Anochecer

Blanco cáliz vespertino
de opaco y febril aliento;
olor de resina el viento,
el cielo azul, blanquecino.

Su copa el gigante pino
brinda al pájaro torcaz.

La luna asoma su faz
tras una nube de tules
y el tiempo, sombras azules,
ve arriba un astro fugaz.

Ángeles Amber


Baeza

¡He vuelto! ¡Estoy aquí! ¡Estoy contigo!
¡Quién me lo iba a decir, sólo hace un año!
Hoy, ya ni un rincón tuyo me es extraño
y en cada piedra tuya me bendigo.

Por calles y callejas yo persigo
tu siempre vivo palpitar de antaño
y una fuente, del río de su caño,
me ofrece su caudal, en beso amigo.

He tomado el torrente que me incita
con la unción que se toma agua bendita
y al tenerlo en el hueco de mis manos

mi corazón me ha dado la certeza
de estar besando así toda Baeza
para ser uno más de los baezanos

Ángeles Amber


El rencor

El rencor es gaveta cineraria
que conserva caliente la ceniza
y aunque marca sus límites con tiza
no guarda la distancia necesaria.

Es tajo de una herida voluntaria,
fantasma que el ayer personaliza.
Solo con voluntad se cauteriza
su larga cicatriz imaginaria.

El rencor es un cacto venenoso
que agosta el sentimiento más gozoso
si logra hincar su ponzoñosa espina.

Su trabajo de zapa es inhumano
y convierte el parterre más lozano,
llegando a su raíz, en una ruina.

Ángeles Amber


Por tus calles

Sin definir mi ruta mañanera
he querido estrenar contigo el día;
eres, Baeza, como estrella guía,
dentro del corazón y también fuera.

Voy, así, bendiciendo la cantera
que sus pétreas entrañas brindaría
para que fuesen lujo y pedrería,
columna, blasón, gárgola…¡Tú entera!

Desde un tapial se asoma, zalamera,
la fronda acogedora de una higuera:
La calle Angosta de la Compañía.

Busqué la Catedral y su silueta,
recortada en el cielo, casta y quieta
me dijo que Baeza ya era mía.

Ángeles Amber










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