El Generalife

Solo queda un escombro en la colina
del árabe palacio del ensueño;
si volviera Boabdil, su antiguo dueño,
juzgara igual a su aflicción tu ruina.

La dulce primavera granadina
no pierde en cambio su verdor risueño:
saltan las fuentes, convidando al sueño,
y flota olor de musgo y de resina.

En este aislado mirador gracioso
¡quién pudiera pasar hora tras hora
en la belleza y el amor soñando,

sin que turbe el letárgico reposo
otra voz, que la nota gemidora
con que se estrena el ruiseñor cantando!

Antonio Gómez Restrepo


La nave

Pasa la nave mía, oyendo el llanto
De los alciones, por la mar undosa,
Y envuélvenla en su marcha procelosa
Del trueno el son, de la tormenta el manto.

A la playa que huyó, vuelven en tanto
Los recuerdos su vista lacrimosa;
Y la esperanza, de vencer dudosa,
El roto remo abraza en su quebranto.

Pero mi genio, sobre el barco erguido,
Ve el mar y el cielo, y canta con voz fuerte,
Del viento y las antenas al crugido.

«¡Boguemos, oh vencidos de la suerte,
Al nebuloso puerto del olvido,
A la escollera blanca de la muerte!».

Antonio Gómez Restrepo


Los ojos

Ojos hay soñadores y profundos
que nos abren lejanas perspectivas;
ojos cuyas miradas pensativas
nos llevan a otros cielos y a otros mundos.

Ojos como el pensar, meditabundos,
en cuyo fondo gris vagan esquivas
bandadas de ilusiones fugitivas,
como en el mar, alciones errabundos.

Ojos hay que las penas embellecen
y dan el filtro de celeste olvido
a los que el peso de su luz fallecen;

ojos tan dulces como el bien que ha sido,
y que en su etérea vaguedad parecen
astros salvados del Edén perdido.

Antonio Gómez Restrepo








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