Canción del olvido

El encendido tiempo vuela
entre la niebla de las cosas
y de la tarde nos consuela
con el ejemplo de las rosas. 

Pasa la rosa del momento,
huyen los ríos, pasan las penas
y del aroma de tu aliento
un vago efluvio queda apenas. 

Vuelve el trémulo amor florido
Y la herida se cierra en un día
y después del primer olvido
es más honda la poesía. 

Jamás pensé encontrar la boca
que me enseñó que no son vanos
los besos y la entrega loca
y el silencio en que arden las manos. 

El corazón era una lira
y su rumor era el del mar
Todavía cuando suspira
se oyen las olas evolucionar. 

Tu voz de fábula decía
que la belleza nunca es vana
y que si pasa el claro día
queda en la estrella de la mañana.

Dulce es amar cuando se olvida
el otro amor desventurado,
cuando al abrirse nueva herida
hay otra sombra que ha pasado.

Mas hasta el lirio es polvo vano.
Sólo el amor es boca ilesa:
¡si una rosa muere en la mano
hay otra boca que nos besa!

Antonio Llanos


Casa paterna

Tibia casa encalada donde mi padre un día
me habló de las estrellas con acento de música
y se quedó mirando las montañas azules
que sostienen los cielos en sus anchas columnas.

Casa donde escribí las primeras canciones
a la niña visible entre el alba y la bruma.
En tus muros colgaban los pájaros su nido.
De lejos parecías una dorada cúpula.

En los primeros versos que hablaban de las rosas,
del agua y de las nubes mi voz era más pura.
La doncella miraba hacia un jardín remoto
donde las mariposas y los niños se cruzan.

Casa de oro y marfil donde lloró mi madre
repasando su infancia hundida en la dulzura.
En puntillas de noche llegaba hasta mi sueño
y para oír su voz se callaba la lluvia.

Yo cerca de su pecho pregunto por el niño.
¡Su tierno corazón tiene rumor de cuna!
La tarde pasa en ella como un cielo de arroyo
en que los ojos ven las estrellas desnudas...

Hay casas que mantienen la sombra de los árboles
y cuando nace un niño los luceros las buscan.
El vuelo de los años las carga de silencio
y dulcemente el aire aprieta su cintura.

Te construyó mi padre con trabajo amoroso.
Rodembach, el cantor de las casas oscuras,
dijera su elegía a la pobre escalera
por donde dulces míos bajaron por vez última.

Mirándote en el Angelus cubierta de palomas
el alma ingenuamente sale al campo segura,
como un niño que lleva un pájaro en la mano
y llena cuando pasa el aire de hermosura.

Ha calado mis huesos un temprano rocío
y ya mi corazón con el llanto se alumbra.
¡Si en el silencio cabe la miel de esta mirada
recógeme en tus brazos en la tarde profunda!

Antonio Llanos



Oh madre

Brinda arrullo y regazo como el árbol y el ave
a la desolación de mis días aviesos.
La miel de sus palabras desciende hasta mis huesos;
con el blanco rumor de una lluvia suave.

En su mirar profundo puso dios con la clave
de la vida, honda urna de castos embelesos.
Se hace pura mi carne al calor de sus besos;
su plegaria es la estrella que dirige mi nave.

Me ha dicho alguna vez que fue triste su infancia.
¡Yo nunca le pregunto por las antiguas cosas!,
mas a su voz mi espíritu se llena de fragancia.

Si pienso en su niñez me inunda dulce llanto.
Cuando niña. ¡Quién sabe si al mirar unas rosas
su virginal entraña sintió crecer mi canto!

Antonio Llanos



Revelación del silencio

Abierta la inocente mariposa
al aire nuevo infunde su armonía.
El sol monta de pájaros del día
y sube los caminos de la rosa. 

Esplende el universo de cada cosa.
Oye el Ser en la voz su melodía
y rueda por el campo la alegría
de la primer mañana jubilosa. 

Está el cielo tan claro y tan medido
que si una leve niña lo quisiera
se quedara en el agua detenido. 

¡Oh divino callar que me procuras
la voz sin voz que el ángel entreviera,
Los ojos simples y la manos puras!

Antonio Llanos


Si no fuera

Si no fuera por ti, las cosas no tendrían
esa vaga ternura, esa luz de penumbra.
Si no fuera por ti, esta melancolía
de soñar y llorar no fuera la dulzura.

Si no fuera por ti, ¡oh muerte!, cuántas cosas
inadvertidas fueran.
Otorga tu silencio soledad a las rosas.
Por ti los ojos míos en el lucero esperan.
Si no fuera por ti, qué triviales serían
el amor y las manos que se unen, amor;
y qué triste también el sol de cada día
si en la tarde no hubiera muriente resplandor.
Si no fuera por ti, el amor no tendría
tanta dulce ternura, tan firme retener
de las cosas que amamos: nube, flor, poesía
¡y este divino atardecer!

Antonio Llanos


Soneto eglógico

Nada que turbe el casto sosiego de la hora.
La brisa de la noche el tierno campo mueve.
Ella cerca de mí. Sobre el seno de nieve
La lumbre de la vida abre su blanca aurora.
El verde campanario de la palma decora
mi paisaje al momento del crepúsculo leve.
Toda la miel del mundo en el pan dulce y breve
y bajo el techo amigo la sombra acogedora.
No decimos palabras para oír las del ave.
El columpio del sueño que al espacio se lanza.
mecido por la música de su canto es más suave.
A veces nos unimos con ternura del brazo,
o si el azul enciende su primera esperanza
mi voz como la tarde se apaga en su regazo.

Antonio Llanos


Temblor

Manso temblor de arcana lejanía
que intuye la visión de la hermosura.
Firme temblor transido de ternura
por la espada sutil de la alegría.

En el cansado límite del día
Alza el lucero la plegaria pura.
¡Desgarrado temblor de la pavura!
¡Pena mayor la de la pena mía! 

Raíz de la candela silenciosa,
Pulso del estrellado firmamento,
Alta razón del pájaro y la rosa. 

Agua y sangre vertidas del Costado.
Ya me sostiene sólo el alimento
Del encendido Pan transfigurado.

Antonio Llanos










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