Al sol

Sé que estás alto
por mi sombra que se perfila
en la grama.

En un momento me voltearé
para saludarte,
pero me detengo vacilante
en compañía de mi sombra

antes de exponerme
a la soledad de tu luz.

Rowena Hill



Alhambra

Los ángulos significan, y las proporciones,
se modulan de tono en tono
a medida que se despliegan los espacios.

Ninguna lengua del presente puede dilucidar
la inquieta armonía.


Bichos raros o el dodo anonadado

Era pterodáctilo,
halaba las alas de piel fría
por el cielo clorofílico
de la era cretácea -

extinta estoy.

Caminaba como moa
entre las selvas pacíficas,
flores amarillas y rojas
caían en mis plumas -

aniquilada fui.

Soy al presente poetisa
anclada por mil amores
terrosos y vegetales al borde
del abismo categórico -

¿podré vivir?

Rowena Hill




Catedral de Toledo

Las mujeres sensuales
- sirenas, taberneras –
en la reja que cierra el sanctum
advierten contra la blasfemia.
La blasfemia está dentro.

Rowena Hill


Crematorio

La piedra afirma el cumplimiento
de mi alma mineral,
más adentro solo está el fuego.
No es infierno aunque lo habita
lo oscuro tornasolado
del ojo de Lucifer
y ruge como el incendio
de la ciudad apestada;
crece y revienta las fiebres,
entonces brilla como el horno del pan
o el fresco sol de la mañana.
Al final quedan las brasas
y la luz absoluta.

Rowena Hill


Decrépita

I

En todo el largo invierno no ha llovido.
Mis poros se han encogido por la sequedad,
el viento sediento me traspasa
con un ruido de guijarros.
Mis amantes son calaveras escasamente revestidas.

II

Ellos se pararon en fila y yo dije
“El mío es el jorobado,
sus miembros son robustos y su semilla es humilde,
mana desde el fondo
del linaje de los guerreros que me acribillaron”.

Pero mi deseo por él fue una lluvia fría,
el primer hijo se negó a dejar el vientre
y todavía cuelga allí
como una araña en la ventana.
Los otros no tenían campo y se escurrieron
antes de tiempo y sin alma.

Rowena Hill


Ida y Vuelta

Para mi hermana, Beatrice Tinsley

El solsticio quedó
atrás, y no sé si moriste
o aun te detienes
en el filo del tiempo.

Sigue castigándose
mi mano con golpes
por la parálisis
de tu fin.

Si ves, es el cuadro
de la ventana, gaviotas
cruzando el celeste; yo miro
los remolinos de la luz

en el torrente.
¿Qué significa nacer
del mismo vientre?
Conozco tu carne de infancia.

Parece que se apartan
nuestras huellas desde que escarbamos
en el jardín para descubrir
Australia o el infierno.

Aprendimos lenguajes
diversos, vivimos
en continentes aparte
y amamos hombres opuestos.

Seguiste una precisión
de música barroca hasta el límite
del cosmos mensurable
y opinaste sobre el comienzo

y el fin; yo horado
por los suelos de la memoria
tanteando los orígenes
y el devenir.

Los griegos que dieron
sus nombres a constelaciones
y pasiones, no nos ven
separadas, ni los chinos

que trazaban los ciclos
del cielo en las especies
de la vida terrenal
y la tierra de la mente.

Desde la raíz común
crecimos para forzar
el espacio solitario
exigiendo fusiones.

Te lleva la traición
de células ennegreciéndose -
a veces me asomo
a la cámara espejada -

la locura es muerte
simbólica, hay resucitaciones,
la tuya es real -
es cuestión de años.

La luz se dilata.
¿Estás viendo tú
por mis ojos en el pasaje
fuera del tiempo?

Cuando no habrá
ni ojos ni memoria
nuestras fuerzas fluirán
en el mismo universo.

 Rowena Hill



Los hijos

Llegan a su término desconocido,
la perra primero, el cachorro sale fácilmente
de pelo liso como ella
con los ojos de medianoche de Lobo.
Para Nave es dolor puro
mientras los huesos tanto tiempo comprimidos
en la máquina de volar se esfuerzan
para abrirle paso a su hijo.
Grita cuando sale precipitado
y pierde conciencia.
La perra se asegura que el niño
respira libremente y atiende a Nave
temiendo perderla
empujándola suavemente hacia la vida
y lentamente vuelve en sí
voltea la cabeza hacia el niño
criatura nueva y singular
peluda y fuerte
con manos y pies humanos
y la cara de sabueso sabio.
La mira y sonríe.

La perra tiene leche para dos,
nunca faltan ratones y hojas.
Los niños crecen demasiado rápidamente
para las madres contentas,
retozando y peleando entre
la barrera de robots y la cueva.
Pronto descubren su propio lenguaje
y sus juegos se convierten en tácticas,
se adentran más lejos en la jungla
de maquinas descompuestas,
traen de vuelta piezas y construyen castillos
vehículos maniquíes,
estudian cómo hacerles moverse
hablar y recordar.
Con muchas inquietudes Nave
les muestra todo lo que sabe.

Una de las cajas de los chicos
comienza a transmitir noticias
de lo que sucede en el mundo fuera
de su recinto remoto:

dos canales, uno de anuncios
a voz en grito para el pueblo:
“escasez de raciones
necesario comer menos
el trabajo debe seguir”

“el trabajo sin sentido,” dice Nave,
“construyendo máquinas no viables
para que se queden quietos” –
“se está buscando una solución
la obediencia es el camino”.

El otro canal es animado,
voces que murmuran se regodean
a veces tiemblan ansiosas
todos entorno al mismo tema:

“Las naves están casi listas
una reparación menor a un cohete
y estaremos idos
más allá de la galaxia;”

“el gas espera
en puntos estratégicos,
no dejaremos testigos”.

Finalmente las órdenes:
“oigan ciudadanos
mañana será un nuevo comienzo
quédense quietos en sus casas
les será llevado el alimento”.

“¿No hay nada que podamos hacer?”
preguntan los niños y Nave contesta
“Nada, ahora nada.
Sólo esperemos nos proteja la distancia.”

El ruido les alcanza,
un estruendo y un relampagueo alto
desde la ciudad de Nave, la más cercana.
Tres rayas ardientes cruzan el cielo
ascendiendo raudas por la atmósfera.

“Usaron los propulsores de los cohetes
para encender el gas,” dice Nave
y siente nauseas imaginando
el holocausto en sus calles.
“Esto es el fin.”

“No es el fin. ¿Para qué estamos nosotros?”
protesta su hijo.

“¿Para qué están?”
Que él mismo lo diga.

“Para asegurar que la vida siga
y la luz vuelva a habitarla,
para que la tierra sea de nuevo su hogar.
Los tiranos se han ido,
las ciudades muertas se están purgando
pero hay gente fuera de aquí
otros como nosotros
otros oasis.
Tenemos que prepararnos para encontrarlos.”

Ahora no están jugando los cachorros.
Juntos ordenan sus conocimientos
de códigos y estructuras cibernéticas,
luego olvidan las máquinas.
Sus estudios se enfocan en ellos mismos.

Tienen sentidos sin trabas,
ojos que ven la más mínima mota
de polvo o brote de hoja,
además de las distancias
del espacio donde los cohetes defectuosos
pierden las escamas y se desintegran
y del tiempo, penetrando su propio nacimiento
y los úteros carnosos
hasta el despertar de sus ancestros.
Desde la esfera del padre
irrumpe una corriente de luz
primordial, la acogen
estremecidos.

“Su padre pensó que iban a volar,”
dice Nave expectante.

“Por supuesto que sí,” contestan.
“Tenemos que reanimar un planeta.
No nos puede faltar velocidad.”

Aprenden a usar la respiración
para levitar, mandar calor
para incubar los brotes de alas.

Algún día lo lograrán.
Algún día un muchacho y su perro
por tierra o por el aire dejarán
el cementerio de propósitos desgastados
y encararán su destino.

Rowena Hill

Rowena Hill


Última palabra

¿Resistirá el cuerpo al dolor
de reabsorber los fantasmas
que engendró?

dejar de matar en su nombre,
devolverlos a la carne,
fetos destejiéndose

fragmentos de luz que se libran,
la tierra aliviada,
el cuerpo entero y quieto.

Sólo así serviríamos
para que la luz conciba
el futuro en nuestras aguas.

Rowena Hill










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