Canto a Honduras

Tu bandera es un lampo de cielo
por un bloque de nieve cruzado;
y se ven en su fondo sagrado
cinco estrellas de pálido azul;
en tu emblema, que un mar rumoroso
Con sus ondas bravías escuda,
de un volcán tras la cima desnuda,
hay un astro de nítida luz.

I

India Virgen y hermosa dormías
de tus mares al canto sonoro,
cuando echada en tus cuencas de oro
el audaz navegante te halló;
y al mirar tu belleza extasiado,
al influjo ideal de tu encanto
la orla azul de tu espléndido manto
con un beso de amor consagró.

II

De un país donde el sol se levanta,
más allá del atlante azulado,
aquel hombre te había soñado
y en tu busca a la mar se lanzó.
Cuando erguiste la pálida frente,
en la viva ansiedad de tu anhelo,
bajo el dombo gentil de tu cielo,
ya flotaba un extraño pendón.

III

Era inútil que el indio, tu amado,
se aprestara a la lucha con ira,
porque envuelto en su sangre Lempira
en la noche profunda se hundió.
Y de la épica hazaña, en memoria,
la leyenda tan sólo ha guardado
de un Sepulcro el lugar ignorado
y el severo perfil de un peñón.

IV
Por tres siglos tus hijos oyeron
el mandato imperioso del amo,
por tres siglos tu inútil reclamo
en la atmósfera azul se perdió.
Pero un día de gloria tu oído
Percibió, poderoso y distante,
Que allá lejos, por sobre el Atlante
Indignado rugía un león.

V

Era Francia, la libre, la heroica,
que en su sueño de siglos dormida,
despertaba iracunda a la vida
al reclamo viril de Datón.
Era Francia que enviaba a la muerte
la cabeza del rey consagrado
y que alzaba soberbia a su lado
El altar de la Diosa Razón.

VI

Tú también, Oh mi Patria! Te alzaste
de tu sueño servil y profundo;
tú también enseñaste al mundo
destrozando el infame eslabón.
Y de tu celo bendito, tras la alta
cabellera del monte salvaje
como un ave de negro plumaje,
la colonia fugaz se perdió.

VII

Por guardar ese emblema divino
marcharemos, ¡Oh Patria! A la muerte,
generosa será nuestra suerte,
si morimos pensando en tu amor.
Defendiendo tu santa bandera,
y en tus pliegues gloriosos cubiertos,
serán muchos, Honduras, tus muertos,
pero todos caerán con honor.

Augusto C. Coello


Como el agua

Como el agua de limpio y cristalino
como el agua de claro y transparente,
como el agua cordial que en el camino
calma la angustia de la sed ardiente.
Como el agua que copia es astro de oro
en el limpio cristal de su corriente;
como hilo de agua diáfana y sonoro,
y parlero y sutil y refulgente...
Así quisiera ser... Que ansias Dios mio,
de ser un fresco y candoroso río
en ignorada soledad florida;
O ser aire, o ser piedra o no ser nada,
y no carne maldita condenada las hambrientas garras de la vida.

Augusto C. Coello



El caracol

Me hundo en tus ondas, Mar, con la pagana
sensación de ser algo de tí mismo,
o con la vaga aspiración insana
de confundirme con tu azul abismo.

Sentirme dilüir como tus sales,
como tus yodos impregnar el viento,
o, envuelto en el cendal de tus cristales,
perla o coral sumarme a tu elemento.

Flotar calladamente en tus espumas,
ser una de tus olas o tus brumas,
átomo disolverme en tu infinito

y como el hueco caracol rosado,
llevar dentro de mi siempre encerrado
tu interminable y poderoso grito.

Augusto Constantino Coello Estévez


Medianoche

En las insomnes noches despiadadas,
sin un solo temor dentro del pecho,
siento que ronda en torno de mi lecho
la muerte con sus trémulas pisadas.

Una hora mas cayendo en lo insondable,
sorda y lejana en el espacio suena;
y de pronto mi espíritu se llena
de una tranquila paz... En la inefable

serenidad eterna de los mundos,
oigo latir el ritmo prodigioso
que viene de los ámbitos profundos;

y al peso de la noche dilatada
me sumo en un letargico reposo,
cercano ya al reposo de la nada.

Augusto C. Coello












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