Canzaniana

América explotada,
sangrando a borbotones.
América entregada
por burdos batallones
de hienas deformadas,
de hienas y bufones.
Ladrones de la patria
que manchan uniformes
y ostentan grandes nombres
de glorias olvidadas...
Y escupen con la estafa
del aire que respiran
la sombra venerada
de aquellos bien nombrados,
de aquellos que llevaron
su hombría entre las manos.

Ariel, tú que sigues navegando,
bien lo sabes –quizás mejor que antes-
las cosas no han cambiado,
los cerdos hollarán
la dignidad de nuestra gente
hasta dejarnos solamente
oligofrénicos castrados.

Mira el escenario:
muertos los unos,
los otros asustados,
y tantos por el mundo
tratando de olvidar
-inútilmente-
la muerte ignominiosa de lo amado.

Si pudiera no mirar,
regalar medio cerebero,
idiotizarme en un momento
o acaso Iluminarme
y convertirme en esquimal!

Dame, Ariel, entre los astros,
tu palabra de oso sabio:
¿Qué hace un hombre con su vida
cuando el aire se le torna irrespirable?

Ariel Canzani D.


Como si fuera un rito

Como si fuera un rito
dejé por las cubiertas
las ropas que oprimían
mi piel y mis deseos.

En la quietud serena,
oscura, de la noche
quedé desnudo y libre
en actitud de entrega.

Estrellas infinitas
gimieron en mis brazos
y yo gemí con ellas
sediento, enamorado.

Estuve como un dios,
minutos, tal vez horas,
desnudo y voluptuoso
engendrando galaxias.

Los cúmulos trajeron
la lluvia hasta mi pecho
que fue corriendo dulce
en brazos, vientre, sexo...

Desnudo fui tomando
el mundo que dejara
y fui de nuevo el hombre
de los cansados ojos
y las cansadas ansias.

Ariel Canzani D.


El sueño debe morir mañana

Es demasiada paz el sueño
El sueño.

Debe morir.

No ser más
Que un recuerdo
En las retinas
Abisales
De los hombres.

Así tal vez
Girando siempre
En la zozobra
De días sin descanso
Sin ese reflejo
De muerte
Que nos va
Dando fuerzas
Podamos construir
El caos
Que debe estar
Moverse
Con nosotros.

Debe morir
El sueño.

Debe morir. 

Ariel Canzani D.

En la mar océano

Y fueron a la mar los hombres de la tierra
que tenían llanuras inmensas como océanos.
De caminantes de pampas sin fronteras
Pasamos a ser hombres de potros construidos
con hierros que se doman en soledad y espera.
Nos fuimos a la mar buscando el infinito.
Pasamos a ser hombres de potros increíbles,
domadores de hierro en pampas de salitre.
En qué tierras del mundo son nacidos
los hombres que cantan en tu lengua?
Donde buscar palabras tan amplias como océanos.
Sin el sueño sin límites
poco nos da la mar, cuando la mar nos vela.
Es otra vez el oloroso ruido del mal tiempo.
La calma se termina. Volvemos al aullido
del viento que copula las enervadas olas.
Barre la tempestad la angustia.
El viento enloquecido, la mar sin vallas
nos libran de la angustia que procrea la calma.
Entre las rocas un barco se desangra.
Amaina la tormenta, La calma será cierta.
Ven en silencio
Presagio de la costa. Arribo irremediable.
Es dar la espalda a la llanura-agua,
es volver a la tierra desesperadamente amada.
Quiero soñarte cuando la bruma que levanta el mar
Crea el olvido y nos empaña el sueño.
Ya llegan los puertos surgiendo del agua
y vienen aquellos que con sus carracas
recorren la tierra y dejan muy lejos amor
(y nostalgias.)

Ariel Canzani D.


Entre los Astros

No le canto a tu envoltura,
ya no habitas esta sombra.
Ya ni cartas ni astrolabios
hacen falta, otra Luz
guia el rumbo de tu proa.

El coloso ha vuelto a Casa,
al Océano dichoso,
al Océano profundo.
Y nosotros nos quedamos
con el nudo pavoroso,
nos quedamos con el mundo.

Ya tus ojos acarician lo Deseado,
y no sufres de la sal,
de tu sed inagotable
de poeta enamorado.
Ahora bebes ya sin pausa
del Pezón inmarcesible de los Astros.

Y nosotros continuamos navegando,
por el negro, por la sed, por el quebranto.
Tirioneando burdamente de la estéril
urdimbre del espanto.

Ya no hay freno ni cadena,
no hay metralla ni uniformes
que se opongan a tu canto.
Y nos dejas mientras tanto
nuestras torpes ilusiones,
la trivial economía
y el absurdo cotidiano,
y la dura letanía de las bombas:
el desastre planetario.

No te has muerto,
trovador afortunado,
sobrevives sin embargo
del horror al que nosotros
hemos sido condenados.

Nosotros,
los fantasmas.
Fantoches de la bruma
que sacuden su tiniebla
y que te llaman.

Nuestras voces,
nuestros gritos,
nuestros gestos,
nuestras gestas,
nuestro llanto
de ultratumba
no te llega.

Ya lo Negro no te alcanza.
Otras Manos luminosas,
otras Manos más hermosas
con dulzura te reclaman.

Ariel Canzani D.

Los sueños

Pondré
lagartos
en mis manos
abiertas
y dejaré
que duerman.

Y arañas
y hormigas
gigantes
y palomas
y dejaré
que duerman.

La tarde
caerá
sobre las olas
la noche
pintada
del color
de picos
de petreles
se llevará
mis ojos
y el alba
ensangrentada
me manchará
los dedos.

Pondré
mis sueños
en las manos
abiertas
y dejaré
que crezcan.

Ariel Canzani D.

Mondo Cane

Escapaste, oso astuto,
porque viste que el asunto
se ponía muy pesado.
El infierno se ha cerrado
-el mundo es tan malo
que no se puede competir-
y el diablo se ha mudado
a un apartment en Wall Street.

Mientras tanto nos dan
mucha heroína,
cadillács de terciopelo,
comodísimas letrinas
que perfuman nuestros pedos,
disimulan las orinas
y nos hacen recordar
con piadosa displicencia
ese mundo primitivo
que habitaron los abuelos.

Y nos dan, por sobre todo, buenas tías,
tiernas hembras en pelota
que nos hagan olvidar esta rutina
de saber que estamos muertos.
Muertos, Ariel, muertos y jodidos,
recontrajodidos y follados
en un mundo podrido
donde el término medio
supone estar medio terminado.

Dime, oso sabio,
qué tal se anda por allí,
y cómo se vive en el espacio,
y guárdame un lugar,
te lo suplico,
para que pueda yo también
gozar del Hogar ansiado!

Ariel Canzani D.








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