Conjunción

Besos en la oreja;
a lo largo de la columna
vertebral;
en los senos,
las tibias axilas
y sobre tu vientre que tiene
un misterioso olor a mar.

Yo llenaré
con mi último beso
el molusco vacío de tu ombligo
y que en el minuto de tu estremecimiento
se haga perla,
hija de mi ardor
y tu olor…

Ángel Miguel Queremel


Dijo la voz

– ¡Buenos días!
        En el amanecer
ha sido una luz nueva.
¡Buenos días!
Ríe al aire, la tierra, todo.
Y hasta el mundo
parece
tener un ritmo
que no le conocíamos
ayer.
– ¡Buenos días!, dijo la voz.

Ángel Miguel Queremel


El barro florido

Va perdiendo mi peregrino
buscando, a tientas, su camino.
Buscando al Amor, niño con venda,
y perdió siempre la senda
y equivocó el derrotero.
Peregrino, di:
¿el amor no es un sendero
dentro de ti?

Ángel Miguel Queremel


El conquistador

Yo tengo un sueño familiar:
un bosque, el mío; un mar,
el mar de todos.
Pero hay un barco mío
de blanca vela henchida
tembloroso en las aguas…
Y más allá del horizonte
gris, como cosido al cielo,
más allá, tierras nuevas esperan
mis manos sembradoras;
y un rudo aroma,
el de mis savias fuertes,
y un sordo arrullo,
el de mis bosques nuevos,
hará temblar el cielo ajeno…

Ángel Miguel Queremel


Inquietud

Tuya es mi serenidad
y mi sano corazón actual:
te debo la vida perfecta del que nada desea,
del que lo tuvo todo,
la imbécil gratitud del satisfecho!

No deseo nada de ti.
te he exprimido como un racimo
de uvas maravillosas,
tu sangre fue mi vino,
y en la embriaguez
yo alzaba mi copa sangrienta
y bebía… de un solo sorbo…

Yo llegue a ti hambriento
y muerto de sed;
tú me diste, mujer, todo lo que tenías,
y me harte de tu carne hasta el fastidio,
y abreve mi sed entre tu boca
generosa y atenta…

Pero no puedo ya.
Estoy cansado de tenerlo todo;
me aburre tu docilidad:
niégame algo un día,
sé brusca y mala,
engáñame, hasta véndeme,
sé voluble y distinta,
no vivas en un día toda tu vida entera,
sé algo nuevo, mujer,
que estoy cansado de ser el amo
y de tenerte esclava.
mujer,
devuélveme mi hambre
y mi sed!

Ángel Miguel Queremel


La musa desnuda

Sangra mi alma; ¡Oh la herida entreabierta
al Ensueño, infinito y brumoso;
cómo su sangre es la puerta
del Paraíso de mi gozo!

¡Amor…! ¡Surge desnuda
y baila sobre rosas una danza macabra;
mi Salomé, que sea tu boca siempre muda
y sea tu desnudez la gran palabra!

¡Amor…! Y es relámpago que ciega.
El agua clara que la sed mitiga…
es Dios que sabe y llega:
¡sobre la tierra innoble
la robustez del roble
y el candor de la espiga!

Tu ánfora rebosa
de emoción, juventud,
y hay una rosa
que se irisa
en la sonrisa
de tu plenitud…
sangra mi alma. Sobre la herida
la sangre es bálsamo que aroma
el Dolor la mano que la cuida:
¡y es mi alma una paloma
que se ha quedado dormida!

Sangra mi alma. ¡Amor! Mi corazón
es una espina entre rosales;
¿tu nombre? Son siete letras, y son
como siete puñales.

Ángel Miguel Queremel



Paisaje

Un cansancio de tarde arrebujado en frío,
lleno de árboles flacos, de sueño y de fastidio;
y un pino taciturno junto al desdén del río
humanamente grave meditando un suicidio.

El grito tinte en sombras del verde campesino
mancha un cielo sin luces, monótono, uniforme...
y en medio de un paisaje el tedio de un molino
enrollando el silencio sobre su piedra enorme.

Sobre la carretera, un poste carcomido
crucifica el crepúsculo, sangrentado y dolido
y su gran T mayúscula da un dolor de calvario.

Un aluna de cuento amarilla redonda
prepara sobre el cielo su cotidiana ronda
¡y a lo lejos, se ahoga la voz de un campanario!

Ángel Miguel Queremel


Presentimiento

Apenas pude verla.
fue un minuto del azar;
llevaba los ojos denudamente negros
y… ¡esa expresión!

Yo la seguí, loco, por el gris de la calle.
Ella me presintió; y corría
por entre todos aquellos…
¡Oh tarde de otoño que empezaba!
¡Calofrío del anticipo!

¡Ya lo sabíamos los dos!
¡Con que fiebre yo la seguía!
Gentes, calles multitud.
Ella, pobrecita, me huía…
¡Y yo detrás!

Nunca más volví a mirarla
hasta hoy;
aquí la tengo
a  mis pies,
desnuda, blanca, húmeda
y mía!

Ángel Miguel Queremel


Reconocimiento

– ¿Cómo te llamas?
– La sombra
– ¿Dónde vas?
– A la noche
– ¿Vienes…?
– De la oscuridad, de lo alto.
No me conoces, poeta, no.
– ¡Ah! Ya te conozco: te llamas
Estrella!

Ángel Miguel Queremel


Romance de amor y sangre

Como guitarra morena
Pulsé tu cuerpo desnudo;
Cintas eran tus cabelos
Cintas negras y sin luto.

Con dientes de luna clara
Mordí la copla madura:
Se nos mojaron las sombras
De leche fresca de luna.

Cruzó tu grito la noche
— Flecha de oro ensangrentada —:
Ay, ay, ay era la copla
Que a mí tanto me gustaba!

Cintas negras tus cabelos,
cintas negras y sin luto;
en mis manos los jazmines
de tu llanto y tu gusto.

¡Ay mi niña morenita
en los flecos de la sombra
tejidos de copla y llanto
de blanca luna y de aroma!

¡Cintas eran tus cabellos,
cintas negras y sin luto!

Ángel Miguel Queremel


Transformación

Ya no es mi amor bravío como el mar, sino suave
como el cielo que dora el sol de la alborada;
no es bandido nocturno que asalta, sino llave
de oro, estremecida, en tu puerta cerrada.

No es el labio que grita, ni es la frase que hechiza
ni son tenues suspiros, hondos y entrecortados;
es el gesto sereno de la suave sonrisa,
es la línea borrosa de los labios callados…

Es estar a tu lado junto a tu vida, amada,
bebiendo tu silencio como un sorbito de agua,
y estar allí por siempre, junto a tu clara enagua,
con los ojos cerrados y sin decirte nada.

Ángel Miguel Queremel


Transeunte

Tus ojos claros me dieron una
emoción sueva de mar y luna; tu ritmo lento, tu carne inquieta
me hicieron                        definitivamente poeta.
¿Por qué? Esos son cosas oscuras, mías,
pensándolas se me han puesto  las manos frías!
¿Recuerdas? Tú casi no me viste
sin embargo me sentí triste,
me sentí hondo, te sentí vaga,
muñeca… maga…

Mañana cuando pases no seré yo el mismo,
ni tú tampoco:
yo estaré alucinadamente loco
por tu abismo.
¿Por qué? Esas son cosas oscuras, mías,
pensándolas se me han puesto las manos frías!

Ángel Miguel Queremel


Zoológica

El paisaje
-lagarto verde-gris-
mueve su cola;
el río.
El camello del monte
se bebe todo el cielo
Tras la reja del sol
-en jaula de aire-
aúlla la mañana.

Ángel Miguel Queremel












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