Amanecer

De palomas en fuga y marchitos sueños
está hecha la substancia del habitante de las calles,
de amaneceres descoloridos y cálidos cuerpos
el retiro a su refugio.
Un olor generoso a semen
un aire espeso de respiraciones secretas
rodea su lecho revuelto
cuando la flauta convida al abandono
y la noche viajera se aleja.
La amarga ternura del vómito
y los ángeles azules de ojeras
flotan en el fuego de su aliento de fiebre.
Afuera
el día martillea en las fábricas
los trenes desfloran la mañana transparente
y el aroma del pan fresco
se confunde con el húmedo olor de los mercados.
Es el día de diamante
eterno en su vaivén y rebosante de preguntas
caminando con ásperas botas
sobre la losa que cubre al solitario durmiente en su tumba.

Eduardo Gómez


El combate supremo

A Luis Carlos Muñoz

De la avaricia que oscurece el esplendor del planeta
De los hombres blancos predestinados por Dios
De los tecnócratas del crimen que administran las masacres
De las elecciones libres donde resucitan los muertos
De las familias distinguidas que usufructúan la tortura
Del rebaño que bala en las iglesias cómplices
Del pueblo arrodillado en reclinatorios de piedra
De los ghettos donde sangran muchachas maquilladas
De las pálidas máscaras que bailotean en los clubes
De la belleza que encubre el veneno y el puñal
De los jóvenes castrados que alardean de sus músculos
De los hambrientos de amor que van de puerta en puerta
sin poder hacer valer su masoquista nobleza

De tanto…
Surgieron ciudades de cemento y multitudes anodinas
y las hordas de zombis que estrangulan el canto.
El paraíso está en torno pero ellos, ciegos, lo mancillan
y la alegría y la amistad con sus  pesadas botas humillan.

No obstante  el plasma sagrado seguirá multiplicándose
y multitudinarios coros desbordarán los estadios
disciplinarán su energía y fundarán nuevas ciudades.
Volveremos a retozar en los ríos azulados
y a nadar perezosamente en los piélagos plateados
de los mares poblados por gérmenes vitales.
Las ciudades surgirán entre el verdor y el canto
de niños, pájaros, fuentes y fábricas robotizadas.
El poeta será líder de multitudes humanizadas
y las mujeres suavizarán las desbocadas ansias
y enriquecerán la fascinante aventura de la infancia.
Ya millones acceden a un amor magnificado
que conquistan a diario en un combate programado
con la fuerza sensual que se sublima en sapiencia
y que culmina en la divina gracia de la ciencia.
Ese amor todavía disperso llegará a ser potencia
como combativo amor que incluye al marginado
y como noble pulsión que a los dioses desafía
y que asume a la criatura en su argamasa de sangre.

Desde ahora avizoro la noche primitiva y pura
en donde ya alienta la semilla escondida y madura
que crecerá radiante para lozanos jardines.
Ahora creo que la realidad más profunda es la utopía
y su visión oceánica hecha de lejanías.
La nueva edad de oro sonríe entre nieblas aurorales.
Una esperanza que renace con el canto de las aves
sobre ruinas humeantes y la tierra manchada.
El llanto del recién nacido hace circular su sangre
y al borde del abismo se yergue la vida plena.
Si no podemos luchar por una hermosa utopía
pronto nos consumirá  la tediosa misantropía.
Pero esa edad no será de oro sino de amor activo.

Eduardo Gómez



El elegido

Solamente existe en verdad el oficiante
el elegido por cadenas de sucesos
infinitos hacia atrás
inescrutables.

El póstumo celebrante del misterio
el que ya sabe cuando aprende
el que más aprende cuando enseña
el que aprehende sensitivamente matemáticas
y gusta doctamente de la lírica.

Aquel a quien encuentran aún de noche
aún en sueños
abriendo, silencioso, su camino en selva oscura.

El musical sin instrumento
en aire abstracto
y subterráneos mares buceador hierático.

El que tamiza la luz y matiza
—luminoso—
la sombra.

El que hace una síntesis con síntomas apenas
y descubre el punto exacto por difusas señales.

El que no necesita, en la experiencia, sino débiles comienzos,
el que ensambla
-cotidiano-
laberintos
y sueña
—dorado por los soles—
catacumbas.

Eduardo Gómez



El Viajero Innumerable

Búscame detrás de los árboles sumidos en la noche
más allá de las últimas casas de los barrios pobres
entre las callejuelas desamparadas y en los hoteluchos
en los cementerios que sueñan con el coro infinito de los grillos
en los parques ungidos por el crimen y la pasión
en los palacios ruinosos que el crepúsculo agiganta.
Soy el pasajero de los trenes de medianoche
el viajero de barcos navegando entre nieblas
o bajo cielos negros para una luna en agonía
el viudo de bodas imposibles
el nostálgico de la Edad de los Dioses
el soñador de imperios abolidos y leyendas siniestras
el narrador de historias de enanos crueles y dulces bueyes degollados
el amigo fúnebre y el amante encadenado
el trovador de castillos-en-el-aire y desiertos ardientes
el pescador de almas condenadas
el que tiembla en la zarza ardiente de la melancolía
y el que gime en una obscena agonía.
Allí donde los lirios cortados destilan sangre y llanto emponzoñado
allí donde respira detrás de cada flor nocturna
un hada del Paraíso Perdido
allí donde solloza un niño en el limbo de los que no nacieron
en esas estancias penumbrosas donde vibran canciones de ahorcados
allí estaré infatigable esperándote.
Allí donde Mefistófeles rasurado y cortés
escucha las cantatas de Bach y los gozos seráficos de Händel
allí donde Bolívar destroza con su espada los altares patrióticos
allí donde Goethe medita ante la tempestad del Gran Océano
donde Beethoven suda sangre en los huertos silenciosos
donde Baudelaire conversa con los vampiros y los brujos
en laberintos donde la luna sueña sombras azules
y Proust se asfixia de amor en estancias de fieltro
allí donde Shakespeare vuela por cielos desmesurados
en los cárdenos horizontes de erizados Himalayas
allí estaré infatigable esperándote.

Eduardo Gómez


Existencia

a Mario Barrero

Vivo ardiendo despacio
los días y las noches que me quedan.
Detrás se extiende el vértigo de los años gastados.
En lo que soy está el que fui, fluyendo
siempre sobrepasado y cambiando en el siendo
como cuando creo ver los árboles de siempre
pero sin haber mirado con cuidado
que hoy el brillo de su follaje es único
bajo un sol distinto del de ayer, irrepetible.

Lo que viví me habita como sueño
y se integra a cada instante a lo que voy sintiendo.
Así vivo de muertes y me integro al Todo
asimilando, superando y produciendo.
Saludo a todos en silencio
como a hermanos en el milagro de existir.
Casi nadie lo sabe y se consumen frívolos, sin vivir.
Casi nadie lo sabe y tengo que dejarlos pasar
como si fueran extraños a quienes nunca podré amar.

Eduardo Gómez


















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