos nada...
La gran diferencia entre un maestro de escuela y un auténtico filosofo es que el
maestro cree que sabe un montón e intenta obligar a los alumnos a aprender. Un
filósofo intenta averiguar las cosas junto con los alumnos."

Jostein Gaarder
El mundo de Sofía



"Vengo de los suburbios. Recuerdo la casa de mi abuela. Era muy sencilla. Pero también vengo de las salamandras y los anfibios. Vengo de la Vía Láctea. Mi dirección: Jostein Gaarder / Oslo / Noruega / Europa / Planeta Tierra / Sistema Solar / La Vía Láctea / La más Grande Realidad /. Y también al revés: la Gran Realidad / La Vía Láctea… De ahí vengo y hacia ahí voy."

Jostein Gaarder
El diagnóstico y otros relatos



“Vivimos nuestras vidas en un cuento maravilloso, pensé. Pero, sin embargo, a la mayoría de la gente, el mundo le parece algo «normal». Por otra parte, se pasan la vida buscando algo «anormal», como por ejemplo ángeles o marcianos, porque no comprenden que el mundo, por sí mismo, es ya un misterio.”

Jostein Gaarder


"Vivimos nuestras vidas en una realidad ficticia detrás de las palabras de un cuento muy largo."

Jostein Gaarder
El mundo de Sofía








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