Barcarola

Brillan las nubes en nácar y en oro;
sol esplendente se ve despuntar...
Leda conmigo, que ciego te adoro,
surcas las ondas que erizan el mar.
Ella te brinda con plácido acento
puro contento,
ventura sin par.
Aves marinas de cándida pluma
vuelan en torno con vivo placer;
peces dorados, hendiendo la espuma,
siguen la barca, tus ojos por ver.
Brisa ligera tu labio acaricia,
casta delicia
queriendo tener.
Lejos del mundo que llora sus penas
hondo silencio reinando en redor,
tornen al alma las horas serenas,
libre pudiendo vivir sin dolor.
Hoy ante el cielo que grato sonríe
clara nos guíe
la fe del amor.

Antonio Arnao y Espinosa de los Monteros


El soneto

Tradición popular dice a la Historia
que el rígido soneto fue creado
para dar al ingenio aprisionado,
tras corta lucha, perdurable gloria.

Podrá juzgarse la fábula irrisoria;
mas él subyuga al pensamiento osado,
que, en troquel inflexible modelado,
debe dejar viviente su memoria.

Así la inspiración, aunque arrogante
mundos y mundos recorrer pudiere,
un límite fatal halla delante.

Y cuando libre remontarse quiere,
como estrella fugaz , en breve instante
brota y deslumbra y se despeña y muere.

Antonio Arnao


La muerte del pajarillo

"Calló su trino ledo y sonoro:
Su vista inmóvil sin luz está:
Ya no aletea con plumas de oro,
Y a mi reclamo no acude ya.

Al que en alegre, fácil gorjeo,
Tras mí venía siempre veloz,
Hoy en su jaula rígido veo
Sin que me llame su amiga voz.

Lacias, del hierro penden colgadas
Con muda pena, su muerte al ver,
Las verdes hojas, al valle hurtadas,
Que le brindaron sustento ayer.

En vaso limpio vertió mi mano
Agua de un fresco, claro raudal;
Y el agua espera, y espera en vano,
Bañar sus alas con su cristal.

Aunque en oriente raye la aurora
Y el sol derrame vivo fulgor,
No les saluda su voz canora
Con melodiosos píos de amor.

Aunque mi diestra su cárcel abra,
Y aunque le excite libre a volar,
Ni ya se cuida de mi palabra,
Ni ya en mis hombros viene a posar.

¡Oh pajarillo! ¡Cuan honda pena
Me oprime al verte yaciendo así!
¡Qué desconsuelo mi vida llena
Desde el instante que te perdí!

Crudos dolores sufrió mi pecho,
La muerte he visto sin aflicción:
Mas con angustia y a mi despecho
Hoy débil llora mi corazón.

Y es que en ti, acaso, yo no veía
Sólo de un ave la realidad,
Sino el amigo, la compañía
Que consolaba mi soledad.

Dijo así un rudo, viejo soldado,
Que en cien batallas sangre vertió:
Y por su rostro, ya demacrado,
Lágrima acerba lenta rodó.

Antonio Arnao



Las Azucenas de Invierno

(F. A. M.)

I.

Ricos en luz esplendente,
precursores de alegría,
hoy para tí dulcemente
por las puertas del Oriente
entran el año y el día.

Y yo que tu gozo veo,
de la paz sabroso fruto,
dando rienda á mi deseo
quiero rendirte un tributo
de mi esclavitud trofeo.

Mas, aunque tierno te adoro,
no con perlas ni con oro
mi fe deslumbrarle quiere,
que es efímero tesoro
riqueza que pasa y muere;

Sino con lozanas llores,
flores de belleza suma
que osteutan vivos colores
de diciembre entre la bruma,
de enero con los rigores.

Ellas, que calman mis penas
con puro verdor eterno,
de aroma inefable llenas,
son cándidas azucenas
que burlan e! crudo invierno.

II.

Dice tu labio que rie:
«¿Cuál flor un géemen encierra
que asi a! tiempo desafíe?
¿Puede haber dichosa tierra
que tales prodigios crie?

«¿Dónde hay lluvia refrescante?
¿Dónde está el aura de mayo
que las acaricie amante?
¿Les manda el sol con su rayo
grato calor fecundante?

«¿Qué genio vestirlas debo
de aquel virginal decoro
que me embelesa y conmueve?
¿Quién da á sus estambres oro?
¿Quién á sus pétalos nieve?»

Y mi labio te responde:
«Si bellas te satisfacen,
en tu seno las esconde;
y no inquieras dónde nacen,
que no has de acertar en dónde.

»Pero... ¡Mi secreto es vano!
Si tu corazón inquieto
quiere saber tal arcano,
pon sobre el pecho la mano
y él te dirá mi secreto.»

III.

Hijas de la primavera,
las azucenas adoras;
mas viendo cuán pasajera
es su beldad hechicera,
presto con angustia lloras.

Las que yo voy á ofrecerte
brotan en región tan pura.
Tal dominan a la suerte,
que en su aroma y galanura
no tiene imperio la muerte.

Al calor del pecho mió
viven en casta inocencia;
y el llanto les da rocío,
y el amor Ies da su esencia,
y Dios las bendice pió.

Esas flores que los ojos
no ven, y en mi seno crecea
como el lirio en los abrojos,
y en infortunios y enojos
consuelo y solaz me ofrecen;

Esas flores... Sin aliño
mas de belleza portentos,
y puras como el armiño...
Son... ¡Los dulces sentimientos
que engendra en mí tu cariño!

Antonio Arnao














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